domingo, 30 de enero de 2011

Acerca de Jean Contoux, hijo de Juan Montalvo


Por Claude Lara (In Revista AFESE 25, 1995, pp. 113-134)


“Penetrar en el horizonte del mundo montalvino puede significar osadía e irreverencia” (1).

Es justamente el propósito de esta relación epistolaria. Su hijo Jean Contoux Montalvo ha dado un testimonio acerca de su padre, Juan Montalvo, de su vida en París esencialmente al escribir sesenta y cinco cartas al doctor A. Darío Lara entre 1963 y 1969 (2). Sin embargo, se ha desconocido esta contribución, seguramente por su redacción en francés y también porque, a veces, se tiende a despreciarlo, más grave aún a criticar con desdén tales documentos sin haberlos examinado debidamente.

Para que el lector conozca el valor real de un aporte tan significativo, hemos traducido parte de esta correspondencia (3). Así con esta versión española tal documentación estará la disposición no sólo de especialistas o traductores ocasionales (4), sino de cuantos se interesen por la existencia del gran Ambateño.

Además quiero señalar al lector la importancia de este epistolario que nos permite conocer mejor la vida de Juan Montalvo en París ya que sus biógrafos han dejado en el olvido detalles de la misma; así todo lo relativo a sus relaciones familiares. Se trata también de destruir ciertas leyendas, pues esta voz auténtica pone en tela de juicio afirmaciones que han repetido varios montalvistas sin serias investigaciones.

Espero que esta colaboración contribuirá a colocar en el sitio que se merece al autor de estas cartas. Su testimonio, con esta traducción y las notas que formularemos posteriormente, me llevará a admitir sin reservas esta afirmación:

En pocas palabras, cualquier estudio acerca de la vida de Juan Montalvo en París, no podrá hacerse en adelante sin referirse a esta correspondencia.



Jean Contoux Montalvo durante la Primera Guerra Mundial




París, a 25 de Septiembre de 1963
Señor Don Jean Contoux,
Villa ELVINA
Cannes

Muy distinguido señor:

Yo soy un funcionario de esta Embajada y Catedrático Universitario de Letras. Durante varios años me he consagrado a la paciente investigación de cuestiones literarias e históricas relacionadas con mi país, el Ecuador.

En París desde 1947, una de mis mayores preocupaciones ha sido recoger el mayor número posible de datos acerca de la vida y obra del más célebre de nuestros escritores y gran clásico del idioma: Juan Montalvo, Ecuatoriano ilustre que ha dado brillo inmortal a la lengua castellana y a nuestro lejano y desconocido país, resonancia continental, gracias al valor universal de su obra.

Por felices circunstancias, tenga la convicción de que usted me puede proporcionar detalles valiosísimos acerca de nuestro eminente compatriota, que creo, fue su ilustre y querido Padre.

Si mis suposiciones se revelan exactas, Usted noble hijo de Francia, país privilegiado que fue el refugio en los años de exilio del ilustre ecuatoriano (en una época en que la política de incomprensión e intolerancia recompensaron de este modo el genio de unos de los americanos más notables del siglo XIX), usted se pertenece también un poco a nuestro país obligado está de darnos a conocer los detalles que vengan a completar la extraordinaria biografía del eximio escritor Ambateño.

Por lo mismo, y si Usted me perdona mi osadía, me permitiré pedirle se sirve darme algunos detalles que debe conocer de la vida de Juan Montalvo en París, así como el lugar, la fecha del nacimiento, muerte, etc…, de su distinguida madre, la señora Augustine Contoux. Es posible que usted tenga documentos inéditos de su ilustre Padre: no debe dejarlos por más tiempo en tal estado y mi país se sentirá orgulloso de conocerlos. Seguramente Usted guarda también documentos fotográficos ya de sus ilustres padres ya de los demás descendientes, pues, entiendo que en otras ciudades de Francia, en París, viven igualmente miembros de tan preclara familia. El Ecuador se sentirá orgulloso de conocer sus nombres y todo lo relacionado con el inmortal escritor.

Usted sabrá disculpar este acto, tal vez de indiscreción, pero también me comprenderá y seguramente perdonará… Cuénteme de todos modos, como uno de sus amigos y, en calidad de ecuatoriano, un semi-compatriota suyo que, lo mismo que todos los Ecuatorianos, se siente feliz de saber que Usted vive aún… Yo también, nacido en el Ecuador, soy un residente en Francia, casado con una parisiense (1956) y tengo dos hijos nacidos en París: Patrick y Claude.

Con la enorme esperanza de que esta primera carta llegará a Usted y que se dignará contestarme y con el deseo de mantener relaciones amistosas con usted, hasta el día que espero no esté lejano en que le puedo rendir mis homenajes en su domicilio, dígnese aceptar, con el testimonio de mi admiración y estima para su ilustre Padre, los afectuosos sentimientos de un semi-compatriota que ama también a Francia, por razones muy análogas a las de Juan Montalvo.

De Usted, muy respetuoso y cordialmente,

(f) Doctor A. Darío Lara
Secretario de la Embajada del Ecuador


CARTA No.1


Cannes, a 1ero de octubre de 1963.


Jean CONTOUX
Villa ELVINCA
134 bv. de la República
Cannes.

Señor Dr. Darío Lara
Embajada del Ecuador
34, avenida de Messine
París (8º).


Querido Señor:

He recibido su carta del 25 de septiembre, y excúseme por haber tardado un poco en responderle.

No le ocultaré que su carta me sorprendió. Sin duda alguna, usted conoció mi existencia y dirección a través de su Gobierno, ya que nunca tuve contacto con la Embajada en Francia.

En cambio, hace tres años tuve una correspondencia con el Doctor José María Velasco Ibarra, en aquel entonces, Presidente de la República. Esta correspondencia no tuvo el resultado que esperaba, sin duda porque el Doctor Velasco Ibarra tuvo que abandonar sus altas funciones. Me interesaría saber si su diligencia se relaciones con ella.

