sábado, 16 de abril de 2011

El Museo Presley Norton


Por Catherine Lara (2011)


El Museo Presley Norton se propone rendir un homenaje a este reconocido investigador, al buscar promover los valores científicos y patrimoniales del registro arqueológico, y ofrecer una perspectiva dinámica de nuestro pasado prehispánico. La calidad estética de las piezas exhibidas así como su entorno arquitectónico deslumbran por su belleza. La muestra presentada forma parte de una colección conformada por el arqueólogo Presley Norton y Leonor Pérez. Contiene 8.000 objetos culturales que fueron adquiridos por el Banco del Pacífico en 1978. Desde el 2003, el Banco Central asegura la gestión científica de este patrimonio.

Presley Norton (1932-1993) nació en Guayaquil. Su formación académica en diversas universidades de Estados Unidos y Europa fue particularmente variada: historia, literatura, filosofía, arte, antropología..., lo cual lo convirtió en un personaje multifacético que se destacó en distintos ámbitos culturales. Formó parte del grupo creado por Carlos Zevallos en 1970 y fue el promotor del Programa de Antropología para el Ecuador (PAE), que apoyó diversas investigaciones arqueológicas en la zona junto a varias entidades culturales nacionales, entre las que destaca el Banco Central. En el marco del PAE, fundó en 1979 el Centro de Investigaciones de Salango. El PAE se convirtió en la fundación Presley Norton en 1993, luego del fallecimiento de su creador.

Norton trabajó en asociación con investigadores británicos y estadounidenses en Valdivia, en la región de Salango (cuyo sitio homónimo descubrió en 1979) y Agua Blanca, así como en la Isla de la Plata, entre otros sitios representativos de la costa ecuatoriana. La exposición consagra precisamente una sala al sitio de Salango, -"Venerando a los Ancestros: la Evolución de un Centro Ceremonial del Formativo Tardío en Salango, Provincia de Manabí, Ecuador"-, cuyo guión fue diseñado por Richard Lunniss. Esta parte de la exposición ofrece una descripción de una casa ceremonial, a partir de una interpretación cosmólogica de cada uno de sus elementos estructurales.

No se puede mencionar la exposición arqueológica sin antes aludir a su sede, una hermosa casa guayaquileña tradicional ubicada entre las calles 9 de octubre y Carchi, construida en 1942 por Ismael Pérez Pazmiño, quien la bautizó bajo el nombre de "Villa Rosa Herlinda", en honor a su hija. En los años 90, la mansión pasó a manos de varias entidades financieras, entre las que figura el Banco Central del Ecuador, el cual decidió finalmente instaurarla como sede de la colección Presley Norton. Fue así como el proceso de restauración de la construcción se inició en la década del 2000, culminando en el centro museográfico y cultural que puede ser admirado y visitado hoy en día. A más del museo, una cafetería, la reserva arqueológica y un centro documental están a la disposición del público. Los guiones de la exposición son bilingües (español-inglés).

Lo esencial de la muestra arqueológica presentada -titulada "Vida y Costumbres de los Pobladores del Ecuador Antiguo"-, parte de una presentación cronológica y temática de las culturas prehispánicas del Litoral, las cuales se exhiben a través de su registro cerámico enfocado a la luz de los trabajos de Donald Lathrap y Jorge Marcos.

El recorrido de las cinco salas inicia con una descripción del entorno natural de la zona y sus cambios durante los últimos siglos. La Península de Santa Elena por ejemplo habría albergado tupidos bosques y manglares que aseguraban una variedad de recursos a los habitantes prehispánicos de la región, facilitando la implementación de una compleja infraestructura agrícola desde épocas formativas (camellones, albarradas).

Se enfatiza aquí el componente cerámico, hilo conductor de la exposición, explicando que éste constituye un indicador fundamental en el entendimiento de las culturas precolombinas y los diversos aspectos de su desarrollo, al ser uno de los principales fundamentos empíricos del cuadro cronológico prehispánico aún vigente en la arqueología ecuatoriana (pese a una reclamada necesidad de actualización…) : "Formativo" (4 200 a.C. a 500 a.C.), "Desarrollo Regional" (500 a.C.- 500 d.C.) e "Integración" (500 d.C. - 1530 d.C.).

La presentación del Periodo Formativo y de sus tres emblemáticas culturas (Valdivia, Machalilla, Chorrera) inicia con una descripción general del proceso de neolitización acontecido hace 5 000 años, proceso cuyos pormenores, -al igual que en otros sitios del mundo-, resguarda aún numerosas incógnitas (¿agricultura antes de sedentarización? ¿modalidad "mixta"?).

