viernes, 9 de abril de 2010

Lamarck y la teoría transformista


Por Catherine Lara (2005)

El evolucionismo sigue siendo sin duda alguna el paradigma dominante en la praxis científica actual y desde luego, en arqueología. No obstante, la teoría de la evolución no surgió de la nada: se desarrolló a raíz de un proceso epistemológico que duró varios siglos. Así, el transformismo fue una de las etapas preliminares claves al planteamiento de la propuesta de Darwin. Entender el transformismo implica luego entender mejor el origen de los principios que conforman la base de las ciencias modernas, incluyendo la arqueología.

INTRODUCCIÓN:

Desde la antigüedad griega, se sabía que la naturaleza -como entidad viva- y los seres que la constituyen, habían cambiado profundamente a lo largo de los tiempos. “Todos los seres vivos, inclusive nosotros mismos, son el resultado de una larga serie de modificaciones, de una evolución progresiva que tuvo como punto de partida organismos elementarios, tan simples como sea permitido imaginarlos” (Rostand, 1964: 69, mi traducción). Es la hipótesis transformista, cuyas características fueron formuladas de distintas formas durante varios siglos:

El griego Anaximandro (611 antes de Cristo), hacía descender el hombre de un animal acuático, y los animales, del fango. En cuanto a Empédocle (441 después de Cristo), planteaba que la perfección guiaba a las creaciones de la naturaleza. Con el advenimiento de la ciencia racionalista en el siglo XVI, se empiezan a desarrollar verdaderas teorías sobre la ciencia de la vida. En reacción a los conceptos transformistas previos y de acuerdo a la profunda influencia de los textos bíblicos, el siglo XVII conoce el auge del creacionismo, etapa obligada al desarrollo del transformismo, según Rostand (1956: 72). En efecto, los creacionistas Lineo, Adanson y Marchait empezaron a insinuar que, si Dios había creado los diversos géneros en un principio, éstos se habrían diversificado en las innumerables especies conocidas. El geómetro Pierre Louis Moreau de Maupertuis (1698-1759), formuló luego la hipótesis según la cual una mezcla irregular de las sustancias reproductoras parentales podía ocasionar la aparición de una nueva especie. Los puntos de vista difieren acerca de las ideas transformistas de Buffon. Lo cierto es que, si las tuvo, se contradijo de forma sistemática. Según Darwin, Buffon fue “el primer autor quien, en los tiempos modernos, ha tratado (el tema) en un espíritu científico (…) Pero sus opiniones fluctuaron considerablemente en distintas épocas” (1979: 53). ¿Falta de coherencia? ¿Temor a la censura? Benoist de Maillet, cónsul de Francia en Egipto, y aficionado a las ciencias naturales, intuyó el origen acuático de las especies, mientras que Robinet (1776), percibió la diferenciación en tres reinos orgánicos como prueba de la escala progresiva de la naturaleza hacia la creación del ser humano. En cuanto a Erasmus Darwin, abuelo de Charles, expuso una visión gradual del mundo vivo, de acuerdo a cambios en las costumbres, las condiciones de vida… El hocico del chancho podría haber aparecido consiguientemente a los esfuerzos del animal para alimentarse. Esta ilustración de Darwin nos recuerda bastante los planteamientos de Lamarck, como veremos posteriormente. En realidad, los dos autores fueron contemporáneos y se ignora en qué medida el uno pudo haber influido sobre el otro.

Lo cierto es que al cabo de varios siglos de especulaciones transformistas, Jean-Baptiste Monet, Caballero de Lamarck, es el primero en estructurar estas ideas en una teoría concreta y coherente. ¿En qué consiste exactamente la famosa teoría de Lamarck? Este trabajo se propone explicar las grandes líneas del transformismo de Lamarck a través de su vida personal y científica. Consiguientemente, se hará una breve reseña biográfica del personaje, antes de abordar su labor de hombre de ciencia y, finalmente, los puntos sobresalientes de su teoría.


VIDA DE LAMARCK

Jean-Baptiste Pierre Antoine de Monet, Chevalier de Lamarck, nació en 1744 en Bazentin-le Petit (Picardía, norte de Francia). Es el último de once hijos de una humilde familia noble. A los once años, es enviado por su padre a un colegio jesuita, con la finalidad de asegurarle un buen porvenir en el sacerdocio. Sin embargo, esta perspectiva no era del agrado del joven Lamarck quien, en 1761, a la muerte de su padre, se incorpora al ejército francés, involucrado en la entonces guerra de siete años. A los pocos días de su vida de soldado, Lamarck se habría destacado por su valentía, lo cual le habría valido un ascenso a sub-teniente. Una vez firmada la paz, Lamarck hace vida de guarnición en distintas regiones de Francia. Esta existencia no lo satisface. Al parecer, Lamarck no tenía buenas relaciones con su regimiento y ni siquiera podía seguir su ascenso en la carrera militar, debido a su pobreza. Fue el fin de la carrera militar de Lamarck.