Por ahora, quiero simplemente contestar a su pedido, el cual, créame, me conmovió mucho. En efecto, poseo recuerdos de mi padre (fotografías, ejemplares de algunas de sus obras, correspondencia que tienen para mí un valor sentimental). Naturalmente, tengo también recuerdos personales de mi infancia y de las relaciones que mi madre, fallecida en 1950 en sus noventa años y yo, hasta mi décimo octavo año, más o menos, tuvimos con la mayor parte de las personalidades ecuatorianas, oficiales o privadas, en misión o residentes en París. Me parece comprender que todo esto le interesaría, pero desearía que me dijera con qué finalidad. Supongo que no se trata sólo de una mera curiosidad literaria.

Pienso que no tendrá inconveniente en decírmelo, antes de darle las informaciones que le serán útiles, pero, sería preciso no esperar mucho, ya que dentro de quince días, ¡cumpliré 77 años!

No quiero terminar sin agradecerle por los sentimientos que usted se digna expresarme. Espero que las circunstancias permitirán conocernos, y con esa esperanza le ruego, querido Señor, aceptar la seguridad de mi alta consideración.

(f) CONTOUX, Jean.


Carta No. 2

Cannes, a 14 de octubre de 1963

Jean CONTOUX
Villa Elvina 134, bv. de la República
Cannes (A.M.)

Dr. A. Darío Lara
Embajada del Ecuador
París.


Querido Señor, Amigo:

Y agrego, Querido Colega, ya que usted me ha dado a conocer que fuera de sus funciones oficiales, es corresponsal en París de un importante periódico en Quito. En efecto, pienso que usted los sabe, el periodismo ha sido mi profesión.

Le agradezco muy sinceramente, así como a su familia, que tendré mucho gusto en conocer, por los votos de felicidad que usted me ha dirigido con oportunidad de mi aniversario muy cercano. Me conmovieron mucho, al venir de un casi compatriota que, no obstante, no me conoce aún.

Justamente, me parece conveniente para conocernos un poco antes de encontrarnos, que le exponga sucintamente mi situación.

Soy casado. Mi esposa entró el 6 de los corrientes, en su octogésimo año (80 años). Era profesora de piano; pero ya no puede dar lecciones. Por motivo de su salud dejamos París, hace ya diez años, y nos fijamos en la costa Azul, cuyo clima le es recomendado. Tiene el corazón bastante frágil y está sometida a muchas precauciones.

Como le dije más arriba, mi profesión fue el periodismo. Tal vez por atavismo, seguramente por vocación y a falta de no haber podido ser abogado, como la había deseado en mi juventud.

Ejercí esta profesión, creo que honorablemente durante más de treinta años, casi constantemente como jefe de redacción de publicaciones, sin tomar en cuenta colaboraciones, particularmente en periódicos parisienses: “LE JOURNAL”, “L’ÉCHO DE PARIS”, entre otros.

Por esto, beneficio de dos jubilaciones de ejecutivo. Pero debido a la carestía de la vida aquí y sobre todo de los arriendos (pago 250Fr. mensuales, o sea 300 mil francos antiguos anuales, más el gas, la electricidad, la calefacción en el invierno y los impuestos), para poder mantenernos sin muchas restricciones, estas jubilaciones son insuficientes. Entonces me vi obligado a buscar un empleo para procurarme el complemento indispensable, y ocupo en una pequeña empresa de construcción, funciones de secretario mecanógrafo auxiliar de contabilidad, cajero y, además, estoy encargado de los asuntos personales de mis patronos. Evidentemente, esto me deja poco tiempo y me cansa mucho.

Usted comprenderá perfectamente que acepto con un placer infinito la amable invitación de su Encargado de Negocios de ir a París (5), a donde mi esposa y yo, fuimos sólo una vez en diez años, ya que el viaje es demasiado oneroso, ahora sobre todo, para poder proyectarlo próximamente.

En efecto, como único empleado de esta empresa, me sería difícil, si no imposible, ausentarme varios días en la semana. En cambio, la cuarta semana de vacaciones pagadas será otorgada del 21 al 31 de diciembre próximo. Entonces, podría realizarse el viaje del 22 al 30 de diciembre. Créame bien, con alegría volverá a la capital, hacer su conocimiento y volver a ver a algunos viejos amigos.

Me doy cuenta que esta carta ya es muy larga. Contestaré a la suya de manera detallada en mi próximo correo.

Mientras tanto, créame Querido Señor y Amigo, su afectísimo.

(f) CONTOUX Jean

P.S.: Me excuso de escribirle en francés, puesto que si leo y comprendo el español, no lo escribo, sobre todo extensamente (6).


Carta No.3


Cannes, a 22 de octubre de 1963


Jean CONTOUX
Villa Elvina
134, bv. de la República



Dr. A. Darío Lara
Embajada del Ecuador
París.


Muy querido Señor:

Como prometido, voy a contestar de manera tan detallada como posible a su última carta.

Antes, déjeme decirle el verdadero placer que he sentido al conocer que después de tres cuartos de siglo, el gran escritor que fue Juan Montalvo, no ha sido completamente olvidado de sus compatriotas, por lo menos de la élite letrada, de la cual, según veo, usted forma parte. Para mí, le puedo asegurar que es una viva satisfacción y un consuelo. Le agradezco por haberme dado a conocer y haberme dicho que todo lo relativo a su vida en Francia le interesa y es susceptible de interesar a su país –que pudo ser el mío- y que mucho he sentido no haber conocido.

Evidentemente, el nombre del señor Gonzalo Zaldumbide me es conocido, porque varias veces en mi infancia mi madre me habló de él. Supe así que la Señora de Zaldumbide (7) frecuentaba la casa de mis padres, y si no me falla la memoria, me guardó en su casa durante los últimos días de mi padre y durante las exequias celebradas en la iglesia de San Francisco de Sales, en donde permaneció el ataúd esperando ser trasladado al Ecuador.

Desde luego, le conocí desde muy temprano y asistí a la colocación de la placa que, en el número 26 de la calle Cardinet, recuerda que allí falleció mi padre. Recuerdo que hace doce o treces años, cuando habitábamos aún en París, escribí al Cónsul General del Ecuador, para indicarle que esta placa estaba casi ilegible por causa de la capa de polvo que la recubría. Nunca recibí respuesta.

Por supuesto conozco igualmente el busto de la puerta Champerret. Figuraba en la Exposición de 1909, en el Pabellón del Estado, situado en uno de los pilares de la Torre Eiffel. Había sido trabajado gracias a una fotografía prestada por mi madre al Señor Víctor Manuel Rendón, Ministro Plenipotenciario de Francia (8) y más tarde en España, a quien iba a verle en su casa Plaza Malesherbes, casi todas las semanas.

