Por Claude Lara Brozzesi* (In revista AFESE N 26, 1996; pp. 128-140)
¿Qué me propongo? Nada más que el relato de mi ser en la existencia a lo largo, en el proceso de un poema.
Éste será Perenne Luz (1).
Gracias al trabajo paciente y persistente de varios intelectuales ecuatorianos, franceses y latinoamericanas, tanto en América Latina como en Francia, se ha logrado reincorporar a Alfredo Gangotena en el mundo de las letras nacionales e hispanoamericanas. La tarea no era fácil –vencer la indiferencia y echar al suelo tantos prejuicios- como lo explicó con tanta claridad, la señora Adriana Castillo de Berchenko:
“Un proceso de escritura poética que se materializa en dos sistemas expresivos diferentes no refleja una práctica corriente en literatura. Se la considera, más bien, un procedimiento marginal, fuera de las normas estudiadas. Escribir en un idioma que no es el propio –se piensa- es de alguna manera un atentado contra la “legitimidad incuestionable de la lengua”. Esa lengua es la maternal, expresión de los orígenes que un escritor -¡y sobre todo un poeta!- debe privilegiar. En este orden de cosas, una escritura bilingüe es siempre, más o menos, sancionada en los espacios culturales que le corresponden. Y si ha habido períodos estéticos en los que su práctica ha sido reivindicada –como en el período de las vanguardias de los años 20, por ejemplo-, el ejercicio bilingüe ha seguido pareciendo sospechoso, un producto literario híbrido, indefinido y, sobre todo, un ejercicio de estilo del que más tarde vale desconfiar” (2). Qué mejor aproximación a nuestro poeta que la presentación –traducida posiblemente por primera vez a nuestro idioma- del poeta franco-belga Henri Michaux, su amigo, en la revista Les Cahiers du Sud, febrero 1934:
Presentación por Henri Michaux
La mayoría de los escritores antes de leerlos, usted ya los conoce de memoria, le machacan los oídos con todo lo que le van a decir, por ya haberse dicho y por volverlo a decir con pequeñas comas añadidas o quitadas a fin de interesar e instruir la raza innominable de los espíritus ignorantes de lo esencial pero coleccionadores, que por comparación llamamos: la Crítica.
Un hombre original es muy raro.
Un poeta original, contrariamente a lo que se piensa lo es mucho más. Expresarse exige un esfuerzo, un concurso de fuerzas y facultades, exige una cultura, paciencia y por encima de todo, la sumisión a un idioma creado por otros, en otra época, convencional, filtrado y multiplicado a la vez; destinado a las masas o por lo menos a una sociedad útil y agobiada de compromisos.
Cierta nivelación de los escritores parece por lo tanto inevitable.
No sólo son eliminados los seres excepcionales, sino también los estados excepcionales.
Un escritor con 42 grados centígrados de fiebre se halla en estado general muy interesante; pero, ¿Qué nos diría? Aproximadamente nada.
Bajo los efectos del éter, se siente transportado. De repente da un salto. ¡Ah! ¡Este salto mirífico! Pero escribirlo, imposible.
Opiómano, asiste a lo inaudito. No lo escribirá. No lo puede.
Ebrio, no escribe. ¿Loco? Tampoco. Pocos locos escriben (y por lo demás, como los hombres sanos, observando la ley del menor esfuerzo, escriben lo que pasa en su periferia y no en su centro). No tienen ya fuerza alguna. Sobre todo no tienen ya la inclinación. Su ser busca su equilibrio sin palabras. Se privan de ellas. Pero desearían usarlo, el lenguaje degrada enseguida el estado que se quería restituir. Más allá de cierta extravagancia, las palabras no restituyen.
Soñando, no se escribe. El místico en éxtasis no escribe. Encantado no se escribe. Si escribe después, después, uno obtiene todo salvo eso.
Los moribundos no escriben y sin embargo ¡qué momento es una agonía!
Y así del resto.
Por tanto la literatura pertenece a los individuos comunes.
Alfredo Gangotena, es uno de los pocos poetas que he encontrado y que no me pareció un ser ordinario y construido como todo el mundo.
Cantidad de reacciones y reflejos se producían en él de muy distinto modo que en los otros hombres. Una desesperación irrespirable y bien adentro estaba ahí; y que le segaba brazos y piernas.
Tiemblan los muros y las hojas
Os digo y aseguro:
Hay alguien que sangra (3).
Lo he visto mirar guijarros con una simpatía verdadera y que dejaba helado (un alienista habría reflexionado de otra manera). Lo he visto mirar a amigos de su familia, estos eternos habladores ecuatorianos, como quien mira las piedras, una mirada fría y rígida a ciento por ciento, vacía, rascada de cualquier impresión vivificante: mirada espantosa y como mortal.
Estar de pie o aún sentado era para él una seria coacción. Sólo estaba bien yacente. Se tendía en el suelo cada vez que tenía la ocasión de estar solo, la cabeza apoyada en un árbol o en el pie de una butaca.
A su primer libro lo llama Orogenia, el libro de la tierra. Tierra exterior –Gangotena habita en el magnífico y casi espantoso país de altas mesetas desnudas y de volcanes que es el Ecuador- Tierra interior también por una especie de petrificación personal y porque el desesperado y el maldito (había sido maldito, por lo demás sin motivo, pero creía firmemente en esta maldición) tienen naturalmente como símbolo la piedra.
Cuando Gangotena sale de su universo geológico. ¿Se humaniza? ¿Se siente atraído por el animal o el hombre? No, para él, el animal no existe, salvo algún animal particularmente amargo que sólo existe en función de sus humores y como un crisol de venenos “aquí el escorpión, la tarántula…”.
Porque Gangotena tiene el sentimiento físico del veneno, del veneno esencial de la desagregación celular, molecular y química. (Gangotena es igualmente ingeniero en la Escuela Universitaria de Minas).
Se siente arrastrado por la flor. Pero ahí, cambio inaudito, delicias que abundan, que tiemblan, excesivas.
Ni siquiera un chino tiene este fervor inaudito. Un encantamiento amoroso lo agarra en el jardín, una comunión extática (no hay otra palabra) y su madre era igual, espectáculo al cual se asistía penetrado de un no sé qué, e incómodo por no captarlo mejor. La flor, el tercer sexo, el sexo angelical del mundo.
Todo lo que es positivo en el universo gangoteniano es angelical y floral. Lo negativo, es maldito y mineral.
Sin embargo en Ausencia hay alguien. Su novia. Novia sublimada, como aquella que aparece en los poemas de Poe, que leímos conjuntamente cuantas veces, ser diáfano del cual no conocemos nada, hecho de soplo y flores.
¡Oh dulce mujer bajo mis miradas!
Como las blancas flores de silencio
y de seda
Que apoyan sus jadeantes corolas.