En 1770, éste se traslada a París, en donde lleva una humilde vida de bohemia en el Barrio Latino, trabajando como contable en un banco y siguiendo estudios de música. Un encuentro fortuito con Rousseau despierta en Lamarck un interés pronunciado por la botánica. Abandona la música para seguir clases de medicina y botánica en el ‟Jardín del Rey”. Escribe un informe de física y se presenta como candidato en calidad de ayudante en el jardín botánico, por lo cual Jussieu lo contrata para clasificar los herbarios. El entusiasmo de Lamarck es tal que, en 1777, empieza a redactar una obra presentada como un listado detallado de la flora francesa (tema que ya lo interesaba desde du vida militar). El éxito de la obra es inmediato. Dos años más tarde, a los 35 años, Lamarck es nombrado suplente de botánica en la Academia de Ciencias. En 1781, Lamarck es también designado “botanista del rey”, pero sigue desempeñando funciones de conservador del herbario real. Es encargado de visitar los principales centros científicos de Europa, junto con el hijo de Buffon, quien se iniciaba al medio naturalista europeo de la época.

Lamarck prosigue sus investigaciones y publicaciones de botánica. Luego de la revolución francesa (1789), el “Jardín del Rey” se transforma en “Museo de Historia Natural”. No obstante, debido a sus ideas transformistas derivadas de sus estudios sobre las plantas, y a pesar de encontrarse en una época ‟anti-clerical”, Lamarck no obtuvo la cátedra de botánica, sino la de “Zoología de los gusanos, insectos y crustáceos”, campo que le era poco familiar. Frente a las enemistades y las envidias, Lamarck no se rinde. Se dedica a clasificar estas especies dichas "inferiores" y muy mal conocidas, lo cual desemboca en su exitoso Sistema de los Animales sin Vértebras. Se dedica asimismo a la física y a la meteorología.

En 1795, Lamarck empieza a dictar clases de zoología en el “Museo de Historia Natural”, al tiempo que es nombrado en el Instituto Nacional de Ciencia y Artes (sección botánica), creado por la Convención. Cinco años más tarde, expone por primera vez su teoría de transformación de las especies. Sus clases en el ‟Museo de Historia Natural” ganan en popularidad. En 1804, es nombrado Caballero de la Legión de Honor, título recientemente instaurado por Napoleón I. Lamarck sigue admirablemente activo en sus aportes editoriales y científicos. Sin embargo, se enfrenta a la rivalidad del creacionista Cuvier, y sus teorías pierden credibilidad. A nivel personal, sufre del fallecimiento du sus sucesivas esposas y de varios de sus hijos.

En 1819, Lamarck se ve afectado por una repentina ceguera total, debida al abuso del trabajo con lupa y microscopio (Bocquet, 1988: 935). Debido a su mala salud, Lamarck suspende sus clases en el “Museo de Historia Natural”. Sus hijos cuidan de él hasta su muerte, en 1822. ‟Como era modesto y retraído, no buscó honores externos, ni los consiguió; toda su vida, permaneció en una situación pobre, especialmente al final, habiendo perdido en especulaciones desgraciadas, el poco capital que había ahorrado” (Nordenskiöld, 1917: 363). No obstante, Cornélie, la hija preferida de Lamarck, escribirá en el bajo-relieve del ‟Museo”, que la representa junto su padre: “La posteridad lo admirará, lo vengará, padre mío” (Corsi, n/d: 4).


OBRA CIENTÍFICA DE LAMARCK

En margen a su famosa teoría tranformista, Lamarck se involucró de forma considerable en diversos campos de la ciencia : física y meterología, geología, botánica y zoología, biología (término inventado por él), en el marco de una concepción filosófica determinada de la vida. Efectivamente, Lamarck concibe la naturaleza como un conjunto de objetos, de fuerzas físicas y de leyes creados por Dios pero que funcionan de forma autónoma: ‟Prefiero pensar que la naturaleza no es más que un efecto. Desde entonces, supongo y me complazco en admitir una causa primera, en una palabra, una Potencia Suprema que dio la existencia a la Naturaleza, y le hizo, en su totalidad, lo que ella es” (en Guyénot, 1956: 366). Consiguientemente, la presencia de un creador permite entender el perfeccionamiento inherente y gradual de los seres vivos, a través del concepto de necesidad, crucial en la teoría transformista de Lamarck.

Si bien los primeros aportes científicos de Lamarck son esencialmente considerados por su valor histórico, es importante tomarlos en cuenta en la concepción del transformismo lamarckista. En efecto,

los admiradores entusiastas (de Lamarck) han pasado por lo general en silencio sus primeras especulaciones; pero sin su conocimiento, es imposible obtener una idea de la evolución científica de Lamarck, sobre todo, porque a lo largo de su vida, se adhirió firmemente en todo lo esencial a las opiniones que mantuvo en su juventud (Nordenskiöld, 1917: 364).