La misma fotografía sirvió igualmente para el grabado de un sello postal, del cual poseía toda una colección que, desgraciadamente, perdí a lo largo de los años.

Como le he escrito ya, tengo aún, después de tantos años, algunos recuerdos materiales, si así puedo decir, que tienen para mí un valor sentimental, puesto que es todo lo que me ha quedado de mi padre. Si son de naturaleza, como me dice, a interesar a su país, a su gobierno, a la Casa de la Cultura Ecuatoriana, para dar a conocer mejor la vida de mi padre en Francia, estoy dispuesto a separarme de ellos. Pero no puedo decirle, desde ahora, lo que he conservado.

En efecto, por falta de espacio en nuestro departamento, una parte de nuestro mobiliario está en depósito en un local vacío que me prestó gratuitamente mi empleador, particularmente las cajas que contienen los libros, cartones de fotografías y archivo. Será preciso que vaya a buscar en esas cajas.

Si el período que le he propuesto para mi viaje a París conviene, le llevaré todo lo que encuentre de interesante. Mientras tanto, para su documentación personal, podré darle por escrito detalles sobre las relaciones que mi madre y yo mantuvimos con muchas personalidades ecuatorianas, hasta el día en que nadie más se preocupó de nosotros.

Con la esperanza de leerle próximamente y agradeciéndole de nuevo por recordarme un pasado que ya creía muerto, le ruego, Querido Señor, creer en los sentimientos de cordial simpatía y sinceramente amistoso.

(f) Jean CONTOUX.

París, a 30 de octubre de 1963
Señor Don Jean CONTOUX
Villa Elvina
Cannes.

Distinguido señor y muy estimado amigo:

Desde agradecerle cordialmente sus amables cartas del 14 y 22 de este mes. Cada una de sus frases, diría aún, cada una de sus palabras tienen para mí un enorme valor y me traen nuevos descubrimientos. Desde luego, uno de los principales fue el saber que su señora esposa vive aún y tiene actualmente ochenta años. Dígnese presentar a ella, en mi nombre y el de los míos, los más cálidos sentimientos de respeto y felicitación, así como nuestros votos porque tenga una feliz conservación y todavía largos y dichosos años de vida.

Tanto el Encargado de Negocios, Doctor Luis Jaramillo, como los Ecuatorianos de París, nos sentimos felices al saber que Usted ha aceptado viajar a París en el mes de Diciembre. La fecha que ha escogido me parece excelente. Ya trataremos próximamente de otros detalles y, mientras tanto, me será placentero mantener con Usted una frecuente correspondencia: ¡Tengo tanto que aprender de Usted!

Me ha entusiasmado saber que Usted ejerció el periodismo y por tan largos años… Espero pronto, terminados varios estudios que debo agregar en este año, consagrarme a leer algo de lo que Usted ha producido. Oportunamente le pediré que me indique aquello que Usted cree es de más valor. Quién sabe si algunos escritos no valdría la pena traducirlos al español, para publicarlos en Quito. Sobre todo artículos de carácter cultural o histórico. Pero, no sé aún qué ha escrito Usted… Un punto por estudiarse después.

No, la gloria de MONTALVO no ha decaído en el Ecuador, y más bien sigue cada vez acrecentándose. Y no solamente en el Ecuador, pero en toda América española. No solamente entre los intelectuales, universitarios: en mi país, desde los niños de la primaria aprenden a conocer al eximio escritor que pudo competir con Cervantes y dio a nuestro pequeño Ecuador, resonancia universal. Pocos lugares tan maravillosos en mi país, como el mausoleo y la tumba de MONTALVO, en Ambato: centro de peregrinación y atracción de nacionales y extranjeros que visitan dicha ciudad.

Usted dice que siente no haber conocido el Ecuador. A eso voy, deseo pedirle una autorización y hacerle una confidencia. Informé al Alcalde (Maire) de Ambato de su existencia… Espero para uno de estos días una carta del Alcalde. Estoy seguro que esta noticia va a regocijar a los Ambateños. He pensado entonces en lo siguiente: en mi próxima carta al Alcalde de los Ambateños voy a sugerirle que haga las gestiones necesarias ante el Gobierno del Ecuador para INVITARLE A USTED a viajar al Ecuador…

Iría como invitado oficial de la Nación, de Ambato, en particular. Esto sería grandioso, emocionante… recibir en ese bello paisaje Ambateño al hijo de MONTALVO, a quien por circunstancias políticas (como le dije en mi primera carta) ¡se le obligó a morir lejos de su tierra que tanto amaba!

Desearía conocer, antes de hacer esta gestión, si no habrá inconveniente de su parte. La edad no es un obstáculo para dicho viaje. Hace 4 años hice invitar oficialmente al Decano de la Facultad de Letras de la Universidad en que dicto la Cátedra de Letras hispanoamericanas. Es un Monseñor casi de su edad; además sufrió de los gases en la guerra del 14. Hoy en París, me dice que nunca estuvo tan bien como en ese belle clima ecuatoriano. Espero que me diga su opinión acerca de este proyecto.

Con esta gestión que ya la tengo bien madura, haré otra no menos importante. No es posible que Usted a la edad de 77 años tenga aún que seguir trabajando… El Ecuador tiene para con usted una deuda. Yo trataré que se la pague. Con la gestión para su viaje al Ecuador, voy a gestionar ante el Alcalde de Ambato y amigos de Quito, para que el Gobierno Ecuatoriano, la Nación Ecuatoriana, aseguren a Usted, ilustre, descendiente de Montalvo, una pensión vitalicia… Tengo la total seguridad de que mis dos proyectos tendrán todo éxito y desde ahora me alegro poder servir así a la gloria de nuestro máximo escritor.

Le puedo asegurar que la placa del 26, rue Cardinet, está hoy en perfecto estado; muy limpia y bien mantenida. Igualmente, cada año, por el 10 de agosto, nuestra Fiesta Nacional, un grupo de ecuatorianos vamos a la Plaza Champerret y depositamos unas flores ante el busto de Montalvo.