En el perezoso tallo de las palmeras,
Inclinas sobre mi hombro la frescura aérea de tu rostro (4).
Cercana, está en la lejanía.
Blanca y secreta como la nieve de una estrella nueva (5), y situada en un tal absoluto, que es puramente esencial, desprovista de atributos.
Aquí mejor que en otra parte se ve esta tendencia al éxtasis, este deseo de sublimar cualquier cosa, de llevarla hacia el más allá.
En los poemas de Gangotena no hay casi nada que “asir”.
Voces innumerables,
Envejecidos ecos de las nebulosas,
Cristalinos ecos en los ríos y torrentes,
Voces innumerables marchaban a su
muerte, marchaban a perderse
En la yermas arenas de antaño (6)
Él descentra, lleva todo hacia otro mundo, tiene el vocabulario gaseoso o angelical aliento, brisa, nube, soplo,… lo que se exhala… Pero en medio de estos espacios ilimitados, de este dominio celeste, pasan los desechos pasados y duros de los complejos de su adolescencia que vuelven fuera tal vez de cierta fluctuación en el idioma (que no es su lengua materna), bien difícil la comprensión de sus poemas.
Por ejemplo, el complejo sangre-enfermedad-maldición.
El autor cuando joven sufrió de varias enfermedades como la hemofilia. Esta enfermedad atroz le ponía a merced de un diente arrancado, de una simple inyección por la cual su sangre fluía en seguida, sin remedio, sin detenerse, sin cesar (al abrigo de la muerte detrás de esta endeble y única cortina de la epidermis), enfermedad que lo sumía en un temor continuo y prácticamente fuera del mundo, le ha marcado para siempre.
Estas ideas fijas de la sangre y otras pocas, cuidadosamente disimuladas y disfrazadas por la vergüenza y por las que no se saca pecho, como tampoco de la guerra química o de una lesión de riñones, están camufladas en símbolos y palabras tomadas sucesivamente en diferentes sentidos, pesan en todos sus poemas y para quien los lee con atención, del peso de una espantosa carga; la sangre está en todas partes.
Me llama la sangre
La sangre de los días de éxtasis,
más acompasada que la mar.
La sangre que no olvida jamás y que me invade con su color terrible.
¡Que este inútil viaje de los ojos termine pronto!
Así el paciente corazón anhela volver a ver su sangre
Y gozar de una codiciada sombra,
más dulce y más
propicia en su temblor una quejumbre. (7)
…
Os digo y aseguro:
Hay alguien que sangra. (8)
(Hasta aquí el texto de Michaux).
Para apreciar mejor la genialidad de Alfredo Gangotena, transcribimos el homenaje rendido por el poeta Jules Supervielle en Montevideo, el 17 de enero de 1945:
ALOCUCIÓN QUE PRONUNCIÓ JULES SUPERVIELLE EN EL HOMENAJE QUE SE RINDIÓ AL POETA ECUATORIANO ALFREDO GANGOTENA, EN EL URUGUAY.
Quiero hablaros ahora, estimados radioescuchas, de uno de los más leales amigos de Francia, de la Francia en la América del Sur, el gran poeta ecuatoriano Gangotena, que en plena juventud acaba de morir en Quito. Alfredo Gangotena pertenece a una de las ilustre familia del Ecuador, una de las que han sido siempre campeones de la cultura y de la tradición francesas.
Mucho quería a Alfredo, a quien conocí por el año 1923, y creo haber sido su primer amigo en París, cuando apenas había salido de la adolescencia, un niño antes de que preparara su ingreso a la Escuela de Minas, donde fue admitido a título de francés. Gangotena fue uno de los raros estudiantes extranjeros que ha sido aceptado con ese privilegio.
Antes de entregarse totalmente a la poesía, Gangotena se interesó con todo su fuego en la Filosofía y especialmente en la Metafísica. Pero fue su poesía, tan original y conmovedora, la que le convirtió en uno de mis mejores amigos. Éramos casi vecinos en París. Apenas unos centenares de metros separaban nuestras moradas, nos veíamos a menudo y leíamos nuestros poemas antes de publicarlos. Más tarde fue el amigo de Michaux, Éluard, Aragon y Maritain.
Cuando se decidió a enseñarme sus versos en francés, quedé súbitamente asombrado por la personalidad profunda y la natural grandeza de este poeta de dieciocho años. La originalidad, la verdadera, la que viene de las fuentes mismas del corazón, brotaba gravemente de estos poemas, sombríos y abrasadores, a menudo difíciles, pero cuyas propias tinieblas se reflejan en esas aguas maravillosas, y dan testimonio de elevación y de bellezas palpitantes.
Espíritu sin prudencia, así escribiese en francés o en español, afrontaba siempre con brillo, y con qué terrible éxito, los extremos más peligrosos de la poesía. Era un poeta difícil, y no porque cultivase el hermetismo sino por la densidad de su lirismo y la riqueza de sus facultades.
Delicado de salud, siempre en peligro, estaba dotado maravillosamente para recoger y situar el sufrimiento humano. Era uno de esos raros poetas desagarrados y desgarradores, cuyo patetismo es la brújula constante y cruel.
Desde el comienzo se clasificó en primera línea en la poesía joven francesa, y tenía también muchos admiradores en Bélgica. Nos deja tres libros: Orogénie, Absence, Nuit y dos inéditos: el uno en francés y otro en español, cuyo título define tan bien al poeta: Tempestad Secreta.
Después de los horribles días de 1940, Gangotena se consagró a nuestra causa, hizo religión con Francia, por así decirlo. Abandonando sus negocios y sus estudios, dio todo su tiempo y todas sus fuerzas a nuestro país. Fue el porta palabra del Comité de la Francia Combatiente en el Ecuador, ante las autoridades de su país, ante sus amigos y, especialmente, ante los enemigos de nuestra causa. “Es mi modesta contribución para mi patria espiritual”, decía.
Algunos minutos antes de su muerte, en la plenitud de su conciencia, pidió a su hermana, casada con el conde de Monlezum, partidario desde el principio del General de Gaulle, que le enterrase con esa Cruz de Lorena que siempre llevaba consigo.
Permitídme, mis queridos oyente, que os lea extractos de un poema que regí a Gangotena algún tiempo antes de la guerra. Es una carta abierta, abierta ¡ay de mí!, por la muerte, porque es de ella la que me induce a daros lectura ahora.
Yo pienso en ti, en tu sitial de alta geología,
Tú que te abres un camino entre los indios, los volcanes,
Cabalgando al pie de los Andes, donde los espacios
Son más dilatados que en otras regiones
Yo pienso en tí que te encuentras solitario en tu Ecuador,
No prestes atención, Gangó, a todas esas olas del mar,
¿Cómo podrían separarnos con sus crestas efímeras,
y sus renacimientos prestos a abortar?
