Por Catherine Lara*
A pesar de ser relativamente reciente, el tema de la arqueología amazónica ha conocido ya múltiples episodios, dentro de lo que se constituyó como un acalorado debate en torno a la naturaleza de las sociedades estudiadas. Desde un comienzo, en eco a las propuestas de Steward, quien definía la poca fertilidad de los suelos amazónicos como un obstáculo para la productividad agrícola, investigadores tales como Betty Meggers sugirieron que la fuerte presencia en la selva de terra firme –o suelos altamente ácidos- , explicaría la poca complejidad social alcanzada por los Amazónicos. En reacción, Lathrap, Carneiro, Gross y Chagnon plantearon al contrario que la proteína animal era en realidad la principal base de sustento de los habitantes de la zona, por lo cual debía considerarse como punto de entrada al estudio de posibles casos de complejidad social, a los que –según estos autores- no se podía descartar (Rostoker, 2005).
Sin embargo, dos observaciones vinieron a cuestionar estas propuestas: en primer lugar, la diferencia radical existente entre las poblaciones amazónicas actuales (citadas como ejemplos por los modelos previamente señalados) y las culturas precolombinas amazónicas, cuestiona aquí cualquier tipo de inferencia de tipo etnoarqueológico. De hecho, se ha demostrado que la práctica del roce y quema por ejemplo, se empezó a generalizar con la llegada de los Europeos (Erikson, 2003). En segundo lugar, se comenzó a cuestionar el determinismo ecológico implicado por las teorías expuestas más arriba. Como consecuencia, esta dicotomía várzea (tierrra fértil)/ terra firme dentro de la clasificación de los suelos amazónicos, fue finalmente abandonada, a medida que los estudios geológicos adquirieron una mayor precisión, estableciendo así categorías nuevas de ecotonos y suelos, en especial la muy polémica “Terra Preta” en este último caso. A continuación, nos proponemos esbozar las características físicas y culturales de este tipo de suelo, antes de presentar un breve panorama sobre el debate actualmente existente en torno a él.
Herbert Smith y William Farabee fueron los primeros en hablar de Terra Preta, en Brasil. A estos investigadores les llamó la atención la abundancia de cerámica presente en dicho estrato del suelo (Petersen et al., 2001). Según Shaw y Jameson, la Terra Preta es “una forma suramericana de ‘tierra negra’, la cual consiste en suelos antropogénicos oscuros y fértiles encontrados a lo largo del Amazonas y sus tributarios” (2002: 570). Esta fertilidad se debería en particular a la presencia de plantas carbonizadas, y a la acumulación y descomposición o quema de desechos domésticos (Petersen et al., 2001), la misma que implicaría la formación de microorganismos que actúan como catalizadores fertilizantes (Erikson, 2003). Existen diferentes matices en la coloración de la Terra Preta, pero mientras más oscura, más calcio y materiales orgánicos contiene, es decir, más fertilidad tendrá. De manera general, estos suelos son poco ácidos, y contienen altas tazas de nutrientes. La diferencia entre la Terra Preta y suelos fértiles como la várzea por ejemplo, radica en su fuerte contenido en materiales orgánicos (Eden et al., 1984). Si bien las actividades agrícolas pueden conducir a la formación de Terra Preta, éste no es siempre el caso (Petersen et al., 2001). Desde luego, la importancia poblacional del asentamiento y el tiempo de ocupación del mismo influyen en la formación de la Terra Preta, aunque tampoco constituyen factores decisivos. Efectivamente, se ha reportado que esta categoría de suelos antropogénicos no conforma más del 0,1 a 0,3% de la cuenca amazónica (Erikson, 2003), ubicándose principalmente en Brasil, Venezuela, Perú, Guyana, Colombia y Ecuador (Petersen et al., 2001). Se calcula que las primeras formaciones de Terra Preta podrían haber aparecido entre 1000 a 2000 años antes de la llegada de los europeos (idem), momento en que se considera empezó a desarrollarse la agricultura en la Amazonía.
De hecho, a más de las características físicas anteriormente enunciadas, la Terra Preta es antes que nada una capa del suelo antropogénica, por lo cual los análisis en curso del material arqueológico en ella encontrado han permitido ya sacar algunas inferencias sobre los diferentes factores culturales implicados en su formación. En primer lugar, la Terra Preta es generalmente asociada a sedentarismo y altas densidades demográficas (Pinto et al., 2006). Para Kampf, se encuentra además en relación con tres variables fundamentales, esto es, las actividades domésticas, el desarrollo de la agricultura y la construcción de montículos (en Erikson, 2003). De hecho, este suelo antropogénico se encuentra a menudo vinculado a una complejización de técnicas de cultivo, así como a una intensificación de la explotación de las bases de subsistencia (Petersen, 2001) y a patrones de asentamiento y descarte precisos (Erikson, 2003). De acuerdo a los investigadores, estas pautas permitirían deducir posibles modelos culturales de complejidad social entre las “culturas de Terra Preta” (Petersen, 2001), propuesta cuestionada por otros académicos tales como Erikson por ejemplo (2003).