A continuación, presentamos una visión general de las diferentes teorías de Lamarck en los campos de la física, la meteorología y la geología, así como de la biología, que, como veremos, influyeron en forma terminante en la elaboración lamarckista del transformismo.

Física, meteorología y geología

En el campo de la física, Lamarck se opone firmemente a la química neumática de Lavoisier : de ninguna manera podría el oxígeno ser el componente esencial de la vida. En una visión que se plantea como generalizada a toda la existencia, Lamarck propone más bien una reagrupación entre física y fisiología. Para él, existe una afinidad química entre los componentes esenciales de la naturaleza, es decir, el fuego, el aire, el agua y la tierra, a lo cual añade la luz. La vida, concebida como movimiento mecánico, establecería combinaciones químicas entre estos elementos, formando asociaciones inorgánicas.

Los seres vivos, en cambio, son el resultado de la acción de un flúido eléctrico o magnético, que actúa con más o menos intensidad según la complejidad del organismo en cuestión. Éste se compone esencialmente de sólidos y líquidos, mientras que su principal función es la secreción (compensada por la nutrición).

Pero lo que no se sabe tan bien, es que (los seres vivos) componen ellos mismos sus propias sustancias a través del resultado de la acción y facultad de sus órganos; y lo que se sabe aún menos, es que a través de sus restos, estos seres dan lugar a la existencia de todas las materias compuestas brutas que se observan en la naturaleza (Lamarck, 1800: 3).

Lamarck expresó principalmente estas pautas físicas en Investigaciones sobre los principales hechos físicos (1791), Memorias de física y de historia natural (1797), y Memoria sobre la materia del fuego considerada como instrumento de análisis (1799).

En lo que consiste en la meteorología, Lamarck es partidario de la vieja teoría que establece una relación directa del sol y la luna sobre la formación de los vientos, de las nubes y de las lluvias (Memoria sobre los principales fenómenos de la atmósfera, 1776). Durante once años, a partir de 1799, publica una serie de almanaques con predicciones «científicas» sobre las variaciones climáticas durante el año. En realidad, estos escritos poco acertosos perjudicaron su credibilidad científica. Conociendo su afición a la meteorología, el emperador pidió a Lamarck fijar la fecha de una gran ceremonia en los jardines de Versalles. Para colmo de mala suerte, el naturalista se equivocó en sus cálculos y el día de la fiesta, Versalles padeció una terrible tormenta (Langaney, 2001: 252)…

En lo que se refiere a la geología, Lamarck pensaba que, antiguamente, la corteza terrestre era una sola meseta que había sido excavada por la acción de las lluvias, formando valles y montañas. Usa la consistencia de los suelos para demostrar su teoría de la vida como estimulada por espacios fértiles: “En una vasta extensión de país, como en los desiertos del África, en donde el suelo, desde hace siglos, se encuentra desprovisto de vegetales o de animales cualesquiera, en vano se buscaría otra cosa que materias puramente vitrificadas. El reino mineral se encuentra reducido a muy poca cosa” (1800: 4). Sin embargo, y es sin duda lo más importante, Lamarck introduce, junto con Buffon, la noción del tiempo en geología, en oposición a Cuvier: la Tierra tendría millones de años, y no algunos miles, como se creía hasta esa época. La duración prolongada de los tiempos geológicos explicaría los cambios ecológicos progresivos del planeta, influyendo así en la lenta modificación de los hábitats y de los organismos que los conformaban. Lamarck llegó a estas conclusiones gracias a sus estudios sobre los fósiles, que resultarán preponderantes en la elaboración de su teoría transformista.

Taxonomía: Botánica, zoología y biología

Estamos aquí frente a «Uno de los aspectos más brillantes de la obra total de Lamarck», en palabras de Nordenskiöld (1917: 372). En primer lugar, se destaca el sistema de clasificación de plantas de Lamarck, expuesto en su Flora Francesa (1779) y su Enciclopedia Metódica (1783). Se trata de un método particularmente práctico, resultado de la combinación entre los sistemas de Linneo y Jussieu, así como del uso de la clave dicotómica.