…
Pero, ¿Qué pasa, Gangó, en la americana montaña,
Y por qué no vienes a la llamada de tus amigos?
¿Piensas que te olvidamos
Desde este lado del mar?
Deja, pues, que te envíe, (a tí que sueñas con Francia,)
Una onda del Sena en la que se refleja Vétheuil
A la hora del día cuando la arena
Es más dulce en el fondo del río.
…
Alcancé una mañanita la campiña bretona.
Se oye a lo lejos el mar.
No se lo ve todavía,
Y, sin embargo, si te inclinas sobre ese pequeño promontorio,
puedes contemplar Ploumanach o Roscoff, no se sabe todavía.
El día apenas ha nacido.
A menos que prefieras de la selva de Sénart,
Esa encina plena de gorriones,
Todo está saturado de salud, rápido como la luz.
Y qué alegre temor de estos… viajeros
Que se lanzan al mundo como marinos del Estado.
Ellos lo hacen por un poeta,
Quieren entrar en su red
Pues saben que no pierden su libertad,
Y que ahí están tan bien como en el cielo el corazón de la golondrina.
Ya ves que no estás solo en el valle ecuatoriano
No estás más solo que los poetas aquí.
Son niños perdidos por la tarde, que sufren
Por encontrarse por la mañana en la añeja verja del día.
Lo que te hace sufrir allá lejos
Es tu armadura de poeta que nos hiere con sus junturas.
Es nuestra envoltura de nervios, (que ahí están nuestras espinas)
Hechas para martirizarnos.
…
Pero tú sabes ésto mejor que yo, en tu profundo, secreto valor,
Y yo te pido perdón por haber tomado la palabra
En esta mañana del mes de mayo,
Cuando el hombre, el pájaro, el cielo, sin darse cuenta
Sienten la alegría de dar consejos (9).
Sin embargo, el “Mensaje de Jules Supervielle. Alfredo Gangotena”, reproducido por la editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en marzo de 1956, (10) tiene trece versos más y varias divergencias en la traducción, como lo podemos leer a continuación:
Pienso en ti sobre tu meseta de alta geología,
Tú que te abres un camino entre los indios y los volcanes
Cabalgando al pie de los Andes donde los espacios
Son más espaciosos que en otras partes.
Pienso en tí que te encuentras solo en el mundo en tu Ecuador.
No hagas caso, Gangó, de que todas las ondas del mar
Podrían separarnos con sus crestas efímeras
Y sus reconocimientos prestos siempre a fracasar.
¿Cuenta aquello entre dos amigos
Que permanecieron más de una vez bajo el mismo techo sin hablarse
Ni cambiar una mirada,
Como si el océano se hubiera puesto entre ambos para divertirse
Y ver el gesto orondo que harían al encontrarse separados?
No hagas caso de las muchas semanas que han pasado
Desde la plática postrera
En el jardín de Port-Cros
Bajo la higuera que conoce a Michaux y bajo cuya sombra
Te hicimos venir entonces por los caminos del espíritu
Para sentarte en el sitio de honor
Que se reserva al ausente.
¿Pero qué pasa, Gangó, sobre la montaña americana
Y por qué no vienes a la instancia de nuestros deseos?
¿Piensas que se te olvida
En este lado del mar?
Déjame enviarte a allá lejos
Un bucle del Sena donde se refleja Vétheuil
A la hora del día en que la arena
Es más dulce en la entraña del río,
(Podemos hablar de la dulzura, nosotros que conocemos las cosas terribles
Y estamos siempre más o menos codo a codo con la muerte).
Añado a ello aquí una madrugada sobre la campiña bretona.
Se escucha el mar a lo lejos.
No se lo mira todavía.
Y no obstante, si asciendes a este pequeño promontorio,
Puedes ver Ploumanach o Roscoff, sin saberlo.
El día apenas ha despuntado.
A menos que prefieras de la floresta del Senart,
Esta encina plena de gorriones, voluntarios para el viaje,
Todo aquello en plena salud, rápido como la luz,
Y qué temor gozoso para los emplumados viajeros
Que emprenden su viaje como marinos del Estado.
Así lo hacen para un poeta
Y desean entrar en su red
Pues en ella no se pierde jamás la propia libertad
Y se está jubiloso como el corazón de la alondra en el cielo.
Mira bien que no estás solo en tu campo del Ecuador.
Y tú no estás más solo allá lejos
Que aquí los poetas.
Son niños perdidos en la noche, a quienes les cuesta trabajo
Encontrarse en la mañana, en medio del oxidado hierro del día.
¿Sabes lo que te hace sufrir?
Es tu armadura de poeta que te duele en las coyunturas,
Nuestra cota de mallas, fabricada en nervios, venas, arterias,
Que nos tortura,
Es necesario acostumbrarse a ella pues no conocemos ninguna otra,
Pero tú lo sabes mejor que yo en tu profunda y secreta fortaleza.
Y te pido perdón de haber hablado
En esta mañana del mes de mayo.
En la que al hombre, al pájaro y al cielo, sin percibirlo siquiera,
Les place dar consejos.
¿Cómo explicar estas divergencias –que hemos subrayado- en un mismo escrito? Cierto que la alocución de Jules Supervielle data de 1945, pero el poema dedicado a su gran amigo, Alfedo Gangotena, es de 1935 y ha sido escrito y editado por primera vez en el Journal des Poètes, en Bruselas y, luego, apareció de nuevo como poema preliminar de Nuit, en 1938 (11). Cabe precisar que la versión fragmentaria recitada por Jules Supervielle contiene dos versos más: “… a tí que sueñas con Francia” y “ …, que ahí están nuestras espinas:, que no existen en el original galo. Sin embargo, en la transcripción del Mensaje editado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana, hay modificaciones y hasta mutilaciones del texto de Supervielle (12).
Hemos titulado este estudio renacimiento y al presentar este balance de la producción gangotiana, podemos afirmar que la obra de nuestro poeta ha salido definitivamente de la sombra:
“En este sentido, el balance de 1990 señala que la producción escrita sobre Alfredo Gangotena y su poesía alcanza un total de 103 menciones bibliográficas entre 1918 y fines de 1980. Esas menciones van de la escueta referencia al autor o a la obra hasta el estudio crítico, pasando, así, por la nota de lectura, el texto-testimonio y el estudio panorámico o biográfico. Desde luego, este resultado general concierne los dos espacios literarios en que la obra se difundió, y, es precisamente por esto que es significativo. Así, de las 103 menciones bibliográficas, 51 corresponden al espacio europeo y 52 al sistema literario latinoamericano. Evidentemente, la mayor parte de esas entradas en cada espacio cultural corresponden al país en el que el poeta publicó sus obras. En consecuencias, 40 entradas conciernen el espacio francés exclusivamente y 30 entradas al espacio ecuatoriano. Este resultado subraya, de nuevo, la presencia de Gangotena. Es, entonces, evidente que después de 1920, la presencia del poeta –mucho más que sus poemas- ha sido considerada en Francia. Y esto, fundamentalmente, gracias a su vínculo de amistad con Henri Michaux. Pues, es, precisamente, el poeta franco-belga gracias a su obra lo que ha guardado vivo el recuerdo de Alfredo Gangotena en el mundo europeo de las letras.
