Por A. Darío Lara
Colombes, a 11 de Noviembre de 2000
Señor Jean-Louis Pandelon
Director de la Revista
“France-Ecuador”
Quito.-
Señor Director y distinguido amigo:
En la revista “France-Ecuador”, página 8 del número 3*, se anuncia la publicación del libro “El Proceso de las Estrellas”, traducción de “Le Procès des Etoiles”, cuya autora es la escritora francesa Florence Trystram y no Trystaram, como se lee en el tercer párrafo de esa página.
En primer lugar, deseo felicitarle por haber conservado el título exacto de mi traducción, “El Proceso de las Estrellas”, y no como se lee en el título de la edición “El Proceso con las Estrellas”.
En mi condición de traductor de este libro, luego de una atenta lectura de la edición en español en que se ha alterado grotescamente el texto original de mi traducción, me permito remitirle algunas APUNTACIONES sobre cierta malhadada “corrección de estilo”. Le ruego, Señor Director, que en un próximo número de su revista se publiquen estas APUNTACIONES.
Felicitándole muy sinceramente por este valioso número, que se añade a los anteriores, y que servirá para acrecentar las relaciones culturales franco-ecuatorianas, al mismo tiempo que será una fuente de ilustración para sus lectores, le pido aceptar el testimonio de mi alta consideración y amistad.
Doctor A. Darío Lara
*Para una mejor comprensión de este texto inédito “Apuntaciones sobre una corrección de estilo”, reproducimos como anexo, el texto que fue publicado por A. Darío Lara, en la revista “France-Ecuador, les droits de l’homme” N° 1; Páginas 149-152.
El día jueves, 2 de diciembre de 1999, según informó la prensa local (EL COMERCIO, Quito, 3 de diciembre), en la Editorial “Libri Mundi”, se presentó en la traducción al español el libro Le Procès des Etoiles, de la escritora francesa Florence Trystram. Es de lamentar que en aquella crónica, que ocupa casi una página, por nueve veces se altere así el nombre de la autora, pues se lee Trystam y no, como es correcto, Trystram. Tal error se comete en otras publicaciones.
Esperado desde muchos años, como recuerdo en la Presentación de dicho libro (páginas 9-13), tuve el privilegio de participar en alguna forma en tal acontecimiento, pues me ocupé de la traducción de esta obra y añadí, para mejor comprensión de su lectura, algunas Notas del Traductor (páginas 347-362). Estas circunstancias me han permitido mantener estrechas relaciones con Florence Trystram, desde aquella fecha inolvidable que he mencionado y, más de una vez, hemos hablado del tema de su libro; tema, además, que ha sido objeto de numerosos trabajos en mis largos años de docencia universitaria.
Tan pronto como llegó a mis manos el primer ejemplar en español, mi atención se fijó en el título del libro. Con extrañeza, diré con mucho desagrado, vi que se había modificado el título español que, de acuerdo con Florence, yo había dado: El Proceso DE las estrellas, que corresponde mejor al título francés Le Procès des Etoiles y no como se ha escrito El Proceso CON las estrellas.
Es regla esencial en toda traducción que al traducir un texto si se procede a su reproducción en el idioma de origen no se altere su significación inicial. Si traducimos El Proceso CON las estrellas, en francés tendríamos Le Procès AVEC les étoiles.
La proposición DE en español y en francés indica: posesión, pertenencia, propiedad; la preposición CON indica: medio, modo, instrumento y su empleo no es indiferente, pues cambia el significado de un texto. Imaginemos un momento que El proceso DE Nuremberg, el proceso DEL stalinismo, se tradujera al francés: Le procès AVEC Nuremberg, Le Procès AVEC le stalinisme… Conversando con un colega, especialista del idioma, con cierta irónica sonrisa repetía “un non sens”… un disparate, un absurdo… Como sería en español eso de El proceso CON Nuremberg, El Proceso CON el stalinismo, El Proceso CON las estrellas. Además que este monosílabo CON, entre gente de cierta corrección, se recomienda no usarlo en francés.
Del mismo modo, he visto modificado, sin razón alguna, el título de mi Presentación. Yo escribí: “Un gran libro EN una gran fecha” y se ha alterado así: “Un gran libro PARA una gran fecha”. Al escribir mi texto, mi intención era (y es) destacar la coincidencia de la gran fecha de 1989, segundo centenario de la Revolución Francesa, y la publicación del libro de Florence Trystram; coincidencia que requiere la preposición EN. Muy diferente el sentido si se emplea la preposición PARA, que indica destino, movimiento, finalidad, causa… Como se verá dos ideas diferentes según el empleo de una u otra preposición.
Por la enseñanza de especialistas del idioma español (pienso en uno de ellos al que tuve como profesor en la Facultad de Letras, el ilustre maestro, gran conocedor del idioma, Justino Cornejo), una de las mayores dificultades que ofrece nuestro idioma, si no la mayor, no es como se cree la conjugación de los verbos irregulares; no la armonía o concordancia de las formas verbales en la sintaxis castellana, etc., sino el correcto uso de las preposiciones, esas pequeñas partículas, a veces monosílabas, que pueden modificar completamente el sentido de una frase, de un texto. Cierto autor, comparando las nueve partes de la oración a una familia gramatical, de la preposición, muy graciosamente afirma: “… notario público que da fé de las relaciones existentes entre las partes de la oración… en la que el verbo es el monarca, aunque a veces va oculto”.
Se comprende entonces por qué la Real Academia Española en su Gramática consagre un capítulo especial al uso de las preposiciones, cómo deben regir a ciertos verbos en tal o cual subordinación o coordinación de la sintaxis castellana; “del uso y significación de las preposiciones – lista de palabras que se construyen con preposiciones”, (páginas 206 a 245 del ejemplar que guardo en mi biblioteca).
Felizmente, mi texto “Un gran libro EN una gran fecha” ha sido ya publicado con anterioridad en la valiosa revista “FRANCE-ECUADOR”, (No.1, en 1998); revista que gracias a la Alianza Francesa, a los Servicios Culturales de la Embajada de Francia ha llegado a muchos países, en todos los continentes. De este modo, tendrán buena lectura.
Pero, es hora ya de revisar el texto mismo del libro. Desde la primera página veo que mi traducción de la cita de Paul Valéry ha merecido una “corrección”. La frase “la historia es una relación…”, se corrige por “la historia es un relato”. Estos dos términos pueden, a veces, usarse indistintamente y la definición que de ellos da la Academia es muy similar. Sin embargo, en virtud de lo que los especialistas del idioma llaman la especialización de las palabras (porque no existen sinónimos perfectos), no es indiferente emplear relación o relato. Así, diremos que nuestro gran José de la Cuadra escribió relatos, que es un relatista. No sería correcto decir que José de la Cuadra escribió relaciones; que es un relacionista. El término relato tiene una acepción especial, se ha especializado y en la historia literaria da la idea de una composición específica, como el cuento, la leyenda, el relato.
Por mi larga experiencia docente en dos Universidades parisienses y con varios colegas (siguiendo programas establecidos por la Sorbona), frecuentemente hemos inscrito en los programas de estudios literarios, temas como: “Las relaciones de los Cronistas de Indias…”, “Relaciones de Viajeros del siglo 17”, etc. No habría venido a nuestra mente hablar de los “Relatos de los Cronistas de Indias…”, etc. Tengo precisamente a la vista uno de los libros más completos acerca de estos estudios y compruebo que todos los capítulos llevan como títulos: “Relaciones de…”. Por consiguiente, bien pudo dejarse el término relación, que es la esencia del libro de Florence Trystram y nada gana el estilo con el empleo de relato.
Este celo por la “corrección de estilo” va hasta a modificar citas de notables autores, lo que de ninguna manera es aceptable, así se compruebe algún error, el mismo que bien puede señalarse, pero sin alterar el texto original. En la página 350, se corrige una cita nada menos que de González Suárez, quien menciona “… la Real Academia de las Ciencias de París”. En su brillante estudio “Les relations culturelles Franco-Equatoriennes”, (Cahiers des Amériques Latines; Paris, 1965, página 115), Jorge Carrera Andrade más de una vez se refiere a la obra de los Geodésicos Franceses en la “Real Audiencia de Quito”; algunas veces – para la mejor comprensión de sus lectores extranjeros, menciona la llegada de esos sabios “al Ecuador”, o “su presencia en el Ecuador”. Para el conspicuo “corrector de estilo” es intolerable eso de Ecuador que escribió nuestro gran poeta y corrige con “la Real Audiencia de Quito”. Seguramente el estilo ha ganado sustancialmente.