En 1793, Lamarck es nombrado profesor de los “animales sin vértebras” en el “Museo de Historia Natural”. A los 50 años, se dedica a una labor vista como poco gratificante: observar, nombrar y clasificar a los invertebrados, numerosos (cada nueve de diez especies), pero mal conocidos y que poco interesaban a Cuvier, Geoffroy de Saint-Hilaire y Lacépède, otros naturalistas que estudiaban a los vertebrados, más valorantes para sus carreras. A la clasificación clásica de las “producciones naturales” (como las llama Lamarck) en reinos animal, vegetal y mineral, el zoologista propone una división entre cuerpos “organizados, vivos” y “brutos y sin vida” en su Sistema de Animales sin Vértebras (1801). También introduce la distinción entre animales vertebrados e invertebrados. Además, reconociendo la famosa clasificación de Linneo, quien dividía la serie de animales sin vértebras en insectos y gusanos, Lamarck sugiere incluir siete categorías en la sección de los invertebrados : moluscos, crustáceos, arácnidos, insectos, gusanos, radiados y polipos. Esta clasificación se debe a un estudio detallado de los invertebrados y a una jerarquía establecida entre estas especies, de acuerdo al estadio de evolución de sus órganos de respiración, de circulación y de “sentimiento” (neurológicos). Dichos organismos serían derivados unos de otros por modificación de una especie ancestral. Lamarck es, por lo tanto, uno de los “principios esenciales de la anatomía comparada” (Osborn, 1932: 254). Y si esto fuera poco, Lamarck piensa en extender su sistema de derivación de las especies, a los vertebrados. En todo caso, la clasificación de Lamarck constituye, desde Linneo, un avance considerable en el conocimiento de los invertebrados, que permitió a la vez a los zoólogos “explorar el inmenso campo de los invertebrados, dejándose guiar por por un plan que todavía ofrece bastantes imperfecciones pero que cuenta ya con grupos firmemente establecidos” (Guyénot, 1956: 86).

Fue el padre del transformismo quien también inventó el término “biología” a fin de designar “la ciencia que estudia lo que es común a las plantas y a los animales” (Langaney, 2001: 252). De hecho, Lamarck subraya la importancia de ir más allá de la rigidez sistemática, con la finalidad de percibir el proceso vital, factor común de todas las especies : es ante todo necesario “abarcar con la imaginación el vasto conjunto de producciones de la naturaleza, de elevarse lo suficientemente alto a través de este medio para dominar las masas de las cuales este conjunto parece estar compuesto, para compararlas entre ellas, en fin, para reconocer los rasgos principales que las caracterizan” (Lamarck, 1800: 1). ¿Cuáles son, por lo tanto, las conclusiones a las que llega Lamarck?

En primer lugar, la vida forma el conjunto de fenómenos físicos o “resultados directos de las relaciones de los diferentes cuerpos entre sí” (1809, volúmen II capítulo III, p.j, mi traducción). La vida es movimiento: éste se manifiesta por una tensión o fuerza más o menos acentuada en las moléculas de un cuerpo, y que hacen posible su movimiento: “La Tierra en efecto, particularmente en su superficie, las aguas y aún la atmósfera en ciertas épocas y ciertos climas, son pobladas de cierta manera por moléculas animadas cuya organización, por más simple que sea, basta a la existencia” (Lamarck, 1800: 21, mi traducción). Asimismo, la fuerza vital se puede observar en los organismos más simples como infusorios o vegetales más elementales (algas), “productos directos de los medios y de las facultades de la Naturaleza respecto a ellos” (cita de Guyénot, 1956: 367). Estos organismos serían ‟generaciones espontáneas”, “creaciones directas” a partir de la naturaleza. Por otra parte, todo ser vivo se compone de tejidos celulares y gelatinosos organizados por la naturaleza, de flúidos en movimiento y de la causa excitadora de este movimiento, como el calor o la electricidad. Lamarck da el ejemplo de la fecundación, vista como calor emitido por el elemento fecundante y que, transmitido a un cuerpo gelatinoso, desencadena el proceso vital. En los organismos primitivos asexuados, derivados del mundo mineral, el flúido reproductor se captaría directamente desde el medio por la acción de la naturaleza.


LA TEORÍA TRANSFORMISTA DE LAMARCK

Lamarck expone por vez primera las grandes líneas de su teoría transformista en su Discurso de Apertura del 21 Floreal del año VIII (11 de mayo de 1800). A los 55 años, se convierte en el fundador del transformismo, primera teoría explicativa de la evolución. (Larousse, 1999: 1455). Como lo subraya Guyénot, “por su formación científica, por los maestros que habían influido en él, por sus trabajos anteriores, el fundador del transformismo era, realmente, un biólogo del siglo XVII. En la atmósfera de esa época, utilizando los conocimientos de entonces, Lamarck concibió, meditó y perfeccionó la teoría que le debe la inmortalidad” (1956: 300).
¿De qué trata exactamente esta famosa teoría? Esbozaremos sus principales facetas al abordar los conceptos de gradación biológica (en primer lugar), los factores y las consecuencias de esta gradación, así como su representación del ser humano.

Los conceptos de la gradación biológica: “La gradación es la causa excitadora de la vida” (Guyénot, 1956: 368)

Para Lamarck, todos los seres vivos provienen de organismos elementarios o infusorios que nacieron espontáneamente de la naturaleza. A través de tranformaciones evolutivas, estos organismos adquieren un nivel de complejidad mayor. La idea de la generación de seres sencillos efectuada por la naturaleza es tomada de Buffon y Robinet. Lamarck resume la gradación en estos términos: ‟La naturaleza procede de lo más sencillo hacia lo más complejo, puesto que al remontar la escala animal desde los animales más imperfectos hasta los más perfectos, la organización se compone y hasta se complica gradualmente en su composición de un modo extraordinariamente notable” (1809; volúmen II, capítulo VI, p. iiij; mi traducción). Este principio refleja las teorías físicas de la vida formuladas por Lamarck.