En los años 80 se produce una recuperación notable de la poesía de Gangotena tanto en Francia como en Ecuador. Poemas y poemarios, así como la inclusión del artista y sus escritos en historias literarias, la publicación de inéditos y la elaboración de trabajos de investigación sobre el conjunto de esta obra, todo ha contribuido, al fin de ese decenio, a una revalorización del artista y su trabajo.
Si el balance de 1990 que configura una bibliografía activa y pasiva de la obra gangoteniana demuestra claramente la evolución de la situación del poeta y su permanencia en los espacios culturales que son los suyos, esta tendencia se conforma plenamente en los cinco años siguientes. Así, entre 1990 y 1995, el número de publicaciones en Francia y en Ecuador, al igual que el número de trabajos críticos que se le dedican es revelador de una nueva actitud de parte de los espacios literarios. Si a esto añadimos el hecho de que la investigación, sobre todo en el espacio hispanoamericano continúa, podemos decir que los resultados son positivos. Y tanto más, si consideramos que el total de 62 entradas de 1990 pasó, en lo que concierne a la bibliografía activa y sus años de vigencia ente 1918 y 1995, a un total de 79 títulos de obras publicadas. Entre estas referencias, 49 conciernen al espacio literario europeo y 30 el espacio de las letras latinoamericanas. Lo que marca la diferencia en estos últimos años es que tanto en Francia como en Ecuador, los títulos publicados corresponden a volúmenes. Y es que, desde 1990, el efecto de reconocimiento de la obra poética gangoteniana se materializa en Francia en la edición en dos volúmenes de la poesía en francés del autor, y en Ecuador, en la segunda edición de Tempestad Secreta, esta vez en versión bilingüe.
La misma evolución positiva se constata en relación a la recepción. Ahí donde el balance de 1990 señalaba las 103 referencias bibliográficas, el total de 1995 indica 165 entradas. De ellas, 78 tocan el espacio literario europeo, mientras que 87 se incluyen en el mundo de las letras hispanoamericanas. La irradiación de la poesía de Gangotena toca, hoy en día, casi a todos los países del nuevo continente, hecho no sólo positivo sino, además gratificante…” (13).
Así que su renacimiento no sólo consiste en la recuperación de su obra literaria y en la comprensión de Alfredo Gangotena sino, y sobre todo, en la reubicación en altísima posición de su poesía en el mundo de las letras:
“Una cosa es cierta, nuestro objetivo ha sido el intentar devolver a Alfredo Gangotena el lugar que tanto él como su obra merecen en el mundo de las letras. Cierto es que escribió una buena parte de su obra en francés pero –y la investigación lo prueba- nunca abandonó la creación en la lengua materna. Hoy en día su producción bilingüe en español y en francés están ahí, al alcance de todos. Creemos que hoy la situación de Gangotena es clara: él pertenece definitivamente a los dos espacios literarios que le acogieron. Su discurso poético es, en francés o en español, la expresión de un ser compartido entre dos mundos, dos culturas y dos lenguas. Ésa es su originalidad y su modernidad” (14).
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*Primer Secretario del Servicio Exterior. Miembro del Consejo Editorial de la revista AFESE.
NOTAS
(1) Alfredo Gangotena: “Poesía”. Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1965, pág. 243.
(2) “Permanencia de la poesía de Alfredo Gangotena”, pág. 2. La señora Castillo de Berchenko pronunció esta conferencia manuscrita durante el “Coloquio, el Ecuador de ayer y hoy –homenaje a Eugenio Espejo”, organizado por la Embajada del Ecuador en Francia, el Centro de Estudios Ecuatorianos y la Universidad de París-X Nanterre los días 14-15 de marzo de 1995. A iniciativa de la Embajada del Ecuador en Francia y de la Casa de los Países Ibéricos de la Universidad de Burdeos III, se hizo otro coloquio en Burdeos, denominado: “Francisco Javier Eugenio Santa Cruz y Espejo y las luces quiteñas de su tiempo” (14-16 de septiembre de 1995).
(3) Idem nota 1, págs. 125 y 126; pero, el doctor Gonzalo Escudero en estos tres versos, no traduce dos palabras:
Tiemblan los muros y también las hojas
Os digo y aseguro:
Hay alguien que sangra.
(4) Ibid. Pág. 109; pero el doctor Gonzalo Escudero no traduce una palabra en el primer verso y en el segundo invierte dos sustantivos:
¡Oh mujer la más dulce bajo mis miradas!
Como las blancas flores de seda y de silencio…
(5) Ibid, pág. 122. El doctor Gonzalo Escudero cambia el plural por el singular:
Blanca y secreta como las nieves de una estrella nueva .
(6) Ibid, pág. 109.
(7) Ibid. pág. 122. Nos parece que la siguiente traducción del quinto verso y siguientes es más fiel con el texto francés: El corazón amado y tan paciente anhela a todo precio volver a ver su sangre.
Gozar de una codiciada sombra, más dulce y más propicia a su penoso estremecimiento…
(8) Idem, pág. 127. Ver nota 1, el último verso.
(9) Letras del Ecuador, tomo 1, No. 1 al 12. Centro de Investigación y Cultura. Banco Central del Ecuador, Quito, 1988. In: “Homenaje a Alfredo Gangotena cuya muerte enluta la poesía ecuatoriana”, págs. 8 y 9. Anteriormente a esta alocución, se publica el fragmento de discurso de Gonzalo Escudero. Los puntos suspensivos y los paréntesis son nuestros.
(10) Idem nota 1, págs. 29 y 30.
(11) Adriana Castillo de Berchenko: L’itinéraire d’un poète équatorien en France: Alfedo Gangotena (1920-1930), tomo II Atelier National de Reproduction des Thèses, Lille, 25 mai 1991; págs. 638 y 646-648.
(12) Por ejemplo está escrito : « Bajo la higuera que conoce Michaux y bajo cuya sombra… », en lugar de : « Bajo la higuera que conoce Michaux y bajo la cual… », « Pero tú lo sabes mejor que yo en tu profunda y secreta fortaleza », en lugar de : « Pero tú lo sabes mejor que yo en tu profundo y secreto Valor » o « que nos tortura » en lugar de :, « Hábil en martirizarnos » o « Y te pido perdón de haber hablado », en lugar de : « Y te pido perdón de haber tomado así la palabra ».
(13) Idem nota 2, págs. 11 a 12.