De acuerdo al guión de la exposición, los alfareros de Valdivia se inspiraron en la naturaleza para la representación de los diseños cerámicos. Se consagra una explicación a las figurinas Valdivia, las cuales habrían sido inicialmente fabricadas a partir de piedra tallada, y fueron evolucionando desde un punto de vista estilístico desde placas sencillas hasta la representación más detallada de los rasgos físicos de los personajes representados, perfeccionamiento tecnológico a su vez relacionado con la especialización de la alfarería y un proceso de complejización social. La representación de figurinas conformó al parecer una constante en la cosmovisión de las culturas prehispánicas costaneras del actual territorio del Ecuador, puesto que se las encuentra en un amplio rango de dispersión espacial y cronológica (desde Valdivia hasta el Período de Integración). En ese sentido, se las asocia a menudo a la representación de la fertilidad, al parecer un elemento ideológico preponderante entre las agrupaciones precolombinas de la zona, tal como lo atestiguan otros símbolos evidenciados en el registro material y etnográfico.

Las efigies humanas son otro de los elementos predominantes en la iconografía alfarera del Formativo, posiblemente en asociación con rituales funerarios y shamánicos.

La cerámica Machalilla por su parte se destaca desde luego por la coloración negra de la pasta, así como una variedad de formas mientras que, a su vez, Chorrera, cuyas piezas constan entre las más finas de la época precolombina, se caracterizó por sus excelsos acabados y diseños, así como por las famosas botellas silbato, cuyos rasgos evocan la música precolombina.

Para el periodo de Desarrollo Regional, las representaciones cerámicas dan cuenta de una gran variedad de estilos, formas y acabados de una cultura a otra, en el marco de una aparente búsqueda generalizada de técnicas de perfeccionamiento en alfarería. Esta diversidad estilística reflejaría asimismo la diversidad de agrupaciones culturales que surgieron en esa época.

Se enfatiza aquí la visión del registro material como reflejo de los modos de vida precolombinos, más concretamente de la alimentación, cuya naturaleza es definida por los arqueólogos en base a las representaciones de alimento o la recuperación de herramientas destinadas a su obtención, preparación (piedras de moler) y consumo (vajilla culinaria). La representación de instrumentos o los vestigios de los instrumentos en sí dan cuenta del énfasis dado a la caza y la pesca dentro de las estrategias de subsistencia, las cuales se caracterizaron por una explotación optimizada de la diversidad de micro-ambientes que conformó el entorno de ese entonces. Se hace referencia también a la presencia de "mascotas", en particular el mono lanudo, originario de la Amazonía, pero cuya presencia en las representaciones fáunicas del registro material costanero evidencia el intercambio existente entre Litoral y Amazonía.

El periodo de Integración es presentado a través de las culturas Milagro-Quevedo y Manteño, que se caracterizaron por el dominio de la tecnología agrícola y del comercio a larga distancia, manifestaciones enmarcadas en procesos de complejización social. Valga recalcar que las modalidades de este comercio a larga distancia y su papel social son aún motivo de debate entre los académicos especializados en el tema.

Siguiendo con su propósito de ilustrar el papel del registro cerámico como revelador de las costumbres prehispánicas, en esta parte se enfatiza las representaciones cerámicas de personajes respecto al tipo de vestimenta que prevalecía en la época precolombina. Al parecer, ésta era relativamente sencilla: a las telas decoradas se habría sumado la pintura corporal, ampliamente documentada en el registro etnográfico de las culturas de selva tropical, y que explicaría la abundancia de sellos decorativos en el registro material de la zona. Por otra parte, las representaciones humanas reflejan también el tipo de adornos corporales utilizados en esa época (joyas).

De igual manera, junto a la evidencia etnográfica, las representaciones cerámicas de elementos vinculados al shamanismo dan una idea de lo que podrían haber sido los rituales, los transes, el consumo de alucinógenos, la parafernalia shamánica y los principales elementos de la simbología mítica asociada a la época precolombina.

Desde este punto de vista, la exposición del museo Presley Norton cumple plenamente con sus objetivos: incitar al respeto de los vestigios arqueológicos y de las culturas ancestrales que los crearon a través de un lenguaje asequible que logra no obstante retransmitir la información recopilada por la arqueología del Litoral en las últimas décadas, información que –al igual que toda producción científica-, requiere una constante profundización y actualización. Porque la investigación es también una forma de respetar nuestro patrimonio.


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