La transformación de los seres vivos en estructuras más complejas da lugar, en la teoría de Lamarck, a una clasificación en serie de estos organismos, o gradación. Siguiendo la complejidad a nivel de órganos, los mamíferos ocupan el nivel más perfeccionado de la escala natural. Luego vienen las aves, los reptiles y los peces, antes que los invertebrados. El principio de gradación implica una mayor o menor especialización de los órganos. “Así se constituyen, a partir de los cuerpos orgánicos más simples que la naturaleza haya formado y continúe de crear por una clase de generación espontánea, series continuas no lineares, traduciendo un progreso orgánico en el cual la adquisición y el desarrollo del sitema nervioso juegan un papel fundamental” (Bocquet, 1988: 935).

La escala natural como definida por una orientación orgánica.

Esta evolución de la complejidad orgánica en los seres vivos se debe a una tendencia espontánea, inherente a la materia viva hacia el perfeccionamiento, llamada escala natural. Asimismo, la naturaleza habría comenzado por la producción de seres orgánicos sencillos a partir de materia mineral, para culminar con criaturas más perfeccionadas y superiores. Bajo este punto de vista, según Lamarck, “la escala natural se dinamiza y por así decirlo, se invierte con una consecuencia suplementaria: si, hasta ahora, el espíritu había sido la explicación al mundo biológico, ahora, el mundo biológico se convertía en una explicación del espíritu” (en Continenza, 2004: 14; mi traducción).

Esta gradación no se efectúa de forma linear, sino que ciertos individuos de cada especie participan al progreso de complicación orgánica, a la misma vez que la especie de origen o primitiva, se mantiene. El perfeccionamiento gradual de las especies constituye, en la teoría de Lamarck, un reflejo de la presencia de una potencia infinita en la naturaleza: “Las leyes que rigen esos fenómenos (naturales) han sido formuladas por el Ser Supremo de modo que permitan el perfeccionamiento gradual y la incesante adaptación de los seres vivos. Exisitiría, pues, en el mundo organizado, una inmanente finalidad” (en Guyénot, 1956: 367). La naturaleza es percibida como personificación, cuya finalidad consiste en el perfeccionamiento de los seres vivos a través del uso “admirable” de “recursos infinitos”.

Ley de divergencia morfológica y fósiles

Lamarck apoya su teoría sobre la llamada “ley de divergencia morfológica” y la observación de fósiles. A través de la ley de divergencia morfológica, Lamarck plantea que es posible observar el principio de gradación en la escala natural a partir de la comparación de los “órganos esenciales” (a los fines de la evolución) de las diferentes especies : la ley de divergencia morfológica “gobierna la diferenciación morfológica de los animales, propagándose o dispersándose en todas direcciones, para responder a las necesidades de la búsqueda de alimento y al desarrollo de modalidades motrices nuevas en las diferentes zonas habitables” (Osborn, 1932: 143).

Además, al analizar las diferentes capas geológicas, Lamarck había notado que las especies más desarrolladas aparecieron cronológicamente después de los organismos más sencillos. Según Lanaganey, “fue el primero en emitir esta hipótesis, a pesar de que Buffon había imaginado que ciertas especies podían descender de especies aparentadas comunes, como por ejemplo, el caballo y el asno” (Muratori Philip, 1995: 3).

Factores de la gradación en la escala natural

El tiempo, la tendencia de la materia viva hacia el perfeccionamiento, las inagotables circunstancias geográficas (clima, humedad, recursos nutritivos), influyeron en el desarrollo de las especies produciendo o haciendo desaparecer órganos. Es la ley de adaptación de los seres vivos a las exigencias del medio-ambiente. Sometida a estas condiciones, la estructura de los animales varía funcionalmente a éste: ‟Tan pronto los organismos se constituyen, se modelan así, en virtud de su actividad, y en respuesta a las solicitudes del medio externo, es inevitable que su estructura se encuentre apropiada, adaptada a su modo de vida” (Rostand, 1964: 80). Por lo tanto, Lamarck ve relaciones directas entre la organización anatómica y fisiológica de los seres vivos, y el medio en donde viven : “Podría hacer una revisión de todas las clases, todas los órdenes, todos los géneros y todas las especies de animales que existen, y hacer ver que la conformación de los individuos y de sus partes, que sus órganos, sus facultades, son enteramente el resultado de las circunstancias en las cuales la raza de cada especie se encuentra sometida por la naturaleza” (1800: 15, mi traducción).