(14) Ibid, pág. 14.
¿Qué me propongo? Nada más que el relato de mi ser en la existencia a lo largo, en el proceso de un poema.
Éste será Perenne Luz (1).
Gracias al trabajo paciente y persistente de varios intelectuales ecuatorianos, franceses y latinoamericanas, tanto en América Latina como en Francia, se ha logrado reincorporar a Alfredo Gangotena en el mundo de las letras nacionales e hispanoamericanas. La tarea no era fácil –vencer la indiferencia y echar al suelo tantos prejuicios- como lo explicó con tanta claridad, la señora Adriana Castillo de Berchenko:
“Un proceso de escritura poética que se materializa en dos sistemas expresivos diferentes no refleja una práctica corriente en literatura. Se la considera, más bien, un procedimiento marginal, fuera de las normas estudiadas. Escribir en un idioma que no es el propio –se piensa- es de alguna manera un atentado contra la “legitimidad incuestionable de la lengua”. Esa lengua es la maternal, expresión de los orígenes que un escritor -¡y sobre todo un poeta!- debe privilegiar. En este orden de cosas, una escritura bilingüe es siempre, más o menos, sancionada en los espacios culturales que le corresponden. Y si ha habido períodos estéticos en los que su práctica ha sido reivindicada –como en el período de las vanguardias de los años 20, por ejemplo-, el ejercicio bilingüe ha seguido pareciendo sospechoso, un producto literario híbrido, indefinido y, sobre todo, un ejercicio de estilo del que más tarde vale desconfiar” (2). Qué mejor aproximación a nuestro poeta que la presentación –traducida posiblemente por primera vez a nuestro idioma- del poeta franco-belga Henri Michaux, su amigo, en la revista Les Cahiers du Sud, febrero 1934:
Presentación por Henri Michaux
La mayoría de los escritores antes de leerlos, usted ya los conoce de memoria, le machacan los oídos con todo lo que le van a decir, por ya haberse dicho y por volverlo a decir con pequeñas comas añadidas o quitadas a fin de interesar e instruir la raza innominable de los espíritus ignorantes de lo esencial pero coleccionadores, que por comparación llamamos: la Crítica.
Un hombre original es muy raro.
Un poeta original, contrariamente a lo que se piensa lo es mucho más. Expresarse exige un esfuerzo, un concurso de fuerzas y facultades, exige una cultura, paciencia y por encima de todo, la sumisión a un idioma creado por otros, en otra época, convencional, filtrado y multiplicado a la vez; destinado a las masas o por lo menos a una sociedad útil y agobiada de compromisos.
Cierta nivelación de los escritores parece por lo tanto inevitable.
No sólo son eliminados los seres excepcionales, sino también los estados excepcionales.
Un escritor con 42 grados centígrados de fiebre se halla en estado general muy interesante; pero, ¿Qué nos diría? Aproximadamente nada.
Bajo los efectos del éter, se siente transportado. De repente da un salto. ¡Ah! ¡Este salto mirífico! Pero escribirlo, imposible.
Opiómano, asiste a lo inaudito. No lo escribirá. No lo puede.
Ebrio, no escribe. ¿Loco? Tampoco. Pocos locos escriben (y por lo demás, como los hombres sanos, observando la ley del menor esfuerzo, escriben lo que pasa en su periferia y no en su centro). No tienen ya fuerza alguna. Sobre todo no tienen ya la inclinación. Su ser busca su equilibrio sin palabras. Se privan de ellas. Pero desearían usarlo, el lenguaje degrada enseguida el estado que se quería restituir. Más allá de cierta extravagancia, las palabras no restituyen.
Soñando, no se escribe. El místico en éxtasis no escribe. Encantado no se escribe. Si escribe después, después, uno obtiene todo salvo eso.
Los moribundos no escriben y sin embargo ¡qué momento es una agonía!
Y así del resto.
Por tanto la literatura pertenece a los individuos comunes.
Alfredo Gangotena, es uno de los pocos poetas que he encontrado y que no me pareció un ser ordinario y construido como todo el mundo.
Cantidad de reacciones y reflejos se producían en él de muy distinto modo que en los otros hombres. Una desesperación irrespirable y bien adentro estaba ahí; y que le segaba brazos y piernas.
Tiemblan los muros y las hojas
Os digo y aseguro:
Hay alguien que sangra (3).
Lo he visto mirar guijarros con una simpatía verdadera y que dejaba helado (un alienista habría reflexionado de otra manera). Lo he visto mirar a amigos de su familia, estos eternos habladores ecuatorianos, como quien mira las piedras, una mirada fría y rígida a ciento por ciento, vacía, rascada de cualquier impresión vivificante: mirada espantosa y como mortal.
Estar de pie o aún sentado era para él una seria coacción. Sólo estaba bien yacente. Se tendía en el suelo cada vez que tenía la ocasión de estar solo, la cabeza apoyada en un árbol o en el pie de una butaca.
A su primer libro lo llama Orogenia, el libro de la tierra. Tierra exterior –Gangotena habita en el magnífico y casi espantoso país de altas mesetas desnudas y de volcanes que es el Ecuador- Tierra interior también por una especie de petrificación personal y porque el desesperado y el maldito (había sido maldito, por lo demás sin motivo, pero creía firmemente en esta maldición) tienen naturalmente como símbolo la piedra.
Cuando Gangotena sale de su universo geológico. ¿Se humaniza? ¿Se siente atraído por el animal o el hombre? No, para él, el animal no existe, salvo algún animal particularmente amargo que sólo existe en función de sus humores y como un crisol de venenos “aquí el escorpión, la tarántula…”.
Porque Gangotena tiene el sentimiento físico del veneno, del veneno esencial de la desagregación celular, molecular y química. (Gangotena es igualmente ingeniero en la Escuela Universitaria de Minas).
Se siente arrastrado por la flor. Pero ahí, cambio inaudito, delicias que abundan, que tiemblan, excesivas.
Ni siquiera un chino tiene este fervor inaudito. Un encantamiento amoroso lo agarra en el jardín, una comunión extática (no hay otra palabra) y su madre era igual, espectáculo al cual se asistía penetrado de un no sé qué, e incómodo por no captarlo mejor. La flor, el tercer sexo, el sexo angelical del mundo.
Todo lo que es positivo en el universo gangoteniano es angelical y floral. Lo negativo, es maldito y mineral.
Sin embargo en Ausencia hay alguien. Su novia. Novia sublimada, como aquella que aparece en los poemas de Poe, que leímos conjuntamente cuantas veces, ser diáfano del cual no conocemos nada, hecho de soplo y flores.
¡Oh dulce mujer bajo mis miradas!
Como las blancas flores de silencio
y de seda
Que apoyan sus jadeantes corolas.
En el perezoso tallo de las palmeras,
Inclinas sobre mi hombro la frescura aérea de tu rostro (4).