Mucho más grave y considero como un grave atentado contra la historia, contra la Patria, es la alteración fundamental, en la página 357, de una cita del notabilísimo historiador, defensor de nuestros derechos, Don Carlos Manuel Larrea. Que se compare el texto original que ofrecí, tomado de su libro “La Real Audiencia de Quito y su Territorio”, (Casa de la Cultura Ecuatoriana; Quito, 1963, págs. 76-77), y el que se ofrece luego de una “corrección de estilo”:
¿Con qué autoridad se osa modificar así un texto fundamental y desfigurar el sentido de la historia? No es porque circunstancias adversas han llevado a capitulaciones vergonzosas y cercenado injustamente gran parte del territorio nacional, para que se olviden capítulos gloriosos de nuestra historia. El texto del ilustre patricio y notable historiador Don Carlos Manuel Larrea no es sino la evocación de un hecho extraordinario llevado a cabo por Quito y que no se debe olvidar. Ultimamente lo ha recordado también y muy brillantemente, en un libro admirable el Embajador Doctor Marcelo Fernández de Córdoba, cuando escribe:
“… La antigua capital de los Shyris sería la escogida por la Providencia para incorporar al mundo conocido la inmensa región del Río de las Amazonas. De sus palacios y de sus conventos saldrían nuevos expedicionarios y evangelizadores que fundarían ciudades y civilizarían a sus habitantes…” (ITAMARATY: Seiscientos veinte días por la paz”. Talleres de VO Gráficos; Quito, 1998).
Texto que no es sino una evocación de las frases del ilustre Cronista y que en letras de oro se leen en los muros de la Catedral quiteña: “Bien se podría gloriar Babilonia de sus muros; Nínive de sus grandeza; Atenas de sus letras, Constantinopla de su imperio, que Quito las vence a todas por llave de la Cristiandad y por conquistadora del mundo. Pues a esta Ciudad pertenece el descubrimiento del gran Río de las Amazonas”.
Este prurito de “corrección de estilo” va hasta a corromper el nombre de uno de los miembros de la Misión del siglo 18, (o es una ignorancia de la historia…). En mi texto original se lee el nombre exacto de uno de los marinos españoles, Don Jorge Juan de Santacilia. Seguramente por mejorar el estilo, en la página 348 se lee “Jorge Juan de Santacilla”. Habría sido preferible silla, ¡con lo que este modesto útil quedaba santificado!
Del mismo modo, en mi texto original escribo que Jean Godin des Odonais era primo hermano del académico Louis Godin. En la página 29 se lee “sobrino de Louis Godin”. Yo también, siguiendo a historiadores mal informados, algún tiempo había creído en esta relación familiar. Pero, hace algunos años, consultando documentos originales que me proporcionaron en Saint-Amand (ciudad de origen de Jean Godin des Odonais), pude comprobar que los padres de Louis y Jean eran hermanos; por consiguiente, ellos eran primos hermanos. Esto es historia fundada en documentos auténticos que deben respetar quienes ninguna preparación anterior les autoriza para tales “correcciones de estilo”.
No sería de extrañar que si un tal Miguel de Cervantes hubiera presentado para una “corrección de estilo” la primera frase de cierto libro: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo…”, leeríamos modificado dicho texto, por ejemplo: “En cierto pueblo de la Mancha que prefiero no recordar, hace mucho tiempo vivía un hidalgo…”; o, tal vez: “En algún sitio de la Mancha, que no voy a mencionar, son ya muchos años, vivía cierto hidalgo…”. Gracias a tan brillantes modificaciones de estilo, la obra inmortal, sin duda, sería más inmortal aún.
Este jueguito intrascendente de cambio de términos, que en nada mejora el estilo, y a veces más bien altera el texto original, como vamos a ver a continuación, comprobamos en las 364 páginas del libro. Que juzgue el lector.
Mi traducción del francés:
- interés por el viaje
- pensaba tan sólo dar un ejemplo
- con enorme sorpresa.
- avanza en una tierra virgen
- he reiniciado mis investigaciones
- su vida personal
- (la) historiadora cuenta hechos
- en las selvas del Ecuador
- dichos fantasmas han tomado una forma
- yo buscaba a científicos
- espejos de inteligencia y razón
- he encontrado un país
“corrección de estilo”:
- interés en el viaje
- sólo pensaba dar un ejemplo
- con gran sorpresa
- avanza en tierra virgen
- retomé (sic) mis investigaciones
- su viaje personal (la autora habla de vie, no de voyage)
- la historiadora da cuenta de…
(la autora emplea el verbo rapporter, contar, referir, no rendre compte, dar cuenta)
- en la jungla del Ecuador
- esos fantasmas fueron tomando forma
- buscaba científicos (es un caso muy claro, según la Academia de la Lengua, en que al acusativo o complemento directo debe preceder la preposición a: “delante de términos que expresen personalidad”)
- espejos de inteligencia y la razón
- encontré un país
Aquí aprovecho para dar al corrector de estilo una lección de gramática castellana de 2° Curso de Secundaria. La erudita autora francesa casi siempre en su bello texto emplea el passé composé, que en español corresponde al pretérito perfecto según la Academia, o al antepresente, para Andrés Bello. Es conocido que, con o sin razón, el passé simple (pretérito indefinido) en francés ha caído casi en desuso. Yo traduzco siempre el passé composé con el pretérito perfecto y con mucha razón.
Vengo ahora a lo esencial de mi lección. Según la misma Academia, no es indiferente el uso del pretérito perfecto o del pretérito indefinido. Así, viví en Londres o he vivido en Londres, tienen una significación diferente. En el primer caso, la acción pasada está terminada. Punto final. En el segundo caso, la acción es también pasada; pero, por diversas circunstancias esta acción tiene aún una permanencia, una influencia en el presente. Del mismo modo, es diferente la idea de: leí este libro o he leído este libro; he encontrado un país o encontré un país.
Por lo tanto, las centenares de veces que para “corregir el estilo” se modifica mi pretérito perfecto y se emplea el pretérito indefinido, se incurre en un yerro gramatical y en nada ha ganado (en vez de ganó) la belleza del estilo.
Una segunda lección de gramática. Se emplea el signo ortográfico o tilde en algunas palabras homógrafas (que tienen la misma escritura y distinto significado), como en: él, tú (pronombres), sé (verbo), sí (adverbio), más (adverbio), etc. El uso de la tilde o acento diacrítico (del griego διά, a través y de χρίνω, separar, distinguir), sirve para distinguir la naturaleza de las palabras: el (artículo), tu (adjetivo), se (pronombre), si (conjunción), mas (conjunción). Del mismo modo, para distinguir del adjetivo solo (voy solo, sola, solos, solas) del adverbio sólo, tan sólo, se usa el acento diacrítico. No ignoro que modernamente ha caído algo en desuso este acento en el adverbio. La misma Academia de la Lengua en su Diccionario hace la diferencia entre el adjetivo y el adverbio. Fiel a los clásicos, a Montalvo, Zaldumbide, Cornejo…, seguiré usando el acento diacrítico en los adverbios sólo, tan sólo, como lo uso en él, tú, sí, más… en los casos que he señalado.
Ergo, no acepto que en mi texto original, so color de “corrección de estilo”, se suprima este acento en los adverbios sólo, tan sólo.
“Nunca dos sin tres” se dice comúnmente. Así que va a continuación una tercera lección gramatical. Se trata del uso de las conjunciones adversativas pero y sino.
Si en mi texto traducido el “corrector de estilo” hubiera encontrado una frase como la siguiente u otra análoga: “No le respetará ciertamente por un principio de justicia, pero le respetará por una razón de utilidad y conveniencia…”, seguramente, como se ve en cien casos en el texto de mi traducción, habría rayado, suprimido, reemplazado este horrible pero, y empleado la conjunción sino.
(1) Sepa antes el erudito corrector de “estilo” que la frase anterior no es mía, sino (pero) del ilustre Jovellanos (1) y la Academia de la Lengua la trae en su gramática para indicar que en algunos casos, en “este ejemplo se ve que sino es equivalente a pero…” Digo en algunos casos, como ocurre en los que ofrezco en la traducción del libro de Florence Trystram. (1)Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811).