Se pretende comúnmente que el lamarckismo plantea una influencia directa de los factores del medio sobre los organismos. Sin embargo, Lamarck admite este hecho únicamente para las plantas que no tienen “hábitos propiamente dichos” y que padecen directamente “los cambios determinados en la nutrición del vegetal, en sus absorciones y transpiraciones, en la cantidad de calórico, de luz, de aire, de humedad”… Estos organismos rudimentarios son los “esbozos de la animalidad, que la naturaleza mantiene o destruye según las circunstancias sean o no favorables” (cita de Guyénot, 1956: 372).

Contrariamente al caso de estos organismos, Lamarck plantea que la tranformación de los animales no se deriva directamente de las circunstancias externas, sino de las necesidades que éstas entrenan en los organismos. Acude al famoso ejemplo de la jirafa, que ‟vive en lugares donde la tierra, casi siempre árida y sin hierbas, le obliga a ramonear el follaje de los árboles y a esforzarse continuamente para llegar hasta ellos. De ese hábito, sostenido durante mucho tiempo en todos los individuos de su raza, resulta que sus patas anteriores se hacen más largas que las posteriores y que su cuello se alarga de tal modo que la jirafa, sin levantarse sobre las patas traseras, alza su cabeza y alcanza hasta seis metros de altura” (en Guyénot, 1956: 373). Para Lamarck, las necesidades son las que definen los hábitos y las características de las especies. Nuevas necesidades corresponden a nuevos hábitos y a cambios en la especie, idea inspirada de Cabanis.

Por otra parte, Lamarck explica que existe cierto antagonismo entre la tendencia natural de los organismos al desarrollo, y la influencia de las circunstancias externas. Existe, “por una parte, el producto de la complicación creciente de la organización que tiende a formar una gradación regular y, por otra… el de las influencias de una multitud de circunstancias muy diferentes que tienden continuamente a destituir la regularidad en la gradación de la complicación creciente de seres orgánicos” (en Guyénot, 1956: 370). Lamarck también subraya que los cambios padecidos por los animales bajo la influencia de las circunstancias los afectan únicamente a nivel de las “particularidades de detalle y jamás en la totalidad de su organización (de ahí al tiempo de como factor fundamental de la transformación de una especie)” (1815, introducción, volúmen I, p.134).

El concepto de voluntad

Ahora bien, ¿en qué manera influyen las necesidades en la transformación de un organismo según Lamarck?
Como hemos visto, la naturaleza sería aquí la potencia excitadora que transmite la vida a los organismos inferiores y dependientes, que no tienen ni nervios, ni músculos. En cambio, las especies animales superiores poseen en sí esa potencia excitadora. En efecto, la siguiente etapa de la gradación aparece con los animales dotados de sensibilidad (‟irritabilidad”). Esta categoría se caracteriza por un ‟sentimiento íntimo de la existencia”, estrechamente ligado a las “necesidades físicas y morales” que dirigen el desarrollo orgánico. La última etapa de la escala natural comprende a los organismos que tienen voluntad, ejerciendo así un control directo sobre sus movimientos y acciones: “los animales que poseen un encéfalo pueden conservar las percepciones que reciben, combinarlas para formar ideas como guía para sus acciones” (Nordenskiöld, 1917: 373). Esta posición se inspira fuertemente de la filosofía de Cabanis, Condillac y Locke, quienes definían a las ideas como originadas por las sensaciones. El sentimiento interior permite que los animales adquieran hábitos ajustados a sus necesidades por medio de la voluntad (por eso diferentes especies que comparten un mismo hábitat tienen organismos diferentes).

De hecho, la acción de la voluntad, desencadenada por las necesidades, provoca una mayor densidad de los flúidos en los organismos, permitiendo el desarrollo de nuevos órganos: “a medida que los flúidos de un cuerpo organizado reciben aceleración en su movimiento, esos flúidos modifican el tejido celular en el cual se mueven, se abren paso en él, forman en él diversos canales y por último crean nuevos órganos» (Lamarck 1809, 2da parte, introducción, p. vj, mi traducción). El uso prolongado y acentuado de ese órgano lo fortalce y permite su conservación. Lamarck da el ejemplo de la membrana palmeada del pato, formada luego de los esfuerzos marcados del animal al estirar sus patas para nadar mejor. En cambio, la falta de uso de un órgano termina por hacerlo desaparecer. Es el caso de la serpiente, que habría perdido sus patas por no usarlas, y más bien arrastrarse.

En su perfección, la naturaleza no llega a destruir especies, éstas se adaptan con suficiente rapidez como para superar la influencia de las circunstancias. En cuanto a las especies desaparecidas conocidas en esa época, como los géneros Palaeotherium y Mastodon entre otros, Lamarck planteaba que fueron destruidos por la especie humana, ya que no le eran de utilidad alguna. Por otra parte, Lamarck afirma que los fósiles de especies desaparecidas pertenecían a organismos que se habían desarollado hasta producir las especies contemporáneas y conocidas. En cuanto a los fósiles para los que no se conoce ‟equivalente moderno” alguno, es simplemente porque no se lo ha encontrado aún. “Las pequeñas especies, particularmente las que viven en las profundidades del mar, tienen los medios de escapar del hombre; en verdad entre éstas, no encontramos ninguna que se haya extinguido” (Gould, 1993: 445).