Cercana, está en la lejanía.
Blanca y secreta como la nieve de una estrella nueva (5), y situada en un tal absoluto, que es puramente esencial, desprovista de atributos.
Aquí mejor que en otra parte se ve esta tendencia al éxtasis, este deseo de sublimar cualquier cosa, de llevarla hacia el más allá.
En los poemas de Gangotena no hay casi nada que “asir”.
Voces innumerables,
Envejecidos ecos de las nebulosas,
Cristalinos ecos en los ríos y torrentes,
Voces innumerables marchaban a su
muerte, marchaban a perderse
En la yermas arenas de antaño (6)
Él descentra, lleva todo hacia otro mundo, tiene el vocabulario gaseoso o angelical aliento, brisa, nube, soplo,… lo que se exhala… Pero en medio de estos espacios ilimitados, de este dominio celeste, pasan los desechos pasados y duros de los complejos de su adolescencia que vuelven fuera tal vez de cierta fluctuación en el idioma (que no es su lengua materna), bien difícil la comprensión de sus poemas.
Por ejemplo, el complejo sangre-enfermedad-maldición.
El autor cuando joven sufrió de varias enfermedades como la hemofilia. Esta enfermedad atroz le ponía a merced de un diente arrancado, de una simple inyección por la cual su sangre fluía en seguida, sin remedio, sin detenerse, sin cesar (al abrigo de la muerte detrás de esta endeble y única cortina de la epidermis), enfermedad que lo sumía en un temor continuo y prácticamente fuera del mundo, le ha marcado para siempre.
Estas ideas fijas de la sangre y otras pocas, cuidadosamente disimuladas y disfrazadas por la vergüenza y por las que no se saca pecho, como tampoco de la guerra química o de una lesión de riñones, están camufladas en símbolos y palabras tomadas sucesivamente en diferentes sentidos, pesan en todos sus poemas y para quien los lee con atención, del peso de una espantosa carga; la sangre está en todas partes.
Me llama la sangre
La sangre de los días de éxtasis,
más acompasada que la mar.
La sangre que no olvida jamás y que me invade con su color terrible.
¡Que este inútil viaje de los ojos termine pronto!
Así el paciente corazón anhela volver a ver su sangre
Y gozar de una codiciada sombra,
más dulce y más
propicia en su temblor una quejumbre. (7)
…
Os digo y aseguro:
Hay alguien que sangra. (8)
(Hasta aquí el texto de Michaux).
Para apreciar mejor la genialidad de Alfredo Gangotena, transcribimos el homenaje rendido por el poeta Jules Supervielle en Montevideo, el 17 de enero de 1945:
ALOCUCIÓN QUE PRONUNCIÓ JULES SUPERVIELLE EN EL HOMENAJE QUE SE RINDIÓ AL POETA ECUATORIANO ALFREDO GANGOTENA, EN EL URUGUAY.
Quiero hablaros ahora, estimados radioescuchas, de uno de los más leales amigos de Francia, de la Francia en la América del Sur, el gran poeta ecuatoriano Gangotena, que en plena juventud acaba de morir en Quito. Alfredo Gangotena pertenece a una de las ilustre familia del Ecuador, una de las que han sido siempre campeones de la cultura y de la tradición francesas.
Mucho quería a Alfredo, a quien conocí por el año 1923, y creo haber sido su primer amigo en París, cuando apenas había salido de la adolescencia, un niño antes de que preparara su ingreso a la Escuela de Minas, donde fue admitido a título de francés. Gangotena fue uno de los raros estudiantes extranjeros que ha sido aceptado con ese privilegio.
Antes de entregarse totalmente a la poesía, Gangotena se interesó con todo su fuego en la Filosofía y especialmente en la Metafísica. Pero fue su poesía, tan original y conmovedora, la que le convirtió en uno de mis mejores amigos. Éramos casi vecinos en París. Apenas unos centenares de metros separaban nuestras moradas, nos veíamos a menudo y leíamos nuestros poemas antes de publicarlos. Más tarde fue el amigo de Michaux, Éluard, Aragon y Maritain.
Cuando se decidió a enseñarme sus versos en francés, quedé súbitamente asombrado por la personalidad profunda y la natural grandeza de este poeta de dieciocho años. La originalidad, la verdadera, la que viene de las fuentes mismas del corazón, brotaba gravemente de estos poemas, sombríos y abrasadores, a menudo difíciles, pero cuyas propias tinieblas se reflejan en esas aguas maravillosas, y dan testimonio de elevación y de bellezas palpitantes.
Espíritu sin prudencia, así escribiese en francés o en español, afrontaba siempre con brillo, y con qué terrible éxito, los extremos más peligrosos de la poesía. Era un poeta difícil, y no porque cultivase el hermetismo sino por la densidad de su lirismo y la riqueza de sus facultades.
Delicado de salud, siempre en peligro, estaba dotado maravillosamente para recoger y situar el sufrimiento humano. Era uno de esos raros poetas desagarrados y desgarradores, cuyo patetismo es la brújula constante y cruel.
Desde el comienzo se clasificó en primera línea en la poesía joven francesa, y tenía también muchos admiradores en Bélgica. Nos deja tres libros: Orogénie, Absence, Nuit y dos inéditos: el uno en francés y otro en español, cuyo título define tan bien al poeta: Tempestad Secreta.
Después de los horribles días de 1940, Gangotena se consagró a nuestra causa, hizo religión con Francia, por así decirlo. Abandonando sus negocios y sus estudios, dio todo su tiempo y todas sus fuerzas a nuestro país. Fue el porta palabra del Comité de la Francia Combatiente en el Ecuador, ante las autoridades de su país, ante sus amigos y, especialmente, ante los enemigos de nuestra causa. “Es mi modesta contribución para mi patria espiritual”, decía.
Algunos minutos antes de su muerte, en la plenitud de su conciencia, pidió a su hermana, casada con el conde de Monlezum, partidario desde el principio del General de Gaulle, que le enterrase con esa Cruz de Lorena que siempre llevaba consigo.
Permitídme, mis queridos oyente, que os lea extractos de un poema que regí a Gangotena algún tiempo antes de la guerra. Es una carta abierta, abierta ¡ay de mí!, por la muerte, porque es de ella la que me induce a daros lectura ahora.
Yo pienso en ti, en tu sitial de alta geología,
Tú que te abres un camino entre los indios, los volcanes,
Cabalgando al pie de los Andes, donde los espacios
Son más dilatados que en otras regiones
Yo pienso en tí que te encuentras solitario en tu Ecuador,
No prestes atención, Gangó, a todas esas olas del mar,
¿Cómo podrían separarnos con sus crestas efímeras,
y sus renacimientos prestos a abortar?