Evidentemente hay casos en que la conjunción adversativa sino no puede reemplazar a la otra, pero; así en: “te esperé, pero no viniste”; “se presentó al examen, pero no fue admitido”. En cambio en frases como: “fulanito cometió este error no fue por malicia, pero o sino por ligereza u olvido”; es indiferente según la doctrina de la Academia el empleo de una u otra conjunción.
No entraré aquí en mayores detalles; pero, a quienes asumen el fácil oficio de “zoilos” (cuando no pueden ofrecer ninguna obra personal), es aconsejable revisar antes en la gramática castellana el complicado capítulo – entre otros – de “la coordinación adversativa y correctiva”, en la sintaxis de las oraciones compuestas.
Esta revisión de la gramática se acomoda bien con el pensamiento de uno de los eximios autores del idioma, Rufino José Cuervo, quien en la primera página de una obra maestra no enseña que:
“Es el bien hablar (y escribir) una de las más claras señales de la gente culta y bien
nacida… de ahí el empeño con que se recomienda el estudio de la gramática…”
(APUNTACIONES SOBRE EL LENGUAJE BOGOTANO; 7ª. edición – Bogotá, 1939).
Se comprenderá también por qué a estas sencillas observaciones gramaticales he querido dar el consagrado título de Apuntaciones, empleado por Cuervo, el ilustre colombiano que con Andrés Bello son los más altos exponentes del culto del idioma español en nuestra América.
Regresando a las “correcciones de estilo” que mencioné en página anterior, debo señalar que están tomadas del texto español, en: Presentación, páginas 9-13; Prefacio de Haroum Tazieff, páginas 17-24, y en Notas del Traductor, páginas 347-362. No cometeré la grosería de martirizar al lector con la lista innumerable que podría establecer en las páginas 27 a 345 que comprende el texto traducido de El Proceso de las Estrellas. Sin embargo, me limitaré a dar unos pocos ejemplos para que se pueda apreciar así el admirable trabajo asumido en esta “corrección de estilo”.
Mi traducción del francés:
- el siglo XVIII marca un viraje.
- es verdad
- para solamente terminar a pie
- midiendo uno después de otro los ángulos
- poco a poco la Rochelle desaparece
- apenas se divisa la costa
- el primero la Condamine
- ya entregado hacia la aventura
- cuya marcha permite esperar
- una tropa poco ordinaria
- cuyos bagajes se amontonan
- la misión está formada
- en total diez hombres
- y una montaña de bagajes
- y cuyo único título es el de primo de uno de los Académicos
“corrección de estilo”
- el siglo XVII (sic) marca un… (pág.27, un error histórico)
- es cierto (en el original, vraie)
- para sólo entonces terminar
- midiendo uno tras otro los ángulos (la autora emplea après y no derrière)
- La Rochelle desaparece poco a poco
- la costa se divisa apenas
- la Condamine el primero
- ya entregado a la aventura (el original: vers l’aventure)
- cuya marcha permite suponer (el original: permet d’espérer ; no supposer)
- una tropa poco común (el original: peu ordinaire)
- se amontona el equipaje (les bagages en el original)
- la misión lo conforman (sic) (elle se compose, en el original)
- diez hombres en total
- y una montaña de fardos (en el original bagages y no fallots)
- y cuyo único mérito es el de ser sobrino y llevar su apellido (mencioné anteriormente que Jean Godin des Odonais Era primo hermano de Louis Godin, no su sobrino).
No continuaré en tan aburrida enumeración de “correcciones” en apenas tres páginas (31-33) del texto español; se puede imaginar las páginas que tendría que añadir si debiera examinar hasta la 345 del texto de Florence Trystram. Debo recordar que desde el primer momento que comprobé tales “correcciones” me dirigí a los responsables de la edición y escribí: “Rechazo rotundamente las modificaciones en los dos textos de mi autoría: Presentación y Notas del Traductor. Cualesquiera que sean los títulos universitarios o académicos de quien procedió a tales alteraciones, por elemental sentido ético, no podía obrar de este modo sin mi debida autorización… Por otra parte, a una serie inconsulta, abusiva de alteraciones de términos, de sinónimos más o menos adecuados y de conformidad con el texto original, se han cometido intolerables mutaciones en citas de ilustres historiadores y académicos ecuatorianos; inclusive se encuentran yerros gramaticales, errores históricos que vuelven el libro poco recomendable para personas ilustradas o estudiantes universitarios… Es de lamentar que quien procedió en tal trabajo de “corrección de estilo” ignorara un consejo, mejor, una directiva de un notabilísimo miembro de la Academia Francesa, ilustre filósofo por añadidura y considerado como los mayores del siglo XX:
“Se debe comprender un libro (un estudio) de un autor como lo ha comprendido él mismo; porque es así como lo ha escrito … cuando se quiere comprender un libro (un estudio), se debe penetrar en el espíritu de aquel que lo ha escrito” (Jean Guitton, en PORTRAIT DE M.POUGET; Gallimard, París, 1941).
No acostumbro dar a la “corrección de estilo” ninguno de mis escritos, hace muchos años ya, desde que uno de mis notables profesores de letras, en clase de bachillerato, calificó alguna de mis disertaciones con la nota 19 y de su puño y letra escribió: “felicitaciones por su trabajo; estilo depurado, elegante; ideas bien expresadas. Trabajo de alto valor literario”.
Que se haya “corregido el estilo” de mi original español, traducción El Proceso de las Estrellas, como pomposamente (o más bien jocosamente) se lee en las primeras páginas, es absolutamente irrisorio. No basta el cambio de unos términos para modificar un estilo, o sea “la manera de escribir o hablar, el carácter propio que da a sus obras un autor”, nos enseña la Academia de la Lengua.
Y para el colmo de todo lo anterior, es de lamentar que hasta en la cubierta posterior del libro, en el texto titulado NARRATIVA se cometa un doble atentado: contra la gramática y contra la historia. Contra la gramática. En efecto, en la quinta línea leemos: “Se prevee que la expedición dure algunos meses…” No existe en español el verbo preveer. Se ha violado así una regla elemental de la gramática: “todo verbo compuesto se conjuga como el simple del que se forma”. Ejemplos: prever de ver, contratar de tratar, revivir de vivir, etc. Luego: veo, ves, ve… preveo, prevés, prevé. ¡Elemental!
Atentado contra la historia. Al final del texto leemos: “Sólo dos de ellos, después de muchos años de adversidad, conservarán la voluntad para arrancarse (a) su sueño y regresar a Francia. Los otros morirán en accidentes, enfermos o presos de la locura y la decadencia…”
Completamente falso. Regresaron Pierre Bouguer, Louis Godin, Charles de la Condamine, Joseph Jussieu, en verdad muy enfermo; regresaron los dos marinos españoles, Antonio de Ulloa y Jorge Juan de Santacilia; regresaron Jean Godin des Odonais y el ingeniero Verguin, como muy bien menciona Florence Trystram, en la página 29. Entonces, ¿en dónde están los ótros: los enfermos, los presos de la locura y de la decadencia?
En la página 356 de mis Notas del Traductor se puede leer: “Es innegable que los Académicos sufrieron mucho de los rigores de un clima al que no estaban acostumbrados. Sin embargo, aparte de Couplet que murió víctima de una enfermedad, de Senièrgues y Hugot de consecuencias de accidentes, los Académicos que regresaron a Francia, como los dos marinos españoles, prolongaron su vida más allá del término medio de ese siglo: la Condamine murió a los 73 años (1701-1774), Louis Godin a los 56 (1704-1760), Bouguer a los 60 (1698-1758), y Jussieu quien más sufrió por sus expediciones científicas, murió a los 75 años (1704-1779)”. Finalmente, Jean Godin des Odonais que contrajo matrimonio con la riobambeña Isabel de Grandmaison (y no Louis Godin, el jefe de la Misión como ha escrito un historiador nacional, murió en su ciudad natal, Saint-Amand, a los 80 años (1712-1792). ¡Nada más sencillo como la historia auténtica!
Para concluir. No creo que mi traducción del libro de Florence Trystram sea perfecta. Toda obra humana, sobre todo tratándose de una obra literaria, es perfectible. Estas páginas seguramente podrían también perfeccionarse. No extraña por lo mismo que sea indispensable una corrección inteligente y completa de “El Proceso de las Estrellas” tal como se presenta ahora, para ofrecerlo a la lectura de un público culto; para dar una idea del alto valor literario que se admira en las páginas del original francés.