El núcleo de la teoría transformista se resume consiguientemente en estas cuatro leyes de organización de los individuos (1815, n/p):

1era ley: la vida, por sus propias fuerzas, tiende continuamente a acrecentar el volumen de todo cuerpo que la posee, y a extender las dimensiones de sus partes, hasta un término al que ella misma lleva.
2da ley : la producción de un nuevo órgano en un cuerpo animal resulta de una nueva necesidad sobrevenida que continúa de hacerse sentir, y de un nuevo movimiento que esa necesidad hace nacer y entretiene.
3era ley : el desarrollo de los organismos y su fuerza de acción son constantemente funcionales al uso de esos órganos.
4ta ley : todo lo que ha sido adquirido, trazado o cambiado en la organización de los individuos, durante el curso de su vida, es conservado por la generación, y transmitido a los nuevos individuos que provienen de los que han padecido esos cambios.


Ley de los caracteres adquiridos

Ésta constituye la clave del transformismo de Lamarck. De hecho, el naturalista explica que las modificaciones adquiridas por un organismo, por más mínimas que sean, son transmitidas a la generación siguiente. La acumulación de estas transformaciones conlleva la modificación de las especies, lo cual Lamarck expresa en los siguientes términos:

Todo lo que la Naturaleza hace adquirir o perder a los individuos por influencia de las circunstancias a las que su raza se encuentra sometida desde hace mucho tiempo, y, por consiguiente, por la influencia del empleo predominante de tal órgano, o por la falta de uso de tal parte, lo conserva mediante la generación para los nuevos individuos que de ella proceden, con tal de que los cambios adquiridos sean comunes a los dos sexos, o a los que han producido a esos dos nuevos individuos (en Guyénot, 1956: 375).

Lamarck creía en la fecundación por perforación (el embrión era fecundado por un “vapor sutil” que aportaba vida). Esta concepción abstracta de la transmisión de la vida serviría por tanto de marco a la ley de los caracteres adquiridos. Lamarck definía a la especie como “toda colección de individuos semejantes, que la generación perpetúa en el mismo estado, siempre y cuando las características no cambien lo suficiente como para hacer variar las costumbres” (cita de Michèle Febvre, 2002: n/p).

Por consiguiente, el tiempo era un factor determinante en la transformación de las especies. Langaney señala que “Lamarck insistió mucho en el tiempo pero Buffon es el primero quien había explicado que los tiempos de la historia natural eran mucho más largos que los 6000 años avanzados (…) Lamarck a su vez estaba convencido de que la historia de la Tierra ascendía a millones de años; para él, el tiempo era sumamente largo, mientras que las transformaciones de las especies eran muy lentas y progresivas” (Muratori Philip, 1995: 3). En efecto, Lamarck consideraba que la transformación de las especies era permitida por la extensión ilimitada del tiempo: las transformaciones adquiridas por los organismos se manifiestan cada vez de forma reducida, y su transmisión a través de los caracteres adquiridos, así como su acumulación a lo largo de varias generaciones terminaban transformando la especie. Rostand subraya que “las consecuencias de la actividad funcional son muy largas en hacerse sentir, siendo el tiempo un factor esencial de la modificación de los seres” (1966: 80). “Se sabe que el tiempo no tiene límite para ello, insiste incansablemente Lamarck, y que por consiguiente, siempre lo tiene a su disposción” (idem).

El ser humano en el esquema transformista

Seguramente por temor a la represión y a la censura, Lamarck se mostró más bien cauteloso en cuanto a sus ideas transformistas en torno al ser humano. No obstante, subrayó la diferencia entre monos superiores y seres humanos, habiendo éstos alcanzado una superioridad física e intelectual gracias a los ejercicios de sus facultades naturales. Asimismo, los monos superiores podrían evolucionar a través del proceso de gradación. Según el esquema transformista, el hombre constituye una raza perfeccionada de cuadrumanos que por acción de las circunstancias perdió el hábito de trepar a los árboles. Consiguientemente, sus manos quedaron libres y usó sus pies para caminar. La necesidad de ver a lo lejos le hizo adoptar una posición erguida, mientras que sus rasgos faciales se afinaron para dejar de usar sus mandíbulas como arma. Finalmente, el incremento de ideas provocó una mayor creación de sonidos. Pero no hay que olvidar que el hombre, al igual que las otras especies animales, es el resultado del proceso de gradación. Por tanto, guarda ciertas características de su ascendencia primitiva, como el hecho de tener dificultad en mantenerse erguido, ya que su columna vertebral no coincide con el eje de su cuerpo, y el peso de su cabeza y vísceras ejerce una presión sobre su centro de gravedad. (Continenza, 2004: 14) Lamarck concluye cauteloso estas hipótesis, recordando que son “las reflexiones que se podrían hacer si el ser humano, considerado aquí como la raza preeminente de que se trata, no se distinguiese de los animales más que por los caracteres de su organización y si su origen no fuese diferente al de ellos” (cita de Continenza, 2004: 14).