…
Pero, ¿Qué pasa, Gangó, en la americana montaña,
Y por qué no vienes a la llamada de tus amigos?
¿Piensas que te olvidamos
Desde este lado del mar?
Deja, pues, que te envíe, (a tí que sueñas con Francia,)
Una onda del Sena en la que se refleja Vétheuil
A la hora del día cuando la arena
Es más dulce en el fondo del río.
…
Alcancé una mañanita la campiña bretona.
Se oye a lo lejos el mar.
No se lo ve todavía,
Y, sin embargo, si te inclinas sobre ese pequeño promontorio,
puedes contemplar Ploumanach o Roscoff, no se sabe todavía.
El día apenas ha nacido.
A menos que prefieras de la selva de Sénart,
Esa encina plena de gorriones,
Todo está saturado de salud, rápido como la luz.
Y qué alegre temor de estos… viajeros
Que se lanzan al mundo como marinos del Estado.
Ellos lo hacen por un poeta,
Quieren entrar en su red
Pues saben que no pierden su libertad,
Y que ahí están tan bien como en el cielo el corazón de la golondrina.
Ya ves que no estás solo en el valle ecuatoriano
No estás más solo que los poetas aquí.
Son niños perdidos por la tarde, que sufren
Por encontrarse por la mañana en la añeja verja del día.
Lo que te hace sufrir allá lejos
Es tu armadura de poeta que nos hiere con sus junturas.
Es nuestra envoltura de nervios, (que ahí están nuestras espinas)
Hechas para martirizarnos.
…
Pero tú sabes ésto mejor que yo, en tu profundo, secreto valor,
Y yo te pido perdón por haber tomado la palabra
En esta mañana del mes de mayo,
Cuando el hombre, el pájaro, el cielo, sin darse cuenta
Sienten la alegría de dar consejos (9).
Sin embargo, el “Mensaje de Jules Supervielle. Alfredo Gangotena”, reproducido por la editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en marzo de 1956, (10) tiene trece versos más y varias divergencias en la traducción, como lo podemos leer a continuación:
Pienso en ti sobre tu meseta de alta geología,
Tú que te abres un camino entre los indios y los volcanes
Cabalgando al pie de los Andes donde los espacios
Son más espaciosos que en otras partes.
Pienso en tí que te encuentras solo en el mundo en tu Ecuador.
No hagas caso, Gangó, de que todas las ondas del mar
Podrían separarnos con sus crestas efímeras
Y sus reconocimientos prestos siempre a fracasar.
¿Cuenta aquello entre dos amigos
Que permanecieron más de una vez bajo el mismo techo sin hablarse
Ni cambiar una mirada,
Como si el océano se hubiera puesto entre ambos para divertirse
Y ver el gesto orondo que harían al encontrarse separados?
No hagas caso de las muchas semanas que han pasado
Desde la plática postrera
En el jardín de Port-Cros
Bajo la higuera que conoce a Michaux y bajo cuya sombra
Te hicimos venir entonces por los caminos del espíritu
Para sentarte en el sitio de honor
Que se reserva al ausente.
¿Pero qué pasa, Gangó, sobre la montaña americana
Y por qué no vienes a la instancia de nuestros deseos?
¿Piensas que se te olvida
En este lado del mar?
Déjame enviarte a allá lejos
Un bucle del Sena donde se refleja Vétheuil
A la hora del día en que la arena
Es más dulce en la entraña del río,
(Podemos hablar de la dulzura, nosotros que conocemos las cosas terribles
Y estamos siempre más o menos codo a codo con la muerte).
Añado a ello aquí una madrugada sobre la campiña bretona.
Se escucha el mar a lo lejos.
No se lo mira todavía.
Y no obstante, si asciendes a este pequeño promontorio,
Puedes ver Ploumanach o Roscoff, sin saberlo.
El día apenas ha despuntado.
A menos que prefieras de la floresta del Senart,
Esta encina plena de gorriones, voluntarios para el viaje,
Todo aquello en plena salud, rápido como la luz,
Y qué temor gozoso para los emplumados viajeros
Que emprenden su viaje como marinos del Estado.
Así lo hacen para un poeta
Y desean entrar en su red
Pues en ella no se pierde jamás la propia libertad
Y se está jubiloso como el corazón de la alondra en el cielo.
Mira bien que no estás solo en tu campo del Ecuador.
Y tú no estás más solo allá lejos
Que aquí los poetas.
Son niños perdidos en la noche, a quienes les cuesta trabajo
Encontrarse en la mañana, en medio del oxidado hierro del día.
¿Sabes lo que te hace sufrir?
Es tu armadura de poeta que te duele en las coyunturas,
Nuestra cota de mallas, fabricada en nervios, venas, arterias,
Que nos tortura,
Es necesario acostumbrarse a ella pues no conocemos ninguna otra,
Pero tú lo sabes mejor que yo en tu profunda y secreta fortaleza.
Y te pido perdón de haber hablado
En esta mañana del mes de mayo.
En la que al hombre, al pájaro y al cielo, sin percibirlo siquiera,
Les place dar consejos.
¿Cómo explicar estas divergencias –que hemos subrayado- en un mismo escrito? Cierto que la alocución de Jules Supervielle data de 1945, pero el poema dedicado a su gran amigo, Alfedo Gangotena, es de 1935 y ha sido escrito y editado por primera vez en el Journal des Poètes, en Bruselas y, luego, apareció de nuevo como poema preliminar de Nuit, en 1938 (11). Cabe precisar que la versión fragmentaria recitada por Jules Supervielle contiene dos versos más: “… a tí que sueñas con Francia” y “ …, que ahí están nuestras espinas:, que no existen en el original galo. Sin embargo, en la transcripción del Mensaje editado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana, hay modificaciones y hasta mutilaciones del texto de Supervielle (12).
Hemos titulado este estudio renacimiento y al presentar este balance de la producción gangotiana, podemos afirmar que la obra de nuestro poeta ha salido definitivamente de la sombra:
“En este sentido, el balance de 1990 señala que la producción escrita sobre Alfredo Gangotena y su poesía alcanza un total de 103 menciones bibliográficas entre 1918 y fines de 1980. Esas menciones van de la escueta referencia al autor o a la obra hasta el estudio crítico, pasando, así, por la nota de lectura, el texto-testimonio y el estudio panorámico o biográfico. Desde luego, este resultado general concierne los dos espacios literarios en que la obra se difundió, y, es precisamente por esto que es significativo. Así, de las 103 menciones bibliográficas, 51 corresponden al espacio europeo y 52 al sistema literario latinoamericano. Evidentemente, la mayor parte de esas entradas en cada espacio cultural corresponden al país en el que el poeta publicó sus obras. En consecuencias, 40 entradas conciernen el espacio francés exclusivamente y 30 entradas al espacio ecuatoriano. Este resultado subraya, de nuevo, la presencia de Gangotena. Es, entonces, evidente que después de 1920, la presencia del poeta –mucho más que sus poemas- ha sido considerada en Francia. Y esto, fundamentalmente, gracias a su vínculo de amistad con Henri Michaux. Pues, es, precisamente, el poeta franco-belga gracias a su obra lo que ha guardado vivo el recuerdo de Alfredo Gangotena en el mundo europeo de las letras.