Para suprimir una coma o reemplazarla con una y; para cambiar un epíteto antes o después del nombre; preferir tal o cual sinónimo; más aún, para alterar o remejer una frase entera, fácil habría sido ponerse de acuerdo con el autor de la traducción y, sobre todo, para revisar errores que se han cometido al modificar el original. A menos que la preocupación primordial haya sido justificar, por tan acuciosa corrección de estilo, el pago de unos cuantos centavos. En este caso, recordando a Montalvo, “es convertir la pluma en cuchara”.
A. Darío Lara
miembro de la Academia Nacional de Historia, la Academia Ecuatoriana de la Lengua
Le Chêne-aux-Dames (octubre, 2000)
A N E X O
EL PROCESO DE LAS ESTRELLAS
A. Darío Lara
La bibliografía ecuatoriana se enriqueció en 1979 con un gran libro, Le Procès des Etoiles (El Proceso de las Estrellas), de Florence Trystam. En la introducción escribe: “Cuando me interesé por el viaje realizado al Ecuador para medir allá un grado del meridiano terrestre, pensaba tan sólo dar un ejemplo de aquel nuevo estado de espíritu de los científicos. Con enorme sorpresa descubrí, al sumergirme en los archivos, un viaje excepcionalmente rico y digno de las más copiosas novelas de aventuras. Por añadidura, nunca nadie parecía haberse interesado por tal aventura y experimentaba la misma exaltación del explorador que avanza en una tierra virgen”.
Este sentimiento le llevó, después de preparar una tesis sobre la historia de las ciencias, que defendió en la Universidad de París I, bajo la dirección del profesor Jacques Roger, a escribir este libro: “pues, confiesa, los fantasmas que había despertado no se han dejado enterrar en su tumba. De tal modo me han perseguido que he reiniciado mis investigaciones. Y, poco a poco, dichos fantasmas han tomado una forma. Yo buscaba a científicos, espejos de inteligencia y de razón, he encontrado a hombres embriagados por la vida: buscaba la longitud de un meridiano, un alineamiento de cifras, he encontrado un país que encendió sus almas”.
Por estas frases se comprenderá aquel entusiasmo, aquella devoción con que Florence Trystram se ha consagrado a la escritura de un libro que le ha llevado más de tres años de sus investigaciones: entusiasmo y devoción que me ha comunicado en los meses que me he dedicado a traducirlo al español.
El Proceso de las Estrellas es una obra valiosa en que la historia y la novela se combinan admirablemente. Sobre bases históricas de un hecho de tanta trascendencia en el siglo 18, Florence nos ofrece -bajo delicadas vestiduras de novela- una síntesis con todas las peripecias y; sin ocultar las dificultades, los heroísmos de aquel viaje. El lector podrá seguir el desarrollo de las múltiples actividades de los geodésicos, acompañará a cada uno de ellos, de sus ayudantes, en su vida personal, con todos sus problemas, sus heroísmos, sus cobardías. Justamente, Haroun Tazief escribe en el prólogo: “A lo largo de su fascinante relación, Florence nos ha descubierto, poco a poco, tales como eran verdaderamente, no héroes, no científicos descarnados, pero humanos con sus cualidades y sus defectos, capaces de proezas las más asombrosas y, algunos, de pequeñeces despreciables. Estas cualidades, estos defectos, Florence Trystam los presenta sin juzgar, simplemente, relatando hechos; no juzga. Ni moralista ni novelista, pero historiadora rigurosa, cuenta los hechos”.
Florence Trystam no se contenta con referirnos la historia de aquel capítulo admirable de la historia de la ciencia. Nos ofrece igualmente mil detalles de la geografía, de la historia, de la vida cuotidiana de los habitantes de la Real Audiencia de Quito en ese siglo 18 y con los que los Académicos debieron tratar diariamente. Así, vemos desfilar en esas páginas personajes tan variados: los representantes de la monarquía española, notables criollos junto a algunos comprometidos ya en una lucha contra una autoridad que aceptan mal; pero, sobre todo, apreciamos la condición de las clases modestas y abandonadas. Descubrimos la situación de los indígenas que habitaban los campos, las selvas, pues varios miembros penetraron por diversos lados, en las selvas del Ecuador, del Perú, de Bolivia, Brasil. Es posible que al referirse a capítulos tan complicados de nuestra geografía, de nuestra historia, por motivos fáciles de comprender, se hayan deslizado ciertas confusiones, que se hayan alterado algunos nombres geográficos, que algunas apreciaciones sean discutibles. Todo esto se explica cuando se debe trabajar sobre un país tan lejano. Estos detalles me han dado la oportunidad de añadir algunas Notas a mi traducción española.
El Proceso de las Estrellas fue publicado en 1979, se comprenderá así el interés que ofreció cuando se preparaba ya la conmemoración de los 250 años (1736-1986) de la histórica misión y que tan solemnemente se recordó en París, en Quito. En el Instituto de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad de París X-Nanterre, el Centro de Estudios Ecuatorianos organizó un Coloquio Internacional (22-23 de noviembre de 1985), en que participaron destacados americanistas de varios países. Más solemne, la Academia de Ciencias de París organizó también un coloquio oficial (29-31 de enero de 1986), al que asistieron científicos de Europa y de otros continentes.
¡Qué experiencias humanas y qué descubrimientos insospechados cada día (o cada noche) nos golpean en esta vida de París! Era la década del 60. Una encantadora pareja franco-ecuatoriana nos invitó a una cena quiteña. Una joven invitada, universitaria ávida de exotismo nos deleitó con su conversación. Según propia confesión, vacilaba aún en qué sentido orientaría sus investigaciones científicas. Buscaba algo novedoso, exótico, lejano. Preocupado yo mismo a dar término a mi primer libro de “Viajeros Franceses al Ecuador” , entre los que había marinos, pintores que visitaron nuestro país, entusiasmado entonces por la cantidad de publicaciones que nos dejaron los miembros de la Misión Geodésica y que yo consultaba en la Biblioteca Nacional, a la confesión espontánea de la joven francesa, sin mayor convicción, para no quedar callado, recuerdo le dije -por decir algo- ¿por qué no investiga en la Biblioteca Nacional, en la Academia de Ciencias la obra monumental que nos han dejado los Geodésicos que viajaron al Ecuador en el siglo 18? Silencio… No hubo ninguna reacción. Ningún comentario. Siguió amena, interminable nuestra conversación. Nos despedimos. Guardé sí el nombre y la dirección de Florence Trystram.
Se comprenderá así mi emoción cuando casi veinte años después tenía en mis manos Le Procès des Etoiles. Tengo la seguridad de que el lector de este libro (y mejor si lo lee en francés), al terminar esta lectura tendrá análoga emoción y hará suyas estas palabras con que Haroun Tazzieff concluye su prólogo: “Terminé el Proceso de las Estrellas con la sensación muy agradable de haber aprendido mucho, mientras que, salvo excepciones muy raras, la lectura de una novela me hace lamentar el haber perdido horas… Ahora bien, después del amor y la amistad, el tiempo es la más preciosa de las cosas. ¡Gracias, Florence!”
Sí, ¡gracias, Florence! Por aquella noche parisiense, ya lejana; por las horas, los días que te he acompañado espiritualmente al recorrer tus páginas en francés para darles vida nueva en español; y porque me escribiste un día: “… grand merci pour avoir traduit ce libre. Avec toute mon amitié! - Florence Trystram”.
Colombes, a 11 de Noviembre de 2000
Señor Jean-Louis Pandelon
Director de la Revista
“France-Ecuador”
Quito.-
Señor Director y distinguido amigo:
En la revista “France-Ecuador”, página 8 del número 3*, se anuncia la publicación del libro “El Proceso de las Estrellas”, traducción de “Le Procès des Etoiles”, cuya autora es la escritora francesa Florence Trystram y no Trystaram, como se lee en el tercer párrafo de esa página.
En primer lugar, deseo felicitarle por haber conservado el título exacto de mi traducción, “El Proceso de las Estrellas”, y no como se lee en el título de la edición “El Proceso con las Estrellas”.
En mi condición de traductor de este libro, luego de una atenta lectura de la edición en español en que se ha alterado grotescamente el texto original de mi traducción, me permito remitirle algunas APUNTACIONES sobre cierta malhadada “corrección de estilo”. Le ruego, Señor Director, que en un próximo número de su revista se publiquen estas APUNTACIONES.