Ya se imagina cómo me interesa los recuerdos que Usted tiene y conserva. Por lo mismo, desdeo que me escriba largamente… Desearía hacerle tantas preguntas y no sé por cuál comenzar. Si en la próxima carta se concreta darme noticias acerca de su distinguida Madre, me agradaría mucho. Lugar y fecha de nacimiento; detalles de su vida, hasta su muerte. Supongo que debe conservar fotos de ella. Deseo reunir todo esto, así como de Usted, de su esposa y más familiares. Por lo mismo, sírvase reunir todo aquello, por pequeño que sea, que se refiere a Montalvo. No le pido para mí. Sería para mi país. A mí me interesan, sobre todo los datos históricos, literarios, que me ayudarán para un estudio que seguramente escribiré acerca de todo esto.

Espero sus noticias con enorme ilusión. Dígnese presentar mis homenajes a su noble esposa y para Usted mis más cordiales sentimientos, en espera de tenerle entre nosotros.

(f) Doctor A. Darío Lara
Secretario de la Embajada del Ecuador


CARTA NO.6


Cannes, a 28 de noviembre de 1963

Villa Elvina
134, bv. de la República







Señor Darío Lara
Embajada del Ecuador
34, avenida de Messine
París.

Querido Señor y Amigo:

El martes debía enviarle la nota adjunta referente a mi madre, pero este día, al regresar para almorzar encontré su carta del 23 de los corrientes a la cual he querido contestar al mismo tiempo.

Me remito enteramente a usted para llevar a buen término los dos proyectos que usted ha expuesto. Estuve contento al conocer que usted considera con optimismo el resultado de sus diligencias. Inútil agregar que deseo vivamente que sea favorable y que no se demore mucho…

Igualmente quería remitirle la especie de “currículum vitae” que había añadido a los documentos comunicados al Doctor Velasco Ibarra, y que me fueron devueltos. Pero no se me devolvió ese currículum. Por consiguiente es necesario que le reconstituya de manera un poco más detallada, lo que he comenzado a hacer. ¡En realidad, son casi memorias lo que usted parece desear! Espero darle satisfacción próximamente pero, usted lo sabe, dispongo de poco tiempo para trabajos personales y me falta valor para escribir de noche.

Pienso poder añadir una nota relativa a la vida de mi padre en París, según lo que mi madre me ha contado durante mi juventud.

No estoy en condiciones para darle precisiones acerca del viaje a París. Dejaré de trabajar el sábado 21 de diciembre en la noche hasta el 2 de enero. Por lo tanto podríamos salir de Cannes, el domingo 22 de diciembre en la noche, en tren nocturno, para llegar a París el lunes en la mañana. Pero estaré en la obligación de esperar, para tomar los boletos y reservar los asientos, el cobro del primero de mis trimestres de jubilaciones, esto es el 19 o 20 de diciembre. En efecto, el viaje de ida y vuelta para ambos costará 46.300 francos antiguos y al fin del trimestre nuestra tesorería va de baja.

Hasta pronto otras noticas y, mientras tanto, créame amistosamente su afectísimo.

(f) CONTOUX, Jean

(ANEXO CARTA No. 6)

Mi madre, Augustine Catherine CONTOUX, nacida el 17 de octubre de 1858, en Garnat (Allier), falleció el 5 de enero de 1949, en París, en mi casa, 104 calle del Faubourg Poissonière. Estaba pues, en sus 91 años. Sus exequias se celebraron en la iglesia de San Vicente de Paúl y la inhumación tuvo lugar en el cementerio de Pantin.

Propiamente hablando, ella no murió de enfermedad. Estaba cansada de la existencia y no quería vivir más. Había sufrido tres guerras; 1870-1871, con el sitio de París y la Comuna; la de 1914-1918, durante la que yo fui movilizado; la de 1939-1945, con el éxodo en la que el coche en que iba con mi esposa fue bombardeado en carretera. Y temía aún una cuarta guerra.

Como muchos ancianos, no había podido adaptarse a las nuevas condiciones de vida después de la guerra, y sobre todo, al aumento constante de los precios.

Durante su último mes, apenas se alimentaba, pero no guardó cama sino cuatro días, atacada de congestión pulmonar. Sin embargo, su fin fue apacible, gracias a nuestro médico. No tuvo agonía y tranquilamente dejó de respirar.

Después de la muerte de mi padre, ella debió, muy pronto, ponerse a trabajar a veces penosamente, en su antiguo oficio de costurera, porque en aquella época no existían las ventajas sociales. Pudo, sin embargo, no sin dificultad, permitirme seguir mis estudios, ayudada de tiempo en tiempo, hasta mis quince o dieciséis años, por Ecuatorianos de París: Señor Víctor Manuel Rendón; los Señores Hermanos Seminario, banqueros; Señor Carlos Winter, Cónsul General en París en 1900; Señor Ángel Miguel Carbo, su sucesor, y, cuando venía a Francia, el Señor Agustín Yerovi, quien fue, creo yo, Ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador.

Desde que el periodismo me procuró ganancias, yo le ayudé. Más tarde, después de mi matrimonio, continué haciéndolo en la medida de lo posible. No fue sino en 1927, cuando ya muy fatigada, consintió en venir a vivir en mi hogar, en donde se volvió siempre útil.

Hasta sus últimos días su vista le permitió leer, escribir, coser sin anteojos.

Había conservado una excelente memoria y guardaba vivo el recuerdo de los años pasados con mi padre, pero, no le gustaba hablar de ello.


CARTA No.8

Viernes, a 13 de diciembre de 1963
(Día de suerte)
Villa Elvina 134, bv. de la República

Muy Querido Señor y Amigo:

He aquí las dos notas anunciadas en mi carta de antes de ayer.

Bien pensado, he creído que convenía que le haga conocer para su edificación personal y, aunque esto me sea penoso, la principal de las razones por las que mi madre no quería oír hablar ya más del pasado.

Lo que concierne a mi padre le parecerá sin duda alguna un poco breve. Cuando su fallecimiento, yo era demasiado tierno para guardar muchos recuerdos personales, sobre todo después de tanto tiempo. Tal vez, cuando nos encontraremos podré contarle más, a lo largo de conversaciones. Espero que estas notas le interesen y le ruego aceptar la seguridad de mis amistosos sentimientos.

(f) Jean CONTOUX

(ANEXO CARTA No. 8)

Mi padre tenía en París una vida sencilla y regular. Generalmente escribía en la tarde, a veces, en la noche. Le gustaba recibir, particularmente al final del día, a algunos amigos de la colonia sudamericana: entre los ecuatorianos, especialmente el señor Dorn y de Alsúa. Me acuerdo de este último, porque me tomaba siempre en sus rodillas para jugar conmigo. Este recuerdo me hizo que yo interviniera en su favor ante mis colegas de los cotidianos parisienses cuando, en 1934, estuvo comprometido en el “affaire Stavisky”, para que su nombre fuese citado lo menos posible. Me sentí feliz por haber obtenido la amista de ellos. Naturalmente, el señor Dorn nada supo de todo aquello y no tuvo, por consiguiente, que agradecerme.

Mi padre recibía también a amigos franceses escritores, con los que estaba ligado. Sentía sumo placer parece, en estos intercambios de ideas de los que sacaba siempre provecho, porque tenía el espíritu curioso de todas las cosas y su memoria era prodigiosa.

Hacia el final de la tarde iba, con bastante frecuencia al diario “El Figaro”, entonces el gran cotidiano literario y mundano de la calle Drouot, al que daba, de tiempo en tiempo, artículos con el fin de aumentar sus recursos. Allí encontraba en los salones y la sala de redacción, a escritores célebres y periodistas conocidos con los que se complacía en conversar.

Sus costumbres eran regulares. Casi cada mañana –era su paseo- descendía a pie de la Plaine Monceau primero de la calle de la Neva, luego de la calle Cardinet, hasta el Bulevar de los italianos para hacerse lustrar los zapatos en el Pasaje de la Opera (que hoy ha desaparecido). No quería que esta tarea se hiciera en casa, ni siquiera por la sirvienta.

Gran amador de café, como muchos hombres de letras, iba él mismo a abastecerse en la casa Pantin, Calle Tronchet, y la mezcla que escogía era tostada por mi madre, en la casa.

COMPLEMENTO A LA NOTA YA ENVIADA

Hacia 1902 o 1903, mi madre recibió el anuncio que un sobrino de mi padre, César Montalvo, creo, había sido encargado de venir a París para entregarle el producto de la venta –o del beneficio- de la obra publicada por el Señor Yerovi: “Ensayo biográfico de Juan Montalvo”.

Si mi memoria es buena se trataba de alrededor de 15.000 francos. Era una suma considerable para la época, ya que el salario diario del Francés medio era entonces máximo de 5 francos. Esa suma habría permitido a mi madre conocer algunos años de tranquilidad y mejores condiciones de vida. Lamentablemente, nunca recibió dicha suma. El mensajero que había perdido el dinero en el juego, se suicidó en un hotel muy modesto de la calle Faubourg Montmartre en París.

A partir de dicho percance mi madre no quiso hablar más, ni oír hablar del pasado y se abstuvo de solicitar ninguna cosa a nadie, ni siquiera para permitirme proseguir mies estudios.

Y fue sin agrado que recibió la visita del Señor Olmedo Alfaro, hijo del General Eloy Alfaro quien, al parecer, había sido el amigo y colaborador de mi padre en su lucha contra la dictadura de García Moreno.

El Señor Olmedo Alfaro era cadete, a título de extranjero, en la Escuela Militar de Saint-Cyr, y a su salida sirvió en calidad de subteniente, durante uno o dos años, en el batallón de cazadores de a pie, en la guarnición del Fuerte de Vincennes. Vivía frente al fuerte y yo iba a visitarle, casi cada domingo por la mañana, contra el agrado de mi madre.

Luego de su partida de Francia no tuvimos más relaciones con ningún Ecuatoriano, ni siquiera a título privado.


CARTA No. 13

Cannes, a 27 de enero de 1964
Jean CONTOUX Villa Elvina
134, bv. de la República




Señor A. Darío Lara Embajada del Ecuador
34, Avenida de Messine
París.


Mi Querido Amigo:

He ahí fotos dedicadas. Espero que mi español inseguro no es ridículo y pienso haber respondido a su deseo al firmar Jean Contoux Montalvo.

Tengo mejores fotos, pero más antiguas. Las llevaré y usted verá si quiere utilizarlas (9).

He ahí también, una nota susceptible de completar su documentación. Al remover viejos papeles encontré unas líneas de mi madre relativas a la enfermedad y fallecimiento de mi padre. Las he puesto en limpio para usted (10).

Dicho esto, voy a contestar a su carta del 16, que creo haber entendido bien.

Es natural que algunos Ecuatorianos estén sorprendidos al conocer que Juan Montalvo ha dejado en Francia un hijo que vive aún y del que nunca han oído hablar. Pero, usted no duda de ello por lo que le agradezco; mi filiación es incontestable. Los documentos que comuniqué al Doctor Velasco Ibarra y que le llevará bastan para comprobarlo. Por otra parte, si los señores Agustín Yerovi, Víctor Manuel Rendón, Carlos Winter, Cónsul General en París, Ángel Miguel Carbo, su sucesor en ese cargo, los hermanos Seminario, y mucho más tarde Olmedo Alfaro, se interesaron por mí, fue evidentemente porque estaban seguros de ello (11).

Si en el estado civil no llevo el nombre de mi padre es únicamente, y no me avergüenzo de ello, porque él no había podido regularizar su situación con mi madre.

No veo inconveniente, todo lo contrario, y me sentiría orgulloso de llamarme para el Ecuador Jean Montalvo hijo. Pero, no quiero que esto provoque dificultades con la familia de mi padre que tal vez no se ha extinguido aún. En efecto, hace algunos años, antes que me decida a escribir a su Presidente, un señor Montalvo y su esposa, residieron en Cannes, en el hotel Martínez. Al enterarme de ello por el periódico, había pensado ir a verlos, pero renuncié a ello por no querer correr el riesgo de ser mal acogido o que me tomen por un impostor.

Por supuesto que estaría muy feliz, creo que ya le dije, de conocer el Ecuador y particularmente Ambato, en donde la “Casa de Montalvo”, debe ser una especie de museo o un Centro Cultural. En cuanto a pretender terminar allá nuestros días tranquilamente, con mi esposa, y al amparo de las preocupaciones materiales, pienso que aún no hemos llegado hasta ese punto.

A nuestras edades sería, además, una gran aventura que nos plantearía muchos problemas. Primero, al nivel de la salud, ¿mi señora podría aclimatarse sin peligro? No se olvide que tiene el corazón muy cansado. Igualmente, al nivel financiero. No puedo, en efecto, correr el riesgo de perder mis pensiones de jubilado que serán mi único ingreso cuando deje de trabajar. ¿Me seguirán pagando en el Ecuador? y ¿su monto podría transferirse sin dificultad?

Todo esto, usted lo convendrá merece una reflexión detenida. Me parece preferible esperar que hablemos de ello cuando esté en París, lo que ya no tardará.

En efecto, terminé todos los trabajos que debía llevar a cabo este mes y proyectamos desplazarnos a mediados de febrero –a condición, desde luego, que la temperatura sea suficientemente clemente, ya que mi esposa no se ha recuperado del todo de su bronquitis.

Por lo tanto, desearía saber si la invitación que usted me transmitió de parte del Señor Encargado de Negocios, a principio de nuestras relaciones, sigue valedera. Tenga la bondad de informarme al respecto.

No he terminado aún el currículum vitae que le había prometido ya que dispongo de poco tiempo. Tal vez podría enviárselo antes de viajar.
Mientras tanto, crea, Querido Amigo, en los mejores sentimientos de su

(f) CONTOUX Jean.

A INTENCIÓN DEL DOCTOR A. DARÍO LARA

Como consecuencia de un resfrío contraído al regresar de su paseo matinal, bajo una lluvia torrencial, mi padre sintió los primeros síntomas de la afección que debía llevarle: fiebre y dolores intercostales.

Después de un mes, el Doctor Léon Labbé que le atendía, inquieto por no comprobar mejoramiento provocó una consulta con sus colegas que estimaron que esta fiebre era de origen nerviosa y los dolores simples neuralgias.

El Doctor Labbé pensando, por el contrario que debía tratarse de un desgarramiento de la pleura, procedió al día siguiente a una punción y extracción de un litro de líquido que, luego de examen, se reveló de naturaleza serosa.

Algunos días más tarde, volviéndose los dolores más y más intensos, una nueva consulta de médicos concluyó en la necesidad urgente de una intervención quirúrgica.


Mi padre fue, pues, transportado a la Casa Dubois (una clínica privada), calle del Faubourg Saint-Martin, donde la operación fue practicada con la asistencia del doctor Labbé, por el Profesor Constantin Paul, una eminencia de la época (12).

Mi padre habiendo rechazado formalmente ser anestesiado, esta operación que consistía en retirar algunas costillas de la región dorsal para poder aspirar el líquido purulento, fue horriblemente cruel. Duró una hora, durante la cual mi padre no exhaló ni una sola queja.

Pero esta dolorosa prueba fue inútil; el germen purulento se había extendido ya en todo el organismo. Cuando se dio cuenta mi padre exigió ser llevado a casa, 26 Calle Cardinet para morir allí junto a nosotros. Dos días después, el 17 de enero de 1889 pidió ser vestido de su frac y así esperó el fin.

Había manifestado el deseo de ser inhumado en el Cementerio de Montmartre por el que tenía particular afección, sin duda porque escritores célebres descansan ahí. Pero, sus amigos sudamericanos estimaron que los restos de los grandes hombres pertenecen a su patria. Hicieron pues, transportar sus despojos mortales al Ecuador, al Cementerio Católico de Guayaquil, donde quedaron por un tiempo. Mi madre y yo no tuvimos pues el consuelo de poder ir a recogernos en su tumba.


CARTA No. 37

Cannes, a 29 de septiembre de 1964
Villa Elvina
134 bv. de la República

Querido Amigo:

Sin duda alguna tiene mucho trabajo, pero yo pensaba que a pesar de todo usted tendría el tiempo de traducir y enviarme la carta, cuyo proyecto había sometido, a fin de que yo le expidiera. A menos que no tenga su aprobación. En este caso no vacile en decírmelo, no tengo amor propio de autor, pero devuélvame el manuscrito que estaré contento de conservarlo en mis archivos.

En mi cabeza estoy dando el último toque, antes de asentarlo por escrito, a un proyecto que estoy seguro es de naturaleza a interesarle personalmente. Preciso en seguida que en nada me concierne, sino que ayudará a su eventual realización. Le expondré de manera detallada en una próxima carta.

En otra parte, a fin de ocupar mi esforzado tiempo libre, volví a leer las notas bibliográficas que le proporcioné y me di cuenta que eran incompletas en lo que se refiere a algunas de mis actividades extraprofesionales por decirlo así. Por lo tanto, corregiré esta laguna y le dirigiré una nota complementaria, aunque no fuera sino para adjuntarla a su documentación que me concierne.

Supongo que, como yo, usted no tiene noticias del señor Larrea. Si realmente debo efectuar el viaje previsto me gustaría, usted lo entiende, conocer lo más rápidamente posible –ya que con anticipación tendré que tomar disposiciones la época prevista de que usted me había hablado, probablemente a fines de noviembre, a principios de diciembre. Cuento con su amabilidad para mantenerme al tanto de lo que conocerá al respecto.

Mi salud mejora lentamente, demasiado lentamente a mi gusto. Me alimento más o menos normalmente, excepto en la comida nocturna, pero sin mucho apetito. He vuelto a ver el domingo a nuestro médico habitual y es necesario ahora que me hagan una numeración globular para averiguar si no tengo un gran déficit de glóbulos rojos, y hacerme diferentes análisis, particularmente para el porcentaje de úrea. Después de lo cual consultaré a un especialista de la próstata cuyo mal funcionamiento puede influir sobre el hígado. Como usted lo ve, no he terminado con mis molestias.

Hágame el favor de escribirme muy pronto y, mientras tanto, crea, Querido Amigo, en mis mejores sentimientos.

(f) CONTOUX, Jean

Sea, se lo ruego, min intérprete ante la Señora de Lara y renuévele mis mejores recuerdos.

(ANEXO CARTA No. 37)

Nací en París, el 17 de octubre de 1886. Luego de buenos estudios, en calidad de becario de la ciudad de París, en el Colegio Rollin, deseaba llegar a ser abogado. En vista de que mi madre no podía satisfacer a los gastos ocasionados por estudios largos, tuve que renunciar a ellos y, desde los 18 años, me hice periodista.

No tuve otra profesión y la he ejercido honorablemente, durante más de 30 años. Esta me permitió cuando el “affaire Stavisky”, en 1934, obtener de mis colegas de los grandes periódicos de París que no insistieran en el papel del señor Dorn y de Alsúa quien se encontraba comprometido en este asunto. En efecto, recordaba que este señor había frecuentado la casa de mi padre y me había tenido en sus rodillas.

Cumpliré 74 años dentro de algunas semanas. Mi esposa cumplirá, 77. A causa de su estado de salud, nos hemos instalado en Cannes, en 1953. No tenemos otros recursos sino dos pensiones de retiro, una del Seguro Social, otra de los Ejecutivos de la Prensa. A causa de lo caro de la vida, principalmente de los alquileres, se vuelven cada vez más insuficientes y nos vemos amenazados en vivir nuestros últimos años con gran estrechez, para no decir en la miseria.

Por eso me resigno, lo que nunca había hecho, a solicitar del Gobierno ecuatoriano una ayuda financiera, sea bajo forma de una modesta pensión, sea bajo forma de un capital, abonado en una sola vez.
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Mi padre murió en su domicilio, 26 Calle Cardinet, en París, de una pleuresía purulenta, luego de largos sufrimientos y dos intervenciones quirúrgicas practicadas, por el Profesor Léon Labbé. Sus exequias fueron celebrados en la iglesia Saint-François-de-Sales, en donde los restos mortales permanecieron esperando ser transportados al Cementerio Católico de Guayaquil, aunque hubiera manifestado el deseo de reposar en París, en el Cementerio Montmartre.

Durante mucho tiempo, sus amigos y las personalidades que residían en París o de paso, ayudaron a mi madre: señor M. Rendón, Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario en Francia; el señor Carlos Winter, Cónsul General; su sucesor, el señor Ángel Miguel Carbo; los señores Hermanos Seminario, banqueros, me recibían regularmente y me remitían pequeñas cantidades de dinero para mi madre a fin de participar en los gastos de mis estudios y de mi mantenimiento. Lo mismo de parte del señor Agustín Yerovi, en cada uno de sus viajes a Francia.

Más tarde también vi frecuentemente, luego de haber visitado a mi madre, al señor Olmedo Alfaro, hijo del General Eloy Alfaro. Era entonces, cadete, a título de extranjero en la Escuela militar de Saint-Cyr, y luego sirvió en calidad de subteniente reemplazante en el batallón de cazadores de a pie en la guarnición de Vincennes.

Debo añadir a estas notas, muy a pesar mío, que la suma de diez o doce mil francos (de aquella época) que debía permitir la publicación de manuscritos dejados por mi padre y anunciada por el señor Yerovi y el señor Francisco Montalvo, nunca fue remitida a mi madre. El señor César Montalvo, que había sido encargado de esta misión, se suicidó en un hotel de la Calle del Faubourg Montmartre en París, al parecer luego de grandes pérdidas en el juego.

No creo que sea necesario dar más detalles acerca de este periodo de mi vida. Tan sólo añadiré que todavía poseo la fotografía de mi padre, así como varios ejemplares de sus obras.

Los documentos adjuntos a esta nota, prueban, indiscutiblemente, mi filiación paterna. Me complazco pues, en esperar que al Gobierno del Ecuador le será posible responder favorablemente a mi demanda.

Cannes, a 26 de agosto de 1960
Jean CONTOUX
Villa Elvina
134, bv. de la República

Mi vida y mi carrera periodística no fueron nada excepcionales.

Mis estudios, como los de cualquier niño, empezaron en la escuela primaria, en donde aprendí sin problemas todo lo que me enseñaron.

Allí, sin duda, se despertó mi vocación periodística. A los diez años, en efecto redactaba cada semana, a la pluma, un periódico de la escuela, ilustrado por un compañero experto en dibujo caricaturesco. La lectura de este periódico –una hoja recto verso que no era sino en un solo ejemplar- costaba 5 plumas nuevas o un centavo. No pasaba casi el cuadro de mi aula porque era confiscado en cuanto llegaba a otra.

En esta misma clase, fundé con el asentimiento del Director de la Escuela y del Inspector de la Academia, la primera de todas las Ligas Antialcohólicas, que no tuvo sino una existencia efímera, pues no reclutaba como afiliados sino a escolares, y desapareció cuando me fui de la escuela.

El año del diploma de primera enseñanza, tuve el primer premio en un concurso de composición francesa, organizado por la Ciudad de París, entre los mejores alumnos de la misma clase de todas las escuelas.

A los once años, empecé los estudios secundarios en el Colegio Rollin, en calidad de becario de la ciudad de París. En el concurso de admisión, había obtenido dos becas de media pensión, una para el Colegio Chaptal, otra para el Colegio Rollin que eligió mi madre por estar menos alejado de nuestro domicilio. No aproveché la media pensión, sino una semana, pues la alimentación resultó insuficiente y execrable.

Fui un buen alumno mediano y salí sin dificultad de las pruebas del bachillerato.

Luego me matriculé en la Facultad de Derecho para preparar la Licenciatura, pues me hubiera gustado ser abogado, pero tuve que renunciar, mi madre no tenía la posibilidad de dejarme sin actividad remuneradora durante varios años aún, para luego esperar una clientela aleatoria.

Me orienté pues, hacia el periodismo y logré, no sé muy bien cómo, que me aceptaran en la redacción del viejo cotidiano deportivo “Le Vélo” en donde aprendí los rudimentos de la profesión.
Después de un año, aproximadamente, durante el cual había realizado múltiples reportajes, sin ser especialista en ningún deporte, asumí solo la sección deportiva (un gran folletín-diario del periódico) “Le Soir”, cuyo redactor en jefe, un joven abogado, debía hacer una carrera política bastante brillante, interrumpida por el “affaire” Stavisky: Albert Dalimier. Mis funciones me permitieron conocer a algunas celebridades de la época: Albert Lajeunesse, Audibert, los temibles esgrimidores y duelistas Laberdesque, Rodolphe Darzens, redactor en el “Journal” y que fue, más tarde, el primer Director del Teatro de las Artes, Rouzier-Dorcières, etc.

Aplazado y luego eximido del servicio militar por “endocarditis crónica”, llegué a la mayoría y comencé a interesarme por la política. En verdad me interesaba desde hacía mucho tiempo, pues cuando estaba en el colegio, y luego en la Facultad, la agitación antisemita estaba en su apogeo en París y la juventud de las Escuelas participaba activamente en ella.

En 1908, residente en las afueras de París y como había trabado relaciones, fundé un Comité local de la Acción Liberal Popular, cuyo programa correspondía a mis ideas. Era un gran partido cuyos dirigentes eran el señor Jacques Piou y el conde Albert de Mun, y que tenía una muy importante representación parlamentaria. Más tarde, llegué a ser miembro de su comité directivo.

Luego fundé un hebdomadario, político, claro, que se mantuvo más mal que bien, hasta la declaración de la guerra de 1914. Ganaba entonces mi vida colaborando en varios periódicos de provincia, así como en la página parisiense del Diario “Le Journal”.

Movilizado, destinado para el servicio auxiliar, hice la guerra sin grandes riesgos y sin gloria. Me desmovilizaron en 1919, con el grado de subteniente y en calidad de Jefe de sector, adjunto de la Reconstrucción Industrial, para el departamento del Pas-de-Calais.

Sin embargo, me quedé en Arras, pues uno de mis colegas y amigos, elegido diputado, me había confiado la redacción en jefe de su periódico.

A fines de 1921, cansado del clima y de vivir entre ruinas, renuncié y vine a Cannes que conocía, sin saber lo que podía hacer allí. En cuanto llegué tuve la suerte de ser admitido como redactor en jefe de un importante periódico regional, “Le Littoral”; pero, en vista de que no tenía ningún porvenir allí, volví a París a fines de 1922.

Gracias a una recomendación amistosa entré inmediatamente en el gran semanario femenino “Ève”, primero, en calidad de secretario de redacción y, luego, algunos meses más tarde, llegué a ser redactor en jefe, función que asumí durante cuatro años. Esto me permitió conocer, más o menos a todas las notoriedades de la época si no las celebridades del mundo literario, artístico, teatral y entre los cuales, muchos llegaron a ser amigos.

A fines de 1926, dimití para seguir al Director fundador que creaba nuevos periódicos “Minerva”, otro periódico femenino de gran tiraje; “Le Muscle”, periódico a la vez deportivo y del mundo obrero, del que llegué a ser redactor en jefe; lo que me permitió volver a tomar contacto con los medios deportivos, en donde había dado los primeros pasos en el periodismo.

Estas dos publicaciones desaparecieron poco tiempo después de las elecciones legislativas de 1928, al mismo tiempo que la organización llamada “Le Redressement Français”, que las subvencionaba.


*Primer Secretario del Servicio Exterior. Actualmente trabaja en la Dirección General de Desarrollo Fronterizo y de Asuntos Amazónicos. Su última misión diplomática la desempeñó en Francia.


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Mayor información y documentos acerca de Jean Contoux y Montalvo en París

NOTAS:

(1) Darío Lara: “Juan Montalvo en París”. Introducción, tomo 1. Subsecretaría de Ambato Ilustre Municipalidad de Ambato; 1981, pág. XI. Oswaldo Barrera.

(2) En la presentación de mi libro “Este Otro Montalvo” añadí también las cartas número 40, 41 y 42 de su esposa, ya que forman parte de esta relación epistolaria, así como las cuatro últimas.

(3) Empleo este pronombre en plural ya que mi padre tradujo en su obra “Juan Montalvo en París” dos tomos y en sus conferencias varios pasajes de estas sesenta y dos cartas.

(4) Me refiero a las siguientes publicaciones: “Montalvo y Lida en Niza” y “Cuadernos de Apuntes”, tomos primero y segundo. En la primera obra hay algunos errores de traducción, mientras que la segunda, las fallas son tan graves que sería necesario reeditarla.

(5) El Encargado de Negocios de la Embajada del Ecuador en París, era el doctor Luis Enrique Jaramillo, quien aceptó gustoso invitar a París al hijo de Juan Montalvo y a su esposa, asumiendo todos los gastos de esta invitación. Todo este se refiere en “Juan Montalvo en París” del Doctor A. Darío Lara. Subsecretaría de Cultura. I. Municipio de Ambato. 1983, Quito-Ecuador (Tomo 1, págs. 71 a 75)

(6) Que comprendía perfectamente el español es un hecho, ya que el Doctor Lara escribía generalmente en español al señor Jean Contoux.

(7) Se trata de la madre de Gonzalo Zaldumbide, Doña Rosario Gómez de la Torre, la esposa del poeta Julio Zaldumbide (1833-1881) quien, según sabemos, estuvo tan ligado por su amistad con Juan Montalvo. La carta de pésame que J. Montalvo escribió cuando la muerte de Julio Zaldumbide, está firmada en París (20/9/1887); conocemos la imponderable calidad de aquel documento.

(8) Ídem nota 5 (Tomo 1, págs. 49 a 50).

(9) Efectivamente, entre las numerosas fotografías que Jean Contoux ofreció al Doctor Lara, de sus familiares, se destacan especialmente dos: una del niño Jean en su primera Comunión; la otra de Jean con su uniforme militar. Quienes han mirado estas fotos, la segunda en especial, han quedado sorprendidos por los rasgos físicos que evocan los de su padre, Juan Montalvo. Ver el libro Este Otro Montalvopp. XI y 2

(10) ¡Qué mejor prueba de que tanto Augustine Contoux, como Jean se preocuparon por salvar la memoria de Juan Montalvo!

(11) Este párrafo de la correspondencia de Jean Contoux es sumamente importante y viene a refutar a quienes expresaron dudas acerca de su filiación. Y con singular delicadeza evoca la situación que no pudo regularizarse entre Augustine y Juan Montalvo, ante el estado civil.

(12) En el capítulo IV, tomo 1, de la “Filosofía de Montalvo”, el Doctor Roberto Agramonte da muchos detalles sobre el cirujano Doctor Constantin Paul, que nació y murió en París (1833-1896). Fue una eminencia de la época, Cirujano, médico de los hospitales de París, publicó varias obras que consagraron su nombre y le llevaron a la Academia de Medicina en 1880. El Doctor Labbé recomendó a este cirujano para intervenir en el caso de Juan Montalvo.

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