Entre los sitios actualmente en curso de investigación o potencialmente útiles al estudio de la arqueología de la Terra Preta, valga señalar la región de confluencia entre los ríos Solimoes y Negro, actualmente trabajada por el Central Amazon Project (CAP), el cual rescató formaciones de Terra Preta datadas en el 360 A.C. En el Ecuador, la zona de Huapula, y especialmente la ocupación correspondiente al Período de Integración (más precisamente 740 D.C-1180 D.C.), podría aportar con mayores informaciones sobre el tema (Petersen, 2001). Por último, las investigaciones de Pinto Lima et al. en las inmediaciones de los ríos Japurá y Caquetá, sacaron a relucir la existencia de la fase Manacapuru (1000 D.C.), contrapuesta a la fase Açutuba (300 BC), y asociada al surgimiento de la Terra Preta en el marco del desarrollo de la agricultura.
Subsisten no obstante algunos cabos sueltos en torno al concepto de Terra Preta. Para comenzar, los investigadores no concuerdan sobre su definición, tanto física como cultural (Erikson, 2003). Algunos inclusive sugieren que correspondería a formaciones geológicas anteriores a cualquier intervención humana. Además, la asociación entre agricultura y Terra Preta es cuestionada, por el simple hecho de que las formaciones de Terra Preta conocidas se ubican generalmente en períodos posteriores al desarrollo de la agricultura (Petersen, 2001). Este fenómeno cuestionaría la hipótesis de Boserup, según la cual el aumento demográfico fue el principal desencadenante de la agricultura. En este caso, investigadores como Neves sugieren que la base de la complejidad se la podría encontrar en un patrón de combinación de recursos (Petersen, 2001), a lo cual Erikson reacciona señalando que este tipo de modo de subsistencia existía ya antes de una posible evidencia de complejidad social en el registro arqueológico de la Amazonía (2003). Por último, se debate aún sobre si existió o no intencionalidad tras la formación de este tipo de suelo. Para Mora, hasta la actualidad subsiste la creencia de que los antepasados siguen reclamando sus derechos sobre las tierras más antiguas, por lo cual se llega a suponer que su fertilidad es conocida (2005).
Lo cierto es que el concepto de Terra Preta constituye una propuesta valiosa de manejo ecológico (idem), especialmente en el contexto actual. Responde además a una lógica en que, a más de ser un simple receptor, el ser humano se convierte en creador de su ámbito natural (Erikson, 2003). En resumidas cuentas, se trata de un término cuyas implicaciones materiales y culturales ameritan mayores investigaciones, de cara a un mejor entendimiento de los patrones de adaptación humanos, especialmente en referencia al desarrollo de la agricultura y de la complejidad social.
(Agradecimientos a Geoffroy de Saulieu por las sugerencias bibliográficas; la autora se responsabiliza íntegramente por el contenido del artículo).
*Versión original publicada in Apachita N. 10, Laboratorio de Arqueología/PUCE, Ernesto Salazar Editor, pp. 8-10. Quito, mayo del 2007.
BIBLIOGRAFÍA:
Eden, Michael J., Warwick Brain, Leona Herrera, Colin Mc Ewan. “Terra Preta and their ecological context in the Caqueta Basin of Southeast Colombia”, de www.jstor.org, 1984.
Erikson, Clark. “Dark earths: origin, properties, management”, en Historical Ecology and future explorations, J. Lehmann et al. editores, pp. 455-500. Países Bajos, 2003.
Mora, Santiago. “De la invención, reinvención y descubrimiento del paisaje amazónico y habitantes”, in Arqueología Suramericana, vol.1, no 1, pp 76-95. Bogotá, 2005.
Petersen, James B., Eduardo Neves, Michael Heckenberger. “Gift from the past: Terra Preta and Prehistoric Amerindian Occupation in Amazonia”, en Unknown Amazon, Colin Mc Ewan, Christian Barreto, Eduardo Neves editors, pp. 90-105. Eslovenia, 2001.
Pinto Lima, Helena, Eduardo Góes Neves, James B. Petersen. “La fase açutuba: um novo complexo ceramico Amazonia Central”, in Arqueología Suramericana, vol. 2 No. 1, pp 25-52. Colombia, 2006.
Rostoker, Arthur. Dimensions of prehistoric human occupation in the southern Ecuadorian Oriente, vol. 1. Disertación de PhD, City University Of New-York, 2005.
Shaw, Ian; Robert Jameson. A Dictionnary of Archaeology, Thames & Hudson. Gran Bretaña, 2002.