En los años 80 se produce una recuperación notable de la poesía de Gangotena tanto en Francia como en Ecuador. Poemas y poemarios, así como la inclusión del artista y sus escritos en historias literarias, la publicación de inéditos y la elaboración de trabajos de investigación sobre el conjunto de esta obra, todo ha contribuido, al fin de ese decenio, a una revalorización del artista y su trabajo.
Si el balance de 1990 que configura una bibliografía activa y pasiva de la obra gangoteniana demuestra claramente la evolución de la situación del poeta y su permanencia en los espacios culturales que son los suyos, esta tendencia se conforma plenamente en los cinco años siguientes. Así, entre 1990 y 1995, el número de publicaciones en Francia y en Ecuador, al igual que el número de trabajos críticos que se le dedican es revelador de una nueva actitud de parte de los espacios literarios. Si a esto añadimos el hecho de que la investigación, sobre todo en el espacio hispanoamericano continúa, podemos decir que los resultados son positivos. Y tanto más, si consideramos que el total de 62 entradas de 1990 pasó, en lo que concierne a la bibliografía activa y sus años de vigencia ente 1918 y 1995, a un total de 79 títulos de obras publicadas. Entre estas referencias, 49 conciernen al espacio literario europeo y 30 el espacio de las letras latinoamericanas. Lo que marca la diferencia en estos últimos años es que tanto en Francia como en Ecuador, los títulos publicados corresponden a volúmenes. Y es que, desde 1990, el efecto de reconocimiento de la obra poética gangoteniana se materializa en Francia en la edición en dos volúmenes de la poesía en francés del autor, y en Ecuador, en la segunda edición de Tempestad Secreta, esta vez en versión bilingüe.
La misma evolución positiva se constata en relación a la recepción. Ahí donde el balance de 1990 señalaba las 103 referencias bibliográficas, el total de 1995 indica 165 entradas. De ellas, 78 tocan el espacio literario europeo, mientras que 87 se incluyen en el mundo de las letras hispanoamericanas. La irradiación de la poesía de Gangotena toca, hoy en día, casi a todos los países del nuevo continente, hecho no sólo positivo sino, además gratificante…” (13).
Así que su renacimiento no sólo consiste en la recuperación de su obra literaria y en la comprensión de Alfredo Gangotena sino, y sobre todo, en la reubicación en altísima posición de su poesía en el mundo de las letras:
“Una cosa es cierta, nuestro objetivo ha sido el intentar devolver a Alfredo Gangotena el lugar que tanto él como su obra merecen en el mundo de las letras. Cierto es que escribió una buena parte de su obra en francés pero –y la investigación lo prueba- nunca abandonó la creación en la lengua materna. Hoy en día su producción bilingüe en español y en francés están ahí, al alcance de todos. Creemos que hoy la situación de Gangotena es clara: él pertenece definitivamente a los dos espacios literarios que le acogieron. Su discurso poético es, en francés o en español, la expresión de un ser compartido entre dos mundos, dos culturas y dos lenguas. Ésa es su originalidad y su modernidad” (14).
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*Primer Secretario del Servicio Exterior. Miembro del Consejo Editorial de la revista AFESE.
NOTAS
(1) Alfredo Gangotena: “Poesía”. Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1965, pág. 243.
(2) “Permanencia de la poesía de Alfredo Gangotena”, pág. 2. La señora Castillo de Berchenko pronunció esta conferencia manuscrita durante el “Coloquio, el Ecuador de ayer y hoy –homenaje a Eugenio Espejo”, organizado por la Embajada del Ecuador en Francia, el Centro de Estudios Ecuatorianos y la Universidad de París-X Nanterre los días 14-15 de marzo de 1995. A iniciativa de la Embajada del Ecuador en Francia y de la Casa de los Países Ibéricos de la Universidad de Burdeos III, se hizo otro coloquio en Burdeos, denominado: “Francisco Javier Eugenio Santa Cruz y Espejo y las luces quiteñas de su tiempo” (14-16 de septiembre de 1995).
(3) Idem nota 1, págs. 125 y 126; pero, el doctor Gonzalo Escudero en estos tres versos, no traduce dos palabras:
Tiemblan los muros y también las hojas
Os digo y aseguro:
Hay alguien que sangra.
(4) Ibid. Pág. 109; pero el doctor Gonzalo Escudero no traduce una palabra en el primer verso y en el segundo invierte dos sustantivos:
¡Oh mujer la más dulce bajo mis miradas!
Como las blancas flores de seda y de silencio…
(5) Ibid, pág. 122. El doctor Gonzalo Escudero cambia el plural por el singular:
Blanca y secreta como las nieves de una estrella nueva .
(6) Ibid, pág. 109.
(7) Ibid. pág. 122. Nos parece que la siguiente traducción del quinto verso y siguientes es más fiel con el texto francés: El corazón amado y tan paciente anhela a todo precio volver a ver su sangre.
Gozar de una codiciada sombra, más dulce y más propicia a su penoso estremecimiento…
(8) Idem, pág. 127. Ver nota 1, el último verso.
(9) Letras del Ecuador, tomo 1, No. 1 al 12. Centro de Investigación y Cultura. Banco Central del Ecuador, Quito, 1988. In: “Homenaje a Alfredo Gangotena cuya muerte enluta la poesía ecuatoriana”, págs. 8 y 9. Anteriormente a esta alocución, se publica el fragmento de discurso de Gonzalo Escudero. Los puntos suspensivos y los paréntesis son nuestros.
(10) Idem nota 1, págs. 29 y 30.
(11) Adriana Castillo de Berchenko: L’itinéraire d’un poète équatorien en France: Alfedo Gangotena (1920-1930), tomo II Atelier National de Reproduction des Thèses, Lille, 25 mai 1991; págs. 638 y 646-648.
(12) Por ejemplo está escrito : « Bajo la higuera que conoce Michaux y bajo cuya sombra… », en lugar de : « Bajo la higuera que conoce Michaux y bajo la cual… », « Pero tú lo sabes mejor que yo en tu profunda y secreta fortaleza », en lugar de : « Pero tú lo sabes mejor que yo en tu profundo y secreto Valor » o « que nos tortura » en lugar de :, « Hábil en martirizarnos » o « Y te pido perdón de haber hablado », en lugar de : « Y te pido perdón de haber tomado así la palabra ».
(13) Idem nota 2, págs. 11 a 12.
(14) Ibid, pág. 14.
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