Felicitándole muy sinceramente por este valioso número, que se añade a los anteriores, y que servirá para acrecentar las relaciones culturales franco-ecuatorianas, al mismo tiempo que será una fuente de ilustración para sus lectores, le pido aceptar el testimonio de mi alta consideración y amistad.
Doctor A. Darío Lara
*Para una mejor comprensión de este texto inédito “Apuntaciones sobre una corrección de estilo”, reproducimos como anexo, el texto que fue publicado por A. Darío Lara, en la revista “France-Ecuador, les droits de l’homme” N° 1; Páginas 149-152.
El día jueves, 2 de diciembre de 1999, según informó la prensa local (EL COMERCIO, Quito, 3 de diciembre), en la Editorial “Libri Mundi”, se presentó en la traducción al español el libro Le Procès des Etoiles, de la escritora francesa Florence Trystram. Es de lamentar que en aquella crónica, que ocupa casi una página, por nueve veces se altere así el nombre de la autora, pues se lee Trystam y no, como es correcto, Trystram. Tal error se comete en otras publicaciones.
Esperado desde muchos años, como recuerdo en la Presentación de dicho libro (páginas 9-13), tuve el privilegio de participar en alguna forma en tal acontecimiento, pues me ocupé de la traducción de esta obra y añadí, para mejor comprensión de su lectura, algunas Notas del Traductor (páginas 347-362). Estas circunstancias me han permitido mantener estrechas relaciones con Florence Trystram, desde aquella fecha inolvidable que he mencionado y, más de una vez, hemos hablado del tema de su libro; tema, además, que ha sido objeto de numerosos trabajos en mis largos años de docencia universitaria.
Tan pronto como llegó a mis manos el primer ejemplar en español, mi atención se fijó en el título del libro. Con extrañeza, diré con mucho desagrado, vi que se había modificado el título español que, de acuerdo con Florence, yo había dado: El Proceso DE las estrellas, que corresponde mejor al título francés Le Procès des Etoiles y no como se ha escrito El Proceso CON las estrellas.
Es regla esencial en toda traducción que al traducir un texto si se procede a su reproducción en el idioma de origen no se altere su significación inicial. Si traducimos El Proceso CON las estrellas, en francés tendríamos Le Procès AVEC les étoiles.
La proposición DE en español y en francés indica: posesión, pertenencia, propiedad; la preposición CON indica: medio, modo, instrumento y su empleo no es indiferente, pues cambia el significado de un texto. Imaginemos un momento que El proceso DE Nuremberg, el proceso DEL stalinismo, se tradujera al francés: Le procès AVEC Nuremberg, Le Procès AVEC le stalinisme… Conversando con un colega, especialista del idioma, con cierta irónica sonrisa repetía “un non sens”… un disparate, un absurdo… Como sería en español eso de El proceso CON Nuremberg, El Proceso CON el stalinismo, El Proceso CON las estrellas. Además que este monosílabo CON, entre gente de cierta corrección, se recomienda no usarlo en francés.
Del mismo modo, he visto modificado, sin razón alguna, el título de mi Presentación. Yo escribí: “Un gran libro EN una gran fecha” y se ha alterado así: “Un gran libro PARA una gran fecha”. Al escribir mi texto, mi intención era (y es) destacar la coincidencia de la gran fecha de 1989, segundo centenario de la Revolución Francesa, y la publicación del libro de Florence Trystram; coincidencia que requiere la preposición EN. Muy diferente el sentido si se emplea la preposición PARA, que indica destino, movimiento, finalidad, causa… Como se verá dos ideas diferentes según el empleo de una u otra preposición.
Por la enseñanza de especialistas del idioma español (pienso en uno de ellos al que tuve como profesor en la Facultad de Letras, el ilustre maestro, gran conocedor del idioma, Justino Cornejo), una de las mayores dificultades que ofrece nuestro idioma, si no la mayor, no es como se cree la conjugación de los verbos irregulares; no la armonía o concordancia de las formas verbales en la sintaxis castellana, etc., sino el correcto uso de las preposiciones, esas pequeñas partículas, a veces monosílabas, que pueden modificar completamente el sentido de una frase, de un texto. Cierto autor, comparando las nueve partes de la oración a una familia gramatical, de la preposición, muy graciosamente afirma: “… notario público que da fé de las relaciones existentes entre las partes de la oración… en la que el verbo es el monarca, aunque a veces va oculto”.
Se comprende entonces por qué la Real Academia Española en su Gramática consagre un capítulo especial al uso de las preposiciones, cómo deben regir a ciertos verbos en tal o cual subordinación o coordinación de la sintaxis castellana; “del uso y significación de las preposiciones – lista de palabras que se construyen con preposiciones”, (páginas 206 a 245 del ejemplar que guardo en mi biblioteca).
Felizmente, mi texto “Un gran libro EN una gran fecha” ha sido ya publicado con anterioridad en la valiosa revista “FRANCE-ECUADOR”, (No.1, en 1998); revista que gracias a la Alianza Francesa, a los Servicios Culturales de la Embajada de Francia ha llegado a muchos países, en todos los continentes. De este modo, tendrán buena lectura.
Pero, es hora ya de revisar el texto mismo del libro. Desde la primera página veo que mi traducción de la cita de Paul Valéry ha merecido una “corrección”. La frase “la historia es una relación…”, se corrige por “la historia es un relato”. Estos dos términos pueden, a veces, usarse indistintamente y la definición que de ellos da la Academia es muy similar. Sin embargo, en virtud de lo que los especialistas del idioma llaman la especialización de las palabras (porque no existen sinónimos perfectos), no es indiferente emplear relación o relato. Así, diremos que nuestro gran José de la Cuadra escribió relatos, que es un relatista. No sería correcto decir que José de la Cuadra escribió relaciones; que es un relacionista. El término relato tiene una acepción especial, se ha especializado y en la historia literaria da la idea de una composición específica, como el cuento, la leyenda, el relato.
Por mi larga experiencia docente en dos Universidades parisienses y con varios colegas (siguiendo programas establecidos por la Sorbona), frecuentemente hemos inscrito en los programas de estudios literarios, temas como: “Las relaciones de los Cronistas de Indias…”, “Relaciones de Viajeros del siglo 17”, etc. No habría venido a nuestra mente hablar de los “Relatos de los Cronistas de Indias…”, etc. Tengo precisamente a la vista uno de los libros más completos acerca de estos estudios y compruebo que todos los capítulos llevan como títulos: “Relaciones de…”. Por consiguiente, bien pudo dejarse el término relación, que es la esencia del libro de Florence Trystram y nada gana el estilo con el empleo de relato.
Este celo por la “corrección de estilo” va hasta a modificar citas de notables autores, lo que de ninguna manera es aceptable, así se compruebe algún error, el mismo que bien puede señalarse, pero sin alterar el texto original. En la página 350, se corrige una cita nada menos que de González Suárez, quien menciona “… la Real Academia de las Ciencias de París”. En su brillante estudio “Les relations culturelles Franco-Equatoriennes”, (Cahiers des Amériques Latines; Paris, 1965, página 115), Jorge Carrera Andrade más de una vez se refiere a la obra de los Geodésicos Franceses en la “Real Audiencia de Quito”; algunas veces – para la mejor comprensión de sus lectores extranjeros, menciona la llegada de esos sabios “al Ecuador”, o “su presencia en el Ecuador”. Para el conspicuo “corrector de estilo” es intolerable eso de Ecuador que escribió nuestro gran poeta y corrige con “la Real Audiencia de Quito”. Seguramente el estilo ha ganado sustancialmente.
Mucho más grave y considero como un grave atentado contra la historia, contra la Patria, es la alteración fundamental, en la página 357, de una cita del notabilísimo historiador, defensor de nuestros derechos, Don Carlos Manuel Larrea. Que se compare el texto original que ofrecí, tomado de su libro “La Real Audiencia de Quito y su Territorio”, (Casa de la Cultura Ecuatoriana; Quito, 1963, págs. 76-77), y el que se ofrece luego de una “corrección de estilo”:
Texto de Carlos Manuel Larrea:
“ … En 1707 aparece el más importante mapa de
principios del siglo. Tiene capital trascendencia,
tanto para la historia de la geografía de la Real
Audiencia de Quito, particularmente de la
Región Oriental del Ecuador, como para la
determinación de las zonas hasta donde se
extendió la conquista territorial y la evangelización
quiteña en la Hoya Amazónica ; y, por consiguiente,
hasta donde llegaron los límites de la Audiencia,
de conformidad con la Cédula de su erección.
Esta carta geográfica es la delineada por el Padre
Jesuita Samuel Fritz”.
Texto mutilado:
“En 1707 aparece el más importante mapa
de principios del siglo. Tiene capital
transcendencia, tanto para la Historia de
la geografía de la Real Audiencia de
Quito, particularmente de la región
Oriental, como para la determinación de
las zonas hasta donde se extendió la
conquista territorial y la evangelización
quiteña, señalando los límites de la
Audiencia, de conformidad con la Cédula
de su erección. Esta carta geográfica es la
Delineada por el Padre Jesuita Samuel
Fritz”.
“ … En 1707 aparece el más importante mapa de
principios del siglo. Tiene capital trascendencia,
tanto para la historia de la geografía de la Real
Audiencia de Quito, particularmente de la
Región Oriental del Ecuador, como para la
determinación de las zonas hasta donde se
extendió la conquista territorial y la evangelización
quiteña en la Hoya Amazónica ; y, por consiguiente,
hasta donde llegaron los límites de la Audiencia,
de conformidad con la Cédula de su erección.
Esta carta geográfica es la delineada por el Padre
Jesuita Samuel Fritz”.
Texto mutilado:
“En 1707 aparece el más importante mapa
de principios del siglo. Tiene capital
transcendencia, tanto para la Historia de
la geografía de la Real Audiencia de
Quito, particularmente de la región
Oriental, como para la determinación de
las zonas hasta donde se extendió la
conquista territorial y la evangelización
quiteña, señalando los límites de la
Audiencia, de conformidad con la Cédula
de su erección. Esta carta geográfica es la
Delineada por el Padre Jesuita Samuel
Fritz”.
¿Con qué autoridad se osa modificar así un texto fundamental y desfigurar el sentido de la historia? No es porque circunstancias adversas han llevado a capitulaciones vergonzosas y cercenado injustamente gran parte del territorio nacional, para que se olviden capítulos gloriosos de nuestra historia. El texto del ilustre patricio y notable historiador Don Carlos Manuel Larrea no es sino la evocación de un hecho extraordinario llevado a cabo por Quito y que no se debe olvidar. Ultimamente lo ha recordado también y muy brillantemente, en un libro admirable el Embajador Doctor Marcelo Fernández de Córdoba, cuando escribe:
“… La antigua capital de los Shyris sería la escogida por la Providencia para incorporar al mundo conocido la inmensa región del Río de las Amazonas. De sus palacios y de sus conventos saldrían nuevos expedicionarios y evangelizadores que fundarían ciudades y civilizarían a sus habitantes…” (ITAMARATY: Seiscientos veinte días por la paz”. Talleres de VO Gráficos; Quito, 1998).
Texto que no es sino una evocación de las frases del ilustre Cronista y que en letras de oro se leen en los muros de la Catedral quiteña: “Bien se podría gloriar Babilonia de sus muros; Nínive de sus grandeza; Atenas de sus letras, Constantinopla de su imperio, que Quito las vence a todas por llave de la Cristiandad y por conquistadora del mundo. Pues a esta Ciudad pertenece el descubrimiento del gran Río de las Amazonas”.
Este prurito de “corrección de estilo” va hasta a corromper el nombre de uno de los miembros de la Misión del siglo 18, (o es una ignorancia de la historia…). En mi texto original se lee el nombre exacto de uno de los marinos españoles, Don Jorge Juan de Santacilia. Seguramente por mejorar el estilo, en la página 348 se lee “Jorge Juan de Santacilla”. Habría sido preferible silla, ¡con lo que este modesto útil quedaba santificado!
Del mismo modo, en mi texto original escribo que Jean Godin des Odonais era primo hermano del académico Louis Godin. En la página 29 se lee “sobrino de Louis Godin”. Yo también, siguiendo a historiadores mal informados, algún tiempo había creído en esta relación familiar. Pero, hace algunos años, consultando documentos originales que me proporcionaron en Saint-Amand (ciudad de origen de Jean Godin des Odonais), pude comprobar que los padres de Louis y Jean eran hermanos; por consiguiente, ellos eran primos hermanos. Esto es historia fundada en documentos auténticos que deben respetar quienes ninguna preparación anterior les autoriza para tales “correcciones de estilo”.
No sería de extrañar que si un tal Miguel de Cervantes hubiera presentado para una “corrección de estilo” la primera frase de cierto libro: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo…”, leeríamos modificado dicho texto, por ejemplo: “En cierto pueblo de la Mancha que prefiero no recordar, hace mucho tiempo vivía un hidalgo…”; o, tal vez: “En algún sitio de la Mancha, que no voy a mencionar, son ya muchos años, vivía cierto hidalgo…”. Gracias a tan brillantes modificaciones de estilo, la obra inmortal, sin duda, sería más inmortal aún.
Este jueguito intrascendente de cambio de términos, que en nada mejora el estilo, y a veces más bien altera el texto original, como vamos a ver a continuación, comprobamos en las 364 páginas del libro. Que juzgue el lector.
Mi traducción del francés:
- interés por el viaje
- pensaba tan sólo dar un ejemplo
- con enorme sorpresa.
- avanza en una tierra virgen
- he reiniciado mis investigaciones
- su vida personal
- (la) historiadora cuenta hechos
- en las selvas del Ecuador
- dichos fantasmas han tomado una forma
- yo buscaba a científicos
- espejos de inteligencia y razón
- he encontrado un país
“corrección de estilo”:
- interés en el viaje
- sólo pensaba dar un ejemplo
- con gran sorpresa
- avanza en tierra virgen
- retomé (sic) mis investigaciones
- su viaje personal (la autora habla de vie, no de voyage)
- la historiadora da cuenta de…
(la autora emplea el verbo rapporter, contar, referir, no rendre compte, dar cuenta)
- en la jungla del Ecuador
- esos fantasmas fueron tomando forma
- buscaba científicos (es un caso muy claro, según la Academia de la Lengua, en que al acusativo o complemento directo debe preceder la preposición a: “delante de términos que expresen personalidad”)
- espejos de inteligencia y la razón
- encontré un país
Aquí aprovecho para dar al corrector de estilo una lección de gramática castellana de 2° Curso de Secundaria. La erudita autora francesa casi siempre en su bello texto emplea el passé composé, que en español corresponde al pretérito perfecto según la Academia, o al antepresente, para Andrés Bello. Es conocido que, con o sin razón, el passé simple (pretérito indefinido) en francés ha caído casi en desuso. Yo traduzco siempre el passé composé con el pretérito perfecto y con mucha razón.
Vengo ahora a lo esencial de mi lección. Según la misma Academia, no es indiferente el uso del pretérito perfecto o del pretérito indefinido. Así, viví en Londres o he vivido en Londres, tienen una significación diferente. En el primer caso, la acción pasada está terminada. Punto final. En el segundo caso, la acción es también pasada; pero, por diversas circunstancias esta acción tiene aún una permanencia, una influencia en el presente. Del mismo modo, es diferente la idea de: leí este libro o he leído este libro; he encontrado un país o encontré un país.
Por lo tanto, las centenares de veces que para “corregir el estilo” se modifica mi pretérito perfecto y se emplea el pretérito indefinido, se incurre en un yerro gramatical y en nada ha ganado (en vez de ganó) la belleza del estilo.
Una segunda lección de gramática. Se emplea el signo ortográfico o tilde en algunas palabras homógrafas (que tienen la misma escritura y distinto significado), como en: él, tú (pronombres), sé (verbo), sí (adverbio), más (adverbio), etc. El uso de la tilde o acento diacrítico (del griego διά, a través y de χρίνω, separar, distinguir), sirve para distinguir la naturaleza de las palabras: el (artículo), tu (adjetivo), se (pronombre), si (conjunción), mas (conjunción). Del mismo modo, para distinguir del adjetivo solo (voy solo, sola, solos, solas) del adverbio sólo, tan sólo, se usa el acento diacrítico. No ignoro que modernamente ha caído algo en desuso este acento en el adverbio. La misma Academia de la Lengua en su Diccionario hace la diferencia entre el adjetivo y el adverbio. Fiel a los clásicos, a Montalvo, Zaldumbide, Cornejo…, seguiré usando el acento diacrítico en los adverbios sólo, tan sólo, como lo uso en él, tú, sí, más… en los casos que he señalado.
Ergo, no acepto que en mi texto original, so color de “corrección de estilo”, se suprima este acento en los adverbios sólo, tan sólo.
“Nunca dos sin tres” se dice comúnmente. Así que va a continuación una tercera lección gramatical. Se trata del uso de las conjunciones adversativas pero y sino.
Si en mi texto traducido el “corrector de estilo” hubiera encontrado una frase como la siguiente u otra análoga: “No le respetará ciertamente por un principio de justicia, pero le respetará por una razón de utilidad y conveniencia…”, seguramente, como se ve en cien casos en el texto de mi traducción, habría rayado, suprimido, reemplazado este horrible pero, y empleado la conjunción sino.
(1) Sepa antes el erudito corrector de “estilo” que la frase anterior no es mía, sino (pero) del ilustre Jovellanos (1) y la Academia de la Lengua la trae en su gramática para indicar que en algunos casos, en “este ejemplo se ve que sino es equivalente a pero…” Digo en algunos casos, como ocurre en los que ofrezco en la traducción del libro de Florence Trystram. (1)Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811).
Evidentemente hay casos en que la conjunción adversativa sino no puede reemplazar a la otra, pero; así en: “te esperé, pero no viniste”; “se presentó al examen, pero no fue admitido”. En cambio en frases como: “fulanito cometió este error no fue por malicia, pero o sino por ligereza u olvido”; es indiferente según la doctrina de la Academia el empleo de una u otra conjunción.
No entraré aquí en mayores detalles; pero, a quienes asumen el fácil oficio de “zoilos” (cuando no pueden ofrecer ninguna obra personal), es aconsejable revisar antes en la gramática castellana el complicado capítulo – entre otros – de “la coordinación adversativa y correctiva”, en la sintaxis de las oraciones compuestas.
Esta revisión de la gramática se acomoda bien con el pensamiento de uno de los eximios autores del idioma, Rufino José Cuervo, quien en la primera página de una obra maestra no enseña que:
“Es el bien hablar (y escribir) una de las más claras señales de la gente culta y bien
nacida… de ahí el empeño con que se recomienda el estudio de la gramática…”
(APUNTACIONES SOBRE EL LENGUAJE BOGOTANO; 7ª. edición – Bogotá, 1939).
Se comprenderá también por qué a estas sencillas observaciones gramaticales he querido dar el consagrado título de Apuntaciones, empleado por Cuervo, el ilustre colombiano que con Andrés Bello son los más altos exponentes del culto del idioma español en nuestra América.
Regresando a las “correcciones de estilo” que mencioné en página anterior, debo señalar que están tomadas del texto español, en: Presentación, páginas 9-13; Prefacio de Haroum Tazieff, páginas 17-24, y en Notas del Traductor, páginas 347-362. No cometeré la grosería de martirizar al lector con la lista innumerable que podría establecer en las páginas 27 a 345 que comprende el texto traducido de El Proceso de las Estrellas. Sin embargo, me limitaré a dar unos pocos ejemplos para que se pueda apreciar así el admirable trabajo asumido en esta “corrección de estilo”.
Mi traducción del francés:
- el siglo XVIII marca un viraje.
- es verdad
- para solamente terminar a pie
- midiendo uno después de otro los ángulos
- poco a poco la Rochelle desaparece
- apenas se divisa la costa
- el primero la Condamine
- ya entregado hacia la aventura
- cuya marcha permite esperar
- una tropa poco ordinaria
- cuyos bagajes se amontonan
- la misión está formada
- en total diez hombres
- y una montaña de bagajes
- y cuyo único título es el de primo de uno de los Académicos
“corrección de estilo”
- el siglo XVII (sic) marca un… (pág.27, un error histórico)
- es cierto (en el original, vraie)
- para sólo entonces terminar
- midiendo uno tras otro los ángulos (la autora emplea après y no derrière)
- La Rochelle desaparece poco a poco
- la costa se divisa apenas
- la Condamine el primero
- ya entregado a la aventura (el original: vers l’aventure)
- cuya marcha permite suponer (el original: permet d’espérer ; no supposer)
- una tropa poco común (el original: peu ordinaire)
- se amontona el equipaje (les bagages en el original)
- la misión lo conforman (sic) (elle se compose, en el original)
- diez hombres en total
- y una montaña de fardos (en el original bagages y no fallots)
- y cuyo único mérito es el de ser sobrino y llevar su apellido (mencioné anteriormente que Jean Godin des Odonais Era primo hermano de Louis Godin, no su sobrino).
No continuaré en tan aburrida enumeración de “correcciones” en apenas tres páginas (31-33) del texto español; se puede imaginar las páginas que tendría que añadir si debiera examinar hasta la 345 del texto de Florence Trystram. Debo recordar que desde el primer momento que comprobé tales “correcciones” me dirigí a los responsables de la edición y escribí: “Rechazo rotundamente las modificaciones en los dos textos de mi autoría: Presentación y Notas del Traductor. Cualesquiera que sean los títulos universitarios o académicos de quien procedió a tales alteraciones, por elemental sentido ético, no podía obrar de este modo sin mi debida autorización… Por otra parte, a una serie inconsulta, abusiva de alteraciones de términos, de sinónimos más o menos adecuados y de conformidad con el texto original, se han cometido intolerables mutaciones en citas de ilustres historiadores y académicos ecuatorianos; inclusive se encuentran yerros gramaticales, errores históricos que vuelven el libro poco recomendable para personas ilustradas o estudiantes universitarios… Es de lamentar que quien procedió en tal trabajo de “corrección de estilo” ignorara un consejo, mejor, una directiva de un notabilísimo miembro de la Academia Francesa, ilustre filósofo por añadidura y considerado como los mayores del siglo XX:
“Se debe comprender un libro (un estudio) de un autor como lo ha comprendido él mismo; porque es así como lo ha escrito … cuando se quiere comprender un libro (un estudio), se debe penetrar en el espíritu de aquel que lo ha escrito” (Jean Guitton, en PORTRAIT DE M.POUGET; Gallimard, París, 1941).
No acostumbro dar a la “corrección de estilo” ninguno de mis escritos, hace muchos años ya, desde que uno de mis notables profesores de letras, en clase de bachillerato, calificó alguna de mis disertaciones con la nota 19 y de su puño y letra escribió: “felicitaciones por su trabajo; estilo depurado, elegante; ideas bien expresadas. Trabajo de alto valor literario”.
Que se haya “corregido el estilo” de mi original español, traducción El Proceso de las Estrellas, como pomposamente (o más bien jocosamente) se lee en las primeras páginas, es absolutamente irrisorio. No basta el cambio de unos términos para modificar un estilo, o sea “la manera de escribir o hablar, el carácter propio que da a sus obras un autor”, nos enseña la Academia de la Lengua.
Y para el colmo de todo lo anterior, es de lamentar que hasta en la cubierta posterior del libro, en el texto titulado NARRATIVA se cometa un doble atentado: contra la gramática y contra la historia. Contra la gramática. En efecto, en la quinta línea leemos: “Se prevee que la expedición dure algunos meses…” No existe en español el verbo preveer. Se ha violado así una regla elemental de la gramática: “todo verbo compuesto se conjuga como el simple del que se forma”. Ejemplos: prever de ver, contratar de tratar, revivir de vivir, etc. Luego: veo, ves, ve… preveo, prevés, prevé. ¡Elemental!
Atentado contra la historia. Al final del texto leemos: “Sólo dos de ellos, después de muchos años de adversidad, conservarán la voluntad para arrancarse (a) su sueño y regresar a Francia. Los otros morirán en accidentes, enfermos o presos de la locura y la decadencia…”
Completamente falso. Regresaron Pierre Bouguer, Louis Godin, Charles de la Condamine, Joseph Jussieu, en verdad muy enfermo; regresaron los dos marinos españoles, Antonio de Ulloa y Jorge Juan de Santacilia; regresaron Jean Godin des Odonais y el ingeniero Verguin, como muy bien menciona Florence Trystram, en la página 29. Entonces, ¿en dónde están los ótros: los enfermos, los presos de la locura y de la decadencia?
En la página 356 de mis Notas del Traductor se puede leer: “Es innegable que los Académicos sufrieron mucho de los rigores de un clima al que no estaban acostumbrados. Sin embargo, aparte de Couplet que murió víctima de una enfermedad, de Senièrgues y Hugot de consecuencias de accidentes, los Académicos que regresaron a Francia, como los dos marinos españoles, prolongaron su vida más allá del término medio de ese siglo: la Condamine murió a los 73 años (1701-1774), Louis Godin a los 56 (1704-1760), Bouguer a los 60 (1698-1758), y Jussieu quien más sufrió por sus expediciones científicas, murió a los 75 años (1704-1779)”. Finalmente, Jean Godin des Odonais que contrajo matrimonio con la riobambeña Isabel de Grandmaison (y no Louis Godin, el jefe de la Misión como ha escrito un historiador nacional, murió en su ciudad natal, Saint-Amand, a los 80 años (1712-1792). ¡Nada más sencillo como la historia auténtica!
Para concluir. No creo que mi traducción del libro de Florence Trystram sea perfecta. Toda obra humana, sobre todo tratándose de una obra literaria, es perfectible. Estas páginas seguramente podrían también perfeccionarse. No extraña por lo mismo que sea indispensable una corrección inteligente y completa de “El Proceso de las Estrellas” tal como se presenta ahora, para ofrecerlo a la lectura de un público culto; para dar una idea del alto valor literario que se admira en las páginas del original francés.
Para suprimir una coma o reemplazarla con una y; para cambiar un epíteto antes o después del nombre; preferir tal o cual sinónimo; más aún, para alterar o remejer una frase entera, fácil habría sido ponerse de acuerdo con el autor de la traducción y, sobre todo, para revisar errores que se han cometido al modificar el original. A menos que la preocupación primordial haya sido justificar, por tan acuciosa corrección de estilo, el pago de unos cuantos centavos. En este caso, recordando a Montalvo, “es convertir la pluma en cuchara”.
A. Darío Lara
miembro de la Academia Nacional de Historia, la Academia Ecuatoriana de la Lengua
Le Chêne-aux-Dames (octubre, 2000)
A N E X O
EL PROCESO DE LAS ESTRELLAS
A. Darío Lara
La bibliografía ecuatoriana se enriqueció en 1979 con un gran libro, Le Procès des Etoiles (El Proceso de las Estrellas), de Florence Trystam. En la introducción escribe: “Cuando me interesé por el viaje realizado al Ecuador para medir allá un grado del meridiano terrestre, pensaba tan sólo dar un ejemplo de aquel nuevo estado de espíritu de los científicos. Con enorme sorpresa descubrí, al sumergirme en los archivos, un viaje excepcionalmente rico y digno de las más copiosas novelas de aventuras. Por añadidura, nunca nadie parecía haberse interesado por tal aventura y experimentaba la misma exaltación del explorador que avanza en una tierra virgen”.
Este sentimiento le llevó, después de preparar una tesis sobre la historia de las ciencias, que defendió en la Universidad de París I, bajo la dirección del profesor Jacques Roger, a escribir este libro: “pues, confiesa, los fantasmas que había despertado no se han dejado enterrar en su tumba. De tal modo me han perseguido que he reiniciado mis investigaciones. Y, poco a poco, dichos fantasmas han tomado una forma. Yo buscaba a científicos, espejos de inteligencia y de razón, he encontrado a hombres embriagados por la vida: buscaba la longitud de un meridiano, un alineamiento de cifras, he encontrado un país que encendió sus almas”.
Por estas frases se comprenderá aquel entusiasmo, aquella devoción con que Florence Trystram se ha consagrado a la escritura de un libro que le ha llevado más de tres años de sus investigaciones: entusiasmo y devoción que me ha comunicado en los meses que me he dedicado a traducirlo al español.
El Proceso de las Estrellas es una obra valiosa en que la historia y la novela se combinan admirablemente. Sobre bases históricas de un hecho de tanta trascendencia en el siglo 18, Florence nos ofrece -bajo delicadas vestiduras de novela- una síntesis con todas las peripecias y; sin ocultar las dificultades, los heroísmos de aquel viaje. El lector podrá seguir el desarrollo de las múltiples actividades de los geodésicos, acompañará a cada uno de ellos, de sus ayudantes, en su vida personal, con todos sus problemas, sus heroísmos, sus cobardías. Justamente, Haroun Tazief escribe en el prólogo: “A lo largo de su fascinante relación, Florence nos ha descubierto, poco a poco, tales como eran verdaderamente, no héroes, no científicos descarnados, pero humanos con sus cualidades y sus defectos, capaces de proezas las más asombrosas y, algunos, de pequeñeces despreciables. Estas cualidades, estos defectos, Florence Trystam los presenta sin juzgar, simplemente, relatando hechos; no juzga. Ni moralista ni novelista, pero historiadora rigurosa, cuenta los hechos”.
Florence Trystam no se contenta con referirnos la historia de aquel capítulo admirable de la historia de la ciencia. Nos ofrece igualmente mil detalles de la geografía, de la historia, de la vida cuotidiana de los habitantes de la Real Audiencia de Quito en ese siglo 18 y con los que los Académicos debieron tratar diariamente. Así, vemos desfilar en esas páginas personajes tan variados: los representantes de la monarquía española, notables criollos junto a algunos comprometidos ya en una lucha contra una autoridad que aceptan mal; pero, sobre todo, apreciamos la condición de las clases modestas y abandonadas. Descubrimos la situación de los indígenas que habitaban los campos, las selvas, pues varios miembros penetraron por diversos lados, en las selvas del Ecuador, del Perú, de Bolivia, Brasil. Es posible que al referirse a capítulos tan complicados de nuestra geografía, de nuestra historia, por motivos fáciles de comprender, se hayan deslizado ciertas confusiones, que se hayan alterado algunos nombres geográficos, que algunas apreciaciones sean discutibles. Todo esto se explica cuando se debe trabajar sobre un país tan lejano. Estos detalles me han dado la oportunidad de añadir algunas Notas a mi traducción española.
El Proceso de las Estrellas fue publicado en 1979, se comprenderá así el interés que ofreció cuando se preparaba ya la conmemoración de los 250 años (1736-1986) de la histórica misión y que tan solemnemente se recordó en París, en Quito. En el Instituto de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad de París X-Nanterre, el Centro de Estudios Ecuatorianos organizó un Coloquio Internacional (22-23 de noviembre de 1985), en que participaron destacados americanistas de varios países. Más solemne, la Academia de Ciencias de París organizó también un coloquio oficial (29-31 de enero de 1986), al que asistieron científicos de Europa y de otros continentes.
¡Qué experiencias humanas y qué descubrimientos insospechados cada día (o cada noche) nos golpean en esta vida de París! Era la década del 60. Una encantadora pareja franco-ecuatoriana nos invitó a una cena quiteña. Una joven invitada, universitaria ávida de exotismo nos deleitó con su conversación. Según propia confesión, vacilaba aún en qué sentido orientaría sus investigaciones científicas. Buscaba algo novedoso, exótico, lejano. Preocupado yo mismo a dar término a mi primer libro de “Viajeros Franceses al Ecuador” , entre los que había marinos, pintores que visitaron nuestro país, entusiasmado entonces por la cantidad de publicaciones que nos dejaron los miembros de la Misión Geodésica y que yo consultaba en la Biblioteca Nacional, a la confesión espontánea de la joven francesa, sin mayor convicción, para no quedar callado, recuerdo le dije -por decir algo- ¿por qué no investiga en la Biblioteca Nacional, en la Academia de Ciencias la obra monumental que nos han dejado los Geodésicos que viajaron al Ecuador en el siglo 18? Silencio… No hubo ninguna reacción. Ningún comentario. Siguió amena, interminable nuestra conversación. Nos despedimos. Guardé sí el nombre y la dirección de Florence Trystram.
Se comprenderá así mi emoción cuando casi veinte años después tenía en mis manos Le Procès des Etoiles. Tengo la seguridad de que el lector de este libro (y mejor si lo lee en francés), al terminar esta lectura tendrá análoga emoción y hará suyas estas palabras con que Haroun Tazzieff concluye su prólogo: “Terminé el Proceso de las Estrellas con la sensación muy agradable de haber aprendido mucho, mientras que, salvo excepciones muy raras, la lectura de una novela me hace lamentar el haber perdido horas… Ahora bien, después del amor y la amistad, el tiempo es la más preciosa de las cosas. ¡Gracias, Florence!”
Sí, ¡gracias, Florence! Por aquella noche parisiense, ya lejana; por las horas, los días que te he acompañado espiritualmente al recorrer tus páginas en francés para darles vida nueva en español; y porque me escribiste un día: “… grand merci pour avoir traduit ce libre. Avec toute mon amitié! - Florence Trystram”.
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