domingo, 13 de enero de 2013

Chaupi punchapi tutayarca?

 
Por Catherine Lara - Arqueóloga
 
Los sitios arqueológicos de las haciendas Malqui y Machay (parroquia Chugchilán, cantón Sigchos, provincia de Cotopaxi – estribaciones occidentales del norte del Ecuador), fueron descubiertos respectivamente entre los años 2004 y 2010 por la historiadora Tamara Estupiñán Viteri, en colaboración con los arqueólogos Eduardo Almeida y Tamara Bray, al término de diez años de investigación historiográfica. Este trabajo llevó a la historiadora Estupiñán Viteri a plantear que la zona de las Haciendas de Malqui y de Machay –ésta última más particularmente-, podría haber sido el escenario del culto al bulto funerario (o malqui) del último emperador inca Atahualpa, cuyas tierras se habrían encontrado en la región de Sigchos. Entre las numerosas presentaciones públicas de esta propuesta, los rasgos sobresalientes de sus fundamentos fueron recopilados por Estupiñán Viteri en un artículo de trece páginas intitulado "Los Sigchos, el último refugio de los incas quiteños, una propuesta preliminar", publicado en el 2011 en el Bulletin de l'Institut Français d'Études Andines, 40(1).
 
Si bien el planteamiento de la historiadora Estupiñán Viteri conserva su carácter hipotético, la investigación que lo respalda reveló -en las antedichas haciendas-, la presencia de una arquitectura peculiar, en una zona hasta ese momento marginada de la investigación arqueológica. Consiguientemente, junto a los representantes seccionales del sector, las autoridades culturales competentes tomaron las medidas precautelares del caso, ejecutando iniciativas en vistas al cuidado, la protección y la investigación del área, cuyo potencial científico, identitario, patrimonial e inclusive turístico, quedó por demás demostrado.
 
El taller “Paleoetnobotánica de las culturas ancestrales del Ecuador: balances y perspectivas” realizado en Quito el pasado 21 de noviembre, dio a conocer públicamente que, debido a contratiempos administrativos, no fue posible excavar el sitio Hacienda Machay en su totalidad. No obstante, el conjunto de evidencias arqueológicas, etnográficas y documentales actualmente disponibles sobre los alrededores, apuntaría hacia una ocupación esencialmente republicana de la zona. Ésta habría estado ligada a la explotación masiva de caña de azúcar destinada a la producción de panela y aguardiente a cargo de mano de obra huasipunguera, posiblemente vinculada a la tradición étnica puruhá, y traída expresamente de la Sierra por los hacendados de Malqui y Machay para trabajar en sus propiedades.
 
Con excepción del llamado ushnu (estructura típicamente inca comúnmente asociada a un tipo de “altar” o “trono”) del sitio “Hacienda Machay”, la evidencia arqueológica inca en las zonas colindantes sería de momento prácticamente inexistente. En un principio, la presencia de canales de piedra -generalmente asociada a la arquitectura incásica-, había sido interpretada como huella certera de la presencia inca en las haciendas de Malqui y Machay. No obstante, bien podría ser ahora que estos canales –recurrentes en todo el sector-, hayan sido parte de las actividades de procesamiento de la caña de azúcar característica del sector -como se vio-, en la época republicana. En realidad, esta aparente “ausencia” material inca en la zona no sería particularmente elocuente: los Incas estuvieron presentes por muy poco tiempo en lo que constituye el Ecuador actual, por lo que dejaron rastros materiales relativamente limitados. Inclusive los sitios arquitectónicos considerados como típicamente incas en nuestro país (Caranqui, Tomebamba), arrojaron pocos objetos incas como tales.
 
Sin embargo, en virtud de su componente holístico de ciencia social -o simplemente de ciencia-, la arqueología parte del principio según el cual sus elementos de estudio (sitios por ejemplo), no son entendibles únicamente per se, sino también (¿o quizás sobre todo?), a través de su área de influencia regional. Desde esta perspectiva, la observación del entorno monumental al parecer esencialmente republicano del sitio “Hacienda Machay”, invita a no descartar la posibilidad de hipótesis distintas a aquella de un origen arquitectónico inca de las estructuras visibles en el yacimiento en cuestión.
 
El respetable lapso cronológico al cabo del cual la historiadora Estupiñán Viteri llegó a su hipótesis acerca del sitio “Hacienda Machay” como “última morada de Atahualpa”, recibió sin duda alguna un merecido reconocimiento. Por el momento, en lo que se refiere al manejo del discurso relativo a la naturaleza del sitio “Hacienda Machay”, la arqueología invita no obstante a la prudencia.
 
Suponiendo que se inviertan sumas de dinero considerables en la Hacienda Machay, y que se logre excavarla hasta el último centímetro cúbico, para finalmente no encontrar -desde la arqueología-, rastro alguno de inca o de Atahualpa, ¿qué pasaría entonces de cara a la credibilidad de las autoridades políticas nacionales e internacionales adheridas a la hipótesis mencionada? ¿qué se les dice a las comunidades locales esperanzadas? ¿cómo se responde a la febril opinión pública internacional impaciente frente al inminente y presentido hallazgo de la “momia del último inca” -tal como anunciado por el inevitable sensacionalismo mediático? ¿qué se le explica al contribuyente ecuatoriano asombrado por la perspectiva de alguna novedad ligada a una figura nacional asociada a los recuerdos de las clases de historia de su infancia, y/o a unos de sus pocos referentes de la tan promocionada “identidad nacional”?
 
En el nivel abstracto de la ciencia, las hipótesis son válidas hasta prueba de lo contrario. Pero cuando las expectativas y el porvenir de seres de humano están en juego, el manejo de la abstracción exige responsabilidad y CONciencia. Ojo: no se está afirmando que nunca se vaya a encontrar nada inca o relativo a Atahualpa en Machay; simplemente que es recomendable no descartar esta posibilidad, manejando un discurso mesurado, respetuoso de la opinión pública, capaz de responder, -en su debido momento-, al lento avance de la investigación, frente al implacable criterio de la comunidad nacional e internacional. Si la hipótesis de la última morada de Atahualpa se comprueba, enhorabuena… De lo contrario, se evitarán los reproches de haber defraudado a miles (¿o millones?) de personas, con los impactos materiales y psicológicos más o menos directos que aquello implica.
 
Sin duda no faltarán los cuestionamientos ante esta última acotación: “¿Y ahora? ¿Será que vale la pena invertir millones de dólares en un sitio en donde, a la final, parece que no estamos ni seguros de encontrar incas o Atahualpa algunos? ¿Qué les decimos entonces a los electores? ¿Qué dirá el Presidente? ¿Cómo damos la cara frente a la OEA y al BID? ¡Uy!”… O, en términos del clarividente vox populi malquicense: “Verá doctorita, le comento… lo que pasa es que a nosotros, SÍ nos convendría que fuera inca pues…”.
 
Un punto de orden es más que necesario aquí. ¿Por qué tanta obstinación en asociarse a toda costa a lo inca? En lo que conforma actualmente el territorio de la República del Ecuador, sobre al menos diez mil años de civilización (de los cuales Malqui y Machay resguardan vestigios), los Incas estuvieron presentes -a lo mucho-… ¿un siglo? ¿Por qué adherir -inconscientemente quizás-, a la negación de lo propio promovida precisamente por los imperios inca y luego español? Colonialismos y contradicciones de los cuales -por la ironía de la historia-, somos ciertamente el producto… Por ende, más que sesgar nuestros orígenes, -exaltando alguno o negando otro-, conviene más bien reconocerlos, entenderlos y atribuirles su justo valor.
 
En segunda instancia, aún si la Hacienda Machay resultara ser un sitio colonial y/o republicano, al igual que las demás haciendas antiguas de los alrededores, se trata -y lo sabemos ya-, de un irrefutable hito arquitectónico del país, ligado a uno de los componentes más fascinantes de nuestro patrimonio histórico e inmaterial, a saber, la producción de panela y aguardiente, con todas las implicaciones sociales, económicas y políticas implícitas que ésta conlleva, vigentes aún en la actualidad, no sólo en esta zona, sino en todo el país. Desde este punto de vista, la región amerita sin lugar a dudas los millones de dólares ofrecidos. ¿Por qué no partir de este concreto potencial histórico y cultural? En último término, hasta ser demostrada arqueológicamente, la hipótesis histórica de la “última morada de Atahualpa” representaría inclusive un respetable “valor agregado” para la zona…
 
Desde las perspectivas arqueológica, histórica y antropológica, el panorama de Malqui y Machay -sitios a la vez precolombinos, coloniales y republicanos-, es en definitiva alentador, siempre y cuando las autoridades correspondientes sepan manejar su potencial con cautela. Ojalá así se cumpla, y estas joyas de nuestro patrimonio no conozcan otro chaupi punchapi tutayarca*…
 
 
* “anocheció en la mitad del día” – máxima de la tradición oral quichua relativa a la muerte de Atahualpa

1 comentario:

  1. Como guia turistica dentro del Ecuador tengo la preocupacion de resaltar la existencia de culturas variadas dentro del pais. Y recordar que los Incas y los espanoles nos colonizaron con todo el legado positivo y negativo que esto conlleva. Es interesante que nuestros investigadores y arqueologos tambien vayan en esa direccion. Felicitaciones

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