En resumidas cuentas, el transformismo plantea que la circunstancias determinan los cambios morfológicos progresivos en las especies al crear necesidades. Éstas actúan sobre la sensibilidad interior de los seres, definiendo la aparición o desaparición de órganos. Las modificaciones orgánicas adquiridas son transmitidas a la descendencia en lo que se denomina la ley de los caracteres adquiridos. Con el paso del tiempo, estas transformaciones se van acumulando y esbozan poco a poco la aparición de una nueva especie, paralelamente a la especie de origen. De hecho, el tiempo constituye un elemento fundamental en el desarrollo progresivo de los géneros.


CONCLUSIÓN

En su introducción al Origen de las Especies, Charles Darwin subraya que ‟Lamarck fue el primer hombre cuyas conclusiones sobre el tema (de la evolución) atrajo mucha atención”. Resume la teoría de Lamarck indicando que éste ‟sostiene la doctrina según la cual las especies, el hombre incluido, descienden de otras especies”. Lamarck reconocería la posibilidad de cambio en las especies, de acuerdo a la acción directa de las condiciones de vida, así como el uso o no uso de los órganos. Darwin añade que descubrió las ideas de Lamarck a través de la Historia General de Geoffroy de Saint-Hilaire (1979: 54). No obstante, en esta misma obra, Saint-Hilaire, partidario de Lamarck, “atribuye (…) a las circunstancias ambientales un tipo de intervención sobre el desarrollo del organismo mucho más directo de lo que Lamarck jamás había afirmado” (Continenza, 2004: 15). De hecho, se sabe que Darwin consideraba la teoría de Lamarck como “desperdicios”, mientras que pedía al cielo que lo “salve de la locura de Lamarck y su tendencia a la progresión” (cita de Continenza, 2004: 45, mi traducción). Tampoco se tiene evidencia alguna de que Darwin haya leído a Lamarck. Puede ser que haya más similitudes entre el lamarckismo y el darwinismo que lo que Darwin creía, especialmente en lo que consiste la influencia de las circunstancias, la diversificación de los especies y la idea de adquisición de caracteres. Pero Darwin rechaza la idea de voluntad hacia el prefeccionamiento en los organismos; sostiene más bien una lucha por la existencia para cada especie a través de la selección natural. Lo cierto es que Lamarck fue sin lugar a duda un ‟profeta en el campo de la biología”.

Una de sus debilidades fue no demostrar los fundamentos de su teoría: “Su convicción le basta”. Citando a Lamarck, Guyénot señala: “No he podido escribir de un modo distinto de como yo sentía (Guyénot, 1956: 362). Desde este punto de vista, el darwinismo demostró su plena superioridad. Sin embargo, no olvidemos que “habrá que reconocer también, haciendo justicia a Lamarck, que (éste) escribió medio siglo antes que Darwin, y teniendo a su disposición menos conocimientos” (Eiseley, 1978: 127). Además, como lo recuerda Michèle Febvre, Lamarck acertó en varias de sus profecías, entre otras: “Parecería que el hombre está destinado a exterminarse a sí mismo después de haber vuelto a la Tierra invivible” (2001: 2).

Como muchos movimientos científicos y culturales de gran acogida, el lamarckismo también tiene su variación moderna. Para muchos, el neo-lamarcksimo (representado por el francés Gassé y el australiano Steele) constituye una deformación de la teoría de Lamarck en vez de una continuidad : en efecto, los neo-lamarckistas pretenden que las circunstancias actúan directamente sobre el patrimonio genético de un individuo. A más de ser la genética un concepto mucho más tardío a la época de Lamarck, éste, como vimos, no promovía una acción directa de las circunstancias sobre el organismo. Pero en una época en que el paradigma darwiniano es poco a poco cuestionado, el lamarcksimo vuelve a surgir como explicación de las “excepciones” a la selección natural, tal como lo planteó el Profesor Kammerer (Gould, 1980: 74).

Al culminar esta investigación sobre Lamarck, cabe recordar que, a pesar de las debilidades de su teoría, fue el primer hombre de ciencia en formular un marco estructurado a sus ideas transformistas, que siguieron abriendo el camino al avance de la biología (término inventado por él, como se vio). En medio de circunstancias azarosas y de una vida difícil, Lamarck logró hacerse un nombre en la ciencia y en su historia, a través de una obra multifacética que supo mantener su coherencia en el transformismo. Tal como lo predecía su hija, la posteridad lo habrá vengado.


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