A pesar de ser relativamente reciente, el tema de la arqueología amazónica ha conocido ya múltiples episodios, dentro de lo que se constituyó como un acalorado debate en torno a la naturaleza de las sociedades estudiadas. Desde un comienzo, en eco a las propuestas de Steward, quien definía la poca fertilidad de los suelos amazónicos como un obstáculo para la productividad agrícola, investigadores tales como Betty Meggers sugirieron que la fuerte presencia en la selva de terra firme –o suelos altamente ácidos- , explicaría la poca complejidad social alcanzada por los Amazónicos. En reacción, Lathrap, Carneiro, Gross y Chagnon plantearon al contrario que la proteína animal era en realidad la principal base de sustento de los habitantes de la zona, por lo cual debía considerarse como punto de entrada al estudio de posibles casos de complejidad social, a los que –según estos autores- no se podía descartar (Rostoker, 2005).
Sin embargo, dos observaciones vinieron a cuestionar estas propuestas: en primer lugar, la diferencia radical existente entre las poblaciones amazónicas actuales (citadas como ejemplos por los modelos previamente señalados) y las culturas precolombinas amazónicas, cuestiona aquí cualquier tipo de inferencia de tipo etnoarqueológico. De hecho, se ha demostrado que la práctica del roce y quema por ejemplo, se empezó a generalizar con la llegada de los Europeos (Erikson, 2003). En segundo lugar, se comenzó a cuestionar el determinismo ecológico implicado por las teorías expuestas más arriba. Como consecuencia, esta dicotomía várzea (tierrra fértil)/ terra firme dentro de la clasificación de los suelos amazónicos, fue finalmente abandonada, a medida que los estudios geológicos adquirieron una mayor precisión, estableciendo así categorías nuevas de ecotonos y suelos, en especial la muy polémica “Terra Preta” en este último caso. A continuación, nos proponemos esbozar las características físicas y culturales de este tipo de suelo, antes de presentar un breve panorama sobre el debate actualmente existente en torno a él.
Herbert Smith y William Farabee fueron los primeros en hablar de Terra Preta, en Brasil. A estos investigadores les llamó la atención la abundancia de cerámica presente en dicho estrato del suelo (Petersen et al., 2001). Según Shaw y Jameson, la Terra Preta es “una forma suramericana de ‘tierra negra’, la cual consiste en suelos antropogénicos oscuros y fértiles encontrados a lo largo del Amazonas y sus tributarios” (2002: 570). Esta fertilidad se debería en particular a la presencia de plantas carbonizadas, y a la acumulación y descomposición o quema de desechos domésticos (Petersen et al., 2001), la misma que implicaría la formación de microorganismos que actúan como catalizadores fertilizantes (Erikson, 2003). Existen diferentes matices en la coloración de la Terra Preta, pero mientras más oscura, más calcio y materiales orgánicos contiene, es decir, más fertilidad tendrá. De manera general, estos suelos son poco ácidos, y contienen altas tazas de nutrientes. La diferencia entre la Terra Preta y suelos fértiles como la várzea por ejemplo, radica en su fuerte contenido en materiales orgánicos (Eden et al., 1984). Si bien las actividades agrícolas pueden conducir a la formación de Terra Preta, éste no es siempre el caso (Petersen et al., 2001). Desde luego, la importancia poblacional del asentamiento y el tiempo de ocupación del mismo influyen en la formación de la Terra Preta, aunque tampoco constituyen factores decisivos. Efectivamente, se ha reportado que esta categoría de suelos antropogénicos no conforma más del 0,1 a 0,3% de la cuenca amazónica (Erikson, 2003), ubicándose principalmente en Brasil, Venezuela, Perú, Guyana, Colombia y Ecuador (Petersen et al., 2001). Se calcula que las primeras formaciones de Terra Preta podrían haber aparecido entre 1000 a 2000 años antes de la llegada de los europeos (idem), momento en que se considera empezó a desarrollarse la agricultura en la Amazonía.
De hecho, a más de las características físicas anteriormente enunciadas, la Terra Preta es antes que nada una capa del suelo antropogénica, por lo cual los análisis en curso del material arqueológico en ella encontrado han permitido ya sacar algunas inferencias sobre los diferentes factores culturales implicados en su formación. En primer lugar, la Terra Preta es generalmente asociada a sedentarismo y altas densidades demográficas (Pinto et al., 2006). Para Kampf, se encuentra además en relación con tres variables fundamentales, esto es, las actividades domésticas, el desarrollo de la agricultura y la construcción de montículos (en Erikson, 2003). De hecho, este suelo antropogénico se encuentra a menudo vinculado a una complejización de técnicas de cultivo, así como a una intensificación de la explotación de las bases de subsistencia (Petersen, 2001) y a patrones de asentamiento y descarte precisos (Erikson, 2003). De acuerdo a los investigadores, estas pautas permitirían deducir posibles modelos culturales de complejidad social entre las “culturas de Terra Preta” (Petersen, 2001), propuesta cuestionada por otros académicos tales como Erikson por ejemplo (2003).
Entre los sitios actualmente en curso de investigación o potencialmente útiles al estudio de la arqueología de la Terra Preta, valga señalar la región de confluencia entre los ríos Solimoes y Negro, actualmente trabajada por el Central Amazon Project (CAP), el cual rescató formaciones de Terra Preta datadas en el 360 A.C. En el Ecuador, la zona de Huapula, y especialmente la ocupación correspondiente al Período de Integración (más precisamente 740 D.C-1180 D.C.), podría aportar con mayores informaciones sobre el tema (Petersen, 2001). Por último, las investigaciones de Pinto Lima et al. en las inmediaciones de los ríos Japurá y Caquetá, sacaron a relucir la existencia de la fase Manacapuru (1000 D.C.), contrapuesta a la fase Açutuba (300 BC), y asociada al surgimiento de la Terra Preta en el marco del desarrollo de la agricultura.
Subsisten no obstante algunos cabos sueltos en torno al concepto de Terra Preta. Para comenzar, los investigadores no concuerdan sobre su definición, tanto física como cultural (Erikson, 2003). Algunos inclusive sugieren que correspondería a formaciones geológicas anteriores a cualquier intervención humana. Además, la asociación entre agricultura y Terra Preta es cuestionada, por el simple hecho de que las formaciones de Terra Preta conocidas se ubican generalmente en períodos posteriores al desarrollo de la agricultura (Petersen, 2001). Este fenómeno cuestionaría la hipótesis de Boserup, según la cual el aumento demográfico fue el principal desencadenante de la agricultura. En este caso, investigadores como Neves sugieren que la base de la complejidad se la podría encontrar en un patrón de combinación de recursos (Petersen, 2001), a lo cual Erikson reacciona señalando que este tipo de modo de subsistencia existía ya antes de una posible evidencia de complejidad social en el registro arqueológico de la Amazonía (2003). Por último, se debate aún sobre si existió o no intencionalidad tras la formación de este tipo de suelo. Para Mora, hasta la actualidad subsiste la creencia de que los antepasados siguen reclamando sus derechos sobre las tierras más antiguas, por lo cual se llega a suponer que su fertilidad es conocida (2005).
Lo cierto es que el concepto de Terra Preta constituye una propuesta valiosa de manejo ecológico (idem), especialmente en el contexto actual. Responde además a una lógica en que, a más de ser un simple receptor, el ser humano se convierte en creador de su ámbito natural (Erikson, 2003). En resumidas cuentas, se trata de un término cuyas implicaciones materiales y culturales ameritan mayores investigaciones, de cara a un mejor entendimiento de los patrones de adaptación humanos, especialmente en referencia al desarrollo de la agricultura y de la complejidad social.
(Agradecimientos a Geoffroy de Saulieu por las sugerencias bibliográficas; la autora se responsabiliza íntegramente por el contenido del artículo).
*Versión original publicada in Apachita N. 10, Laboratorio de Arqueología/PUCE, Ernesto Salazar Editor, pp. 8-10. Quito, mayo del 2007.
BIBLIOGRAFÍA:
Eden, Michael J., Warwick Brain, Leona Herrera, Colin Mc Ewan. “Terra Preta and their ecological context in the Caqueta Basin of Southeast Colombia”, de www.jstor.org, 1984.
Erikson, Clark. “Dark earths: origin, properties, management”, en Historical Ecology and future explorations, J. Lehmann et al. editores, pp. 455-500. Países Bajos, 2003.
Mora, Santiago. “De la invención, reinvención y descubrimiento del paisaje amazónico y habitantes”, in Arqueología Suramericana, vol.1, no 1, pp 76-95. Bogotá, 2005.
Petersen, James B., Eduardo Neves, Michael Heckenberger. “Gift from the past: Terra Preta and Prehistoric Amerindian Occupation in Amazonia”, en Unknown Amazon, Colin Mc Ewan, Christian Barreto, Eduardo Neves editors, pp. 90-105. Eslovenia, 2001.
Pinto Lima, Helena, Eduardo Góes Neves, James B. Petersen. “La fase açutuba: um novo complexo ceramico Amazonia Central”, in Arqueología Suramericana, vol. 2 No. 1, pp 25-52. Colombia, 2006.
Rostoker, Arthur. Dimensions of prehistoric human occupation in the southern Ecuadorian Oriente, vol. 1. Disertación de PhD, City University Of New-York, 2005.
Shaw, Ian; Robert Jameson. A Dictionnary of Archaeology, Thames & Hudson. Gran Bretaña, 